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Aspiración cumplida

Pedro Puy muestra la legitimación de la autonomía en el galleguismo histórico

SEÑOR DIRECTOR:

Le propongo, si me lo permite, conducir su atención a una intervención en el pleno extraordinario en el 40º aniversario del Parlamento de Galicia. Fue el pasado domingo. Responde, y me explicaré, a una cuestión nuclear, pendiente desde la Transición. Estos días de parálisis navideña, y pandémica, pueden facilitar echarle una ojeada o escuchar la intervención del profesor Pedro Puy, portavoz popular en la Cámara gallega. Y darle una pensada. Es breve.

Después de escuchar la grabación de la intervención que le digo del profesor Pedro Puy y de leer el texto, comprendo a quienes asistieron al acto y valoraron en ese momento su significativo y diferenciado aporte. Dos asistentes me alertaron del contenido de fondo de este discurso. Hay materia, sin concesiones a los adornos ni a los sentimentalismos, tan propios de un galleguismo folclórico y de ocasión, con los que podría despacharse para el aplauso en una ocasión así. Quienes me pusieron en la pista son ajenos a militancia de partido. Uno en concreto, hasta donde le conozco, creo que su campo ideológico está alejado del PP. Lo está absolutamente de lo que refleja Pablo Casado en su forma de embestir los problemas en Cataluña.

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No seré yo quien le diga, con lo que escuchamos estos días, que el líder popular aporte alternativa constitucional de solución a los problemas que hay, o se crean, en Cataluña. Más bien carga con más piedras la mochila del problema e incrementa la urgente necesidad de desaguar y evacuar la morralla que los nacionalismos de signo diferente acumulan hasta levantar una montaña que parece insalvable.

Autogobierno y consenso

En la intervención de Pedro Puy no se analizan posiciones a la derecha o a la izquierda. No son esos los ángulos para el análisis. El autogobierno, la autoorganización de Galicia, es asunto transversal a derecha e izquierda. La autonomía y el autonomismo, que es algo más como respuesta al galleguismo histórico, debería formar parte del "consenso sobre as institucións". Consenso que es "a esencia da existencia da política democrática", como recordaba el portavoz popular. A ese consenso necesario para pertenecen las instituciones autonómicas.

Pero además, Puy Fraga engarza la autonomía de Galicia como respuesta coherente –como un abrir camino, para no dar nada por cerrado y terminado– a las históricas aspiraciones del galleguismo. Da en esto un salto en su discurso, con una aportación que debería incorporar a su cuerpo doctrinal, como una ideología propia, los partidos que operan en Galicia. No todo puede ser estrategia. Puy Fraga recorre, le subrayo que en lo nuclear, "as arelas do acceso ao autogoberno", desde el provincialismo, al regionalismo y al nacionalismo. De este último, recoge una cita de Risco: "O separatismo non é de ningún xeito unha secuela necesaria do nacionalismo, como algúns pensan". Una nación, para quien lo quiera formular con tal coceptualización, "pode, sen abdicar de si mesma, estar cinguida a outras de moitos xeitos". Esto que decía Risco, hoy no es solo una obviedad, es una necesidad dentro de Europa. El crecimiento del PIB o las mejoras materiales que conoce Galicia en estos cuarenta años de autonomía se producen en la pertenencia a Europa. El propio Arzalluz lo sostuvo públicamente así en algún momento para el caso de Euskadi.

Tras cuarenta años de Parlamento, "podemos afirmar que se cumpriron as arelas dos nosos mellores devanceiros"

Legitimación

¿Qué hay de importante en la línea argumental del discurso de Pedro Puy? Algo espero que haya quedado apuntado. Fundamentalmente le diría, señor director, que es el entronque que presenta del autonomismo actual con el galleguismo político histórico. Aporta argumentos que legitiman, en línea de continuidad, la realidad autonómica actual con los momentos y las figuras históricas del galleguismo. No contamos con precedentes de autogobierno, le decía a usted el pasado domingo. Contamos con "arelas", con deseos, aspiraciones que se plasman –"non fora sen tempo", dice Pedro Puy– en el primer Parlamento democrático de la historia de Galicia. El Parlamento que se constituía hace cuarenta años es un logro histórico en el "acceso ao autogoberno".

El recorrido nítido que, en ese objetivo –nexo de unión de autonomismo y galleguismo, con las citas de Brañas, Risco, Castelao, Valentín Paz Andrade o Ramón Piñeiro– realiza Pedro Puy vale como línea de trabajo para el discurso político tanto para el nacionalismo presente en el Parlamento, con legítimas aspiraciones de ocupar el poder, como para los grupos con estructura estatal.

Merece atención para el nacionalismo, si la nueva dinámica que anuncia Ana Pontón en el BNG la lleva adelante. Han de permitirle el trabajo desde dentro. Supone abandonar la "fidelidad" a la opción sin salida que el nacionalismo rupturista –"Parlamentiño de papel"– adoptó en la Transición. Hace tiempo que pide un Bad Godesberg, por recordar lo que hizo el SPD, si se quiere ser opción amplia, si se pretende ser el partido galleguista que no fue en este tiempo democrático. Implica la aceptación del consenso institucional como esencia de la democracia.

Y la línea que trazó Pedro Puy en esta intervención es asignatura de corte, a repasar y a hacer propia por quienes se mueven en formaciones partidarias de estructura estatal.

Un pensamiento y un ejercicio político autonomista en las estructuras partidarias estales en Galicia significa que se asume, se interiorice, que la autonomía "non consiste no simple artellamento xurídico político... Senón nunha integración orgánica que ha de comprender a Galicia na súa plenitude... para que lle devolva a conciencia da propia identidade, a confianza en si mesma e a superación do seu atraso" (Ramón Piñeiro, en acertada cita del portavoz popular). La acción política y de gobierno en Galicia no es la de cualquier otra región o provincia española. No le pondré nombres para no alimentar artificiales agravios. No implica ni que sea superior ni inferior: es o ha de ser una concepción y una práctica política propia que dé respuesta a las propias características: un galleguismo político como práctica autonomista.

Esto, y ahí está la madre del cordero pero hagamos el brindis al sol, lleva consigo cambios en la concepción y práctica de las "obediencias", confesas o no, partidarias. El constitucionalismo implicaría abandonar el centralismo para construir una España autonómica y unas estructuras partidarias que se le correspondan.

De usted, s.s.s.

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