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Un año de más a menos

Galicia cierra 2018 con menor fuelle en su crecimiento, que acusan la industria y el agro

Trabajadoras en una factoría de conservas. ADP
photo_camera Trabajadoras en una factoría de conservas. ADP

EL AÑO DE LA LUZ acaba en penumbra, con zonas de sombra y con la solidez en entredicho para una recuperación económica sostenida, pero que según transcurrían los meses ha ido de más a menos. Así se podría resumir el 2018, cuando han transcurrido ya diez años del inicio de un ciclo oscuro que podemos dar casi por cerrado. Solo casi. Básicamente, Galicia llega a final de año justita de aliento. Veamos cuáles son las claves.

En el arranque de la segunda mitad del año se consolida lo que los economistas definen como la ralentización del ritmo de crecimiento de la economía gallega, que presenta un avance interanual del 2,6%, el alza más reducida desde comienzos de 2015. En otras palabras, Galicia pierde fuelle. Pero este dato, sin embargo, tiene mucho de consuelo si miramos a nuestro alrededor. La preocupación no lo es tanto al comprobar que por décimo trimestre consecutivo (es decir, prácticamente durante los dos últimos años y medio) esta tasa es igual o superior a la registrada en el conjunto de España, que en el último trimestre de este año crece un 2,5%. El PIB gallego también sigue avanzando por encima del promedio del conjunto de la Unión Europea (1,9%) y de la zona euro (1,7%), por lo que el proceso de convergencia retomado con la recuperación económica sigue su rumbo. Hasta aquí los grandes rasgos que dibujan ese panorama encapotado a ratos, por momentos. Analicemos ahora la escala de los nubarrones y sus tonalidades.

Cara y cruz. Por primera vez desde la salida de la crisis todas las ramas de actividad crecen. Son tres trimestres consecutivos con esta dinámica, en la que destaca de nuevo el fuerte impulso del sector de la construcción, con un crecimiento del 6,9% en el tercer trimestre, en parámetros similares al resto del año .¿Vuelve el ladrillo? Pues sin demonizar a este sector productivo, que tantos disgustos generó durante la crisis para consumidores, empresas, bancos y cajas, lo cierto es que ni de lejos ha recuperado el empleo perdido durante la crisis y mucho menos supone actualmente una amenaza seria para la economía gallega. Más bien, sin engendrar nada parecido a una burbuja, la construcción recupera tiempo perdido.

El problema llega al constatar que, frente al ladrillo, el resto de los grandes sectores de la economía gallega presentan una clara ralentización en su ritmo de crecimiento. Sobresale a la baja, por su importancia, la industria manufacturera, que llega a final de año con un crecimiento del 1,9%, el incremento más reducido desde el primer trimestre de 2013, y frente al 3,3% que había marcado entre abril y junio de este año. De más a menos. Los servicios, por ejemplo, presentan una subida interanual del 2,3% y la agricultura y la pesca solo avanzan el 0,3% cuando en el trimestre anterior habían crecido el 2,6% y el 1,6%, respectivamente.

¿Han fallado las previsiones? Pues relativamente. Organismos como el BBVA Research apuntaban este mismo año a un incremento del 3% del PIB gallego que no se cumplirá. Sin embargo, en la previsión de crecimiento que incorporó la Consellería de Facenda a los presupuestos de este año, que fue revisada varias décimas al alza en primavera, ya se estimaba que la economía gallega cerraría el año con un crecimiento del 2,5%. Y por ahí andaremos al final.

¿Y el desempleo? ¿Cuál ha sido la evolución de ese indicador de indicadores tan real? Otra vez la cara y la cruz. Galicia presenta este año una menor capacidad de creación de empleo en comparación con el promedio español, que se suma a un elevado peso del desempleo de larga duración, situado en el 41,4%, cuando en 2009 estaba por debajo del 30%. La creación de empleo (24.000 personas ocupadas más al cierre del tercer trimestre) se concentra casi en su totalidad en los servicios (39.500 ocupados más), descendiendo en el sector agrario y pesquero y en la industria. Es el panorama que dibujan los datos, avanzando en ese proceso de terciarización silencioso de la economía gallega.

Hay datos para la confianza. El incremento de la ocupación y la caída del desempleo durante este año son una evidencia. Destaca también el aumento del número de asalariados con contrato indefinido y el descenso, por primera vez desde 2013, de aquellos con contrato temporal. La población desempleada llega a final de año con un descenso de un 15,8%, casi cinco puntos por encima del promedio estatal, situándose la tasa de desempleo en el 12,2%, similar a la de 2009. Frente a todo ello, el descenso de la población activa, especialmente grave entre los más jóvenes, sigue su particular senda negativa. Ni un minuto que perder, por tanto, tras despedir este 2018.

Un 2018 de transición para las empresas
Un año en transición. La gran empresa gallega hace tiempo que volvió a los beneficios, a crecer de forma sostenida, dejando atrás una etapa realmente convulsa, que afectó especialmente a sectores maduros como pueden ser el lácteo, el naval o la automoción. Es por ello que el 2018 que ahora termina ha sido un año sin demasiados sobresaltos, también por el lado laboral. El campo gallego ha dejado de salir a la carretera pese a que los precios de leche se han recuperado, por encima de los 30 céntimos el litro, aunque todavía por debajo de lo alcanzado el año pasado. Las entregas también aumentan en Galicia, sobre todo en los últimos meses, en contraste con la dinámica en España.

También el horizonte se despeja para la construcción naval, con nuevos contratos que incluso salvan las cuentas de esa compañía eternamente quebrada que es Navantia. En general, las suspensiones de pagos ya no ocupan las páginas que hasta hace nada consagraban los medios a la cobertura de decenas de concursos de acreedores, síntoma inequívoco de que algo cambia.

Sin embargo, el año se cierra con dos grandes incógnitas. El futuro de las centrales térmicas gallegas, sobre todo la de Meirama, con una Naturgy (ex Gas Natural Fenosa) que solo espera el momento para anunciar una clausura cantada. Mientras, el sector eólico se recupera con más proyectos, en un goteo facilitado hasta por ley.

La otra gran incertidumbre está en A Coruña y Avilés. Alcoa decide prolongar la agonía hasta enero, en una cuenta atrás que solo un golpe en la mesa puede hacer cambiar. Es el lado oscuro de la transición.

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