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¿Una burbuja de drones?

Rozas debe ser el referente de aviones no tripulados pese a la irrupción de otros proyectos

UN VELO de aparente desbarajuste envuelve el desarrollo de los drones en Galicia. La gran apuesta de la Xunta, desde el minuto uno, ha sido Rozas, unas instalaciones durante años en práctico desuso que vuelven a la vida para albergar el que será el referente gallego de aviones no tripulados. Sin ir más lejos, en los presupuestos de la Consellería de Economía para el próximo año están reservados unos 18 millones de euros para poner en marcha la primera aceleradora aeronáutica en Lugo y comenzarán las obras del nuevo parque industrial del centro de Castro de Rei, propiedad del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (Inta), que no resulta mal socio en esto de los drones aunque dependa del Ministerio de Defensa. El camino, pues, parece despejado para que comience a tomar forma el proyecto, al que se han dedicado ya unos cuantos millones de euros.

Sin embargo, Galicia asiste en paralelo al alumbramiento de otra serie de proyectos de drones que, apoyados también desde el sector público, pueden llevar a una clara duplicidad de esfuerzos si no están convenientemente explicados los objetivos y motivados los argumentos.

Resulta que la misma semana en la que la Xunta anuncia la dotación presupuestaria para Rozas se presenta en A Coruña un proyecto, también de drones, promovido por el Instituto Tecnológico de Galicia, una fundación privada creada en 1991 y presidida por el exconselleiro Antonio Couceiro. El instituto se autoerige en centro de referencia para sistemas aéreos no tripulados y es miembro activo de los grupos de la comisión asesora de drones de la Agencia Española de Seguridad Aérea (Aesa). Al igual que la Xunta tiene en Rozas a las multinacionales Indra y Babcock como socias para el desarrollo de las instalaciones y prototipos, el Instituto Tecnológico de Galicia cuenta desde A Coruña para su proyecto con la firma Star Defence Logistics & Engineering, que no oculta que es uno de los grandes proveedores de la industria militar española.

Frente a los modelos de drones que han presentado este mismo año Indra y Babcock desde Rozas, la fundación apuesta por el Zarek V2, que ya está operativo, y al que se incorporarán mejoras progresivamente hasta 2020. El dron tendrá una autonomía desconocida hasta ahora, según sus promotores. El proyecto ha costado unos dos millones de euros, de los que la Xunta ha aportado un 30% de los fondos.

¿Rozas? ¿A Coruña? ¿Estamos ante proyectos que compiten entre sí? A priori, no parece. La propia directora de la Axencia Galega de Innovación, de la Xunta, durante el acto de presentación del Zarek V2, aludió al programa de Unidades Mixtas de Investigación, en el que se enmarca la iniciativa del Instituto Tecnológico de Galicia, y que "tiene como objetivo impulsar colaboraciones estratégicas entre empresas y centros de conocimiento en áreas de innovación identificadas como prioritarias". Sin embargo, si atendemos a los siguientes pasos que dará el proyecto de la fundación que preside Antonio Couceiro comienzan a surgir las primeras dudas.

Y es que las pruebas del nuevo dron de Star Defence Logistics & Engineering se realizarán, si nada cambia, en Cervo. A Mariña es la zona seleccionada por el mencionado instituto para hacer realidad sus planes. Según sus previsiones, en diciembre contarán con una pista de pruebas, a la que seguirá la construcción de un edificio mientras siguen con los papeles para obtener los permisos del uso del espacio aéreo, que no es asunto menor. Cervo se encuentra exactamente a 82 kilómetros de Rozas, que seguro que no son nada para un dron de última generación, pero resultan difíciles de encajar desde la lógica económica dos infraestructuras dedicadas a lo mismo con tanta cercanía. ¿O tal vez sí, si entendemos Galicia como la cuna del minifundismo?

En toda nueva singladura industrial, los primeros pasos son determinantes, como la infancia de cualquier persona, y marcan el futuro. Es por todo ello que las prioridades deben definirse y seguir el rumbo marcado, siempre teniendo en cuenta que Rozas, por sus características y por lo que tiene de apuesta (la previsión dice que en 2020 estarán ejecutados 150 millones de inversión), debe ser el punto y aparte de los drones en Galicia. La referencia impresdincible.

Cierto que hay otros actores en esto de los drones, como puede ser, sin ir más lejos, el Consorcio Aeronáutico Gallego, con sede en Vigo y muy activo desde el lado de la empresa privada. Pero repartir tanto juego puede traer algún disgusto. Sobre todo, cuando se trata de aunar (y ahorrar) esfuerzos para hacer de Rozas referencia internacional, como es el objetivo de la Xunta. Pues a ello.

Alcoa apagará la luz en A Coruña y Avilés
La de Alcoa es la cuenta atrás más angustiosa para los empleados de las plantas de A Coruña y Avilés. Porque una vez anunciados los cierres, sentados directivos con trabajadores y cargos de Xunta y Gobierno, no hay nada que apunte, ni tan siquiera una mínima señal, a un cambio de dirección o rumbo en el proceso. La compañía no se mueve un milímetro, y nada indica en estos momentos que lo vaya a hacer. Y eso es lo preocupante. Como si los directivos de la multinacional, cumpliendo sin rechistar los dictados que llegan desde Estados Unidos, considerasen que una decisión tomada siempre es la acertada.

El comité europeo de Alcoa ha intervenido en el conflicto, y es contundente al asegurar que se han incumplido plazos y períodos de consultas previos al Ere de extinción. El siguiente paso será la denuncia del caso en el Tribunal de Justicia de la UE, en Luxemburgo. También proponen una suerte de gestora (entre Gobierno y trabajadores) para que se haga cargo de las plantas, se invierta lo que no hizo el grupo norteamericano y en el plazo de año y medio se busque un comprador o un inversor capaz de operar los activos. Esta propuesta, que algunos verán como peregrina, invita a otro análisis y, sobre todo, deja muy claro que la situación es, en estos momentos, desesperada, casi histérica. Lo que están proponiendo desde el comité europeo es una nacionalización transitoria. Algo inimaginable. Lo peor de todo es que las inversiones que no ha realizado la multinacional en estos años se convierten ahora en el peor enemigo de los trabajadores, sobre todo a ojos de cualquier inversor con ganas de crecer, que los hay.

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