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Carne, de entrada no

Garzón ignoró que vive en un país de pastos y prados abandonados

SEÑOR DIRECTOR:

Cuando parece que el verano llega por fin a Galicia, ahí nos tiene usted ocupados con el solomillo. La noticia de la polémica originada por el ministro Garzón me pilló camino de Lalín. Iba a un almuerzo en el Fogar de Breogán, un complejo hostelero con música de gaitas y decoración enxebrista hasta el extremo. Por el entorno de aproximación que me marcó el GPS me sorprendieron cierres de fincas que deben ocultar auténticos casoplones con jardines que parecían cuidados.

El tal Fogar es un santuario de la carne a la brasa y del cocido: estamos en Lalín. Ni por mandato ministerial podía dar marcha atrás, había aceptado la invitación. Tocaba carne.

En ese programa previo al telediario de mediodía en TVE, una concesión al periodismo de trinchera, un disco dedicado a la otra parte del Gobierno, me entero por una tertuliana que a Alberto Garzón no se le puede llamar ministro comunista. Es peyorativo. ¿No es del PCE? ¿Será también peyorativo decir que el presidente es socialista o que el aspirante a ocupar su puesto es de derechas? O, y no por lenguaje inclusivo, la aspirante en femenino, según se deduce de las señales que envió el viernes Ayuso en la Moncloa. Qué será para la tertuliana la denominación de origen derecha extrema. Seguramente ve una descripción. Lo políticamente correcto que marcan unas y unos nos conduce inevitablemente a la estupidez. ¡Ponle freno!

Servicios prestados

Pedro Sánchez, con esa chulería innata en él salvo cuando acompaña por el pasillo a Biden, supo saltar - me inclino ante un buen chuletón- sobre la polémica que le abrió en el Gobierno el ministro Garzón. El pretexto para marcar espacio propio por el cupo de Podemos fue la carne en la dieta de los españoles. Este ministro solo existe, según dicen Revilla en Santander y Page en Toledo, cuando organiza un guirigay. Es lo que tiene multiplicar las carteras ministeriales, a algunos solo les queda hacer un vídeo.

Cuando sonaban los tambores de cambios en el Gobierno, la marimorena que armó el ministro de Consumo pudiera ser una señal a Pedro Sánchez para que en la hora de la crisis no se olvidase de agradecerle los servicios prestados. No pudo ser. A preparar otro vídeo sobre las ventajas del ayuno.

Si Garzón pretendió invitarnos a una dieta sana y denunciar que en un país con el rural vacío y los pastos abandonados no deberían caber macroexplotaciones intensivas en tierras de secano, equivocó el contenido en su totalidad y hasta el escenario del vídeo con jardín de fondo.

Un ministro de Consumo podría documentarse sobre unos tiempos no tan lejanos, antes de que llegasen las granjas, en los que comer pollo era de señoritos y el jamón un bien escaso para regalar a caciques. ¿Tiene o no consecuencias en la cesta de la compra y en la calidad y variedad de la dieta el cargarse por real decreto la ganadería intensiva? No es el debate sobre la prohibición de fumar: aquí hablamos de comer y de la alimentación, señora tertuliana. De este debate no se puede huir. Debería incluirlo el vídeo de Garzón. Claro que la cuestión no se resuelve con ideologías.

La oposición

Otra cosa es que Casado en la tarea de opositor supiese aprovechar la oportunidad que le ofreció Garzón frente a Sánchez. Le ganó la partida hasta el ministro de Agricultura. Pertenece a una cofradía en el Gobierno diferente a la de Garzón: la socialista frente a la del comunista de Podemos. Luis Planas, titular de Agricultura, se subió al tractor con la desbrozadora ideológica en defensa de los ganaderos y el campo, entendido este como un sector productivo. Ganó la aprobación de los vaqueros, vaqueras y de los pastores del Belén. La tradicional historia de los desencuentros entre la socialdemocracia y el comunismo - con raíces ideológicas de incompatibilidades y heridas profundas, de rupturas y enfrentamientos- saltó al menú del día en pleno siglo XXI. Los ganaderos y la propia hinchada urbana y proletaria de Garzón, si es que la tiene, preguntan dónde estaba y está el ministro de Consumo frente a la histórica subida del recibo de la luz y el precio de los carburantes. Vaya usted a saber, señor director, si la falta de beligerancia de Garzón ante el vaciado del bolsillo y la cartera de los españoles por eléctricas y petroleras no es una estrategia de freno a la compra de carne por la gente del común. No descarte que Garzón vea en el incremento brutal del precio de luz y combustibles una oportunidad para la salud de los españoles. Una receta del Sergas, vamos.

Casado hizo con el chuletón una mala imitación de José María Aznar con el vino: ¿me van a decir a mí cuánto vino tengo que beber? En los prados y pastos que visité en el regreso de Lalín se hablaba de Garzón y del entusiasmo de Sánchez ante un buen chuletón. Nadie se acordó de Casado hasta que vimos y escuchamos en La Moncloa a Isabel Natividad Díaz Ayuso, no como presidenta de una autonomía sino en el papel de jefa de la oposición. O sea, auténtica aspirante a reemplazar primero a Casado y después a Sánchez. El todavía líder del PP cargó la munición de desgaste al Gobierno con doctrinilla pseudoliberal y no logró ni hacer ruido. Pretenden meterse en nuestras casas, dijo a modo de gran denuncia, como si no supiésemos que ya están. Se ve que los asesores que alimentan los mensajes de Ayuso en la plaza de Madrid no son los mismos que aconsejan a Pablo Casado.

Habrá comprendido usted perfectamente que estaba justificado que la carne haya monopolizado la atención política de la semana. No la desplazó ni el doctor Sánchez que nos preside cuando se vio obligado a recoger aceleradamente los papeles del atril en una rueda de prensa en Lituania. Fue la presencia de un caza ruso en el espacio aéreo de territorio Otan. Garzón, si recordar que es comunista no es peyorativo, podría lanzar sobre la mesa del Consejo de Ministros o en unas declaraciones en La Sexta que el desalojo de Sánchez en Lituania es el resultado del paripé sobre el ingreso de España en la Otan que le dejó como herencia el socialdemócrata Felipe González. De entrada no, pero que sí, claro que entramos frente al comunismo del Pacto de Varsovia, ahora en versión Putin y Pekín que se arma.

De usted, s.s.s.

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