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Donde hay pastos hay buena carne

A Sánchez, Casado, Arrimadas y sus monaguillos voceros les es indiferente un jamón ibérico de bellota o uno de cebo
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SEÑOR DIRECTOR:

Julio Camba, que era gallego y un sibarita, lo dejó perfectamente aclarado y sentenciado: donde hay pastos hay buena carne. Frente a la España seca, Galicia cuenta con recursos naturales competitivos para ir a los mercados con la carne y la leche de la mejor calidad, la de los buenos prados y pastos, que decía el inquilino de la habitación 383 del Palace. Julio Camba. El autor de "La casa de Lúculo", un sibarita superior, nos dejó una joya de la mejor literatura gastronómica. Hay una edición extraordinaria, por contenidos de ilustres colaboradores y por la calidad de todos los componentes de la edición. Es de la fundación Wellington. Ahora que le escribo tengo encima de la mesa un ejemplar de esa joya, que siempre me recuerda la gratitud que debo a la señora que me la obsequió.

garzónCamba viene como anillo al dedo en este barullo creado con el pretexto de la calidad de las carnes por las declaraciones del ministro Garzón a The Guardian. El desbarajuste creado a iniciativa de la oposición lo alimentaron incomprensiblemente ministros, varonías socialistas y el mismo Sánchez. Los monaguillos tertulianos prolongaron hasta el aburrimiento la agitación. Parece, señor director, que en la política del momento vale todo. Sospecho que, salvo contadas excepciones mediáticas, consideran que la opinión pública somos una suma de tontos, a los que nos es indiferente un solomillo de buey criado en el pasto o uno de producción intensiva, con piensos, un animal que nunca sintió sobre su piel ni el sol ni el orballo.

La ocasión ha sido perdida para el debate pendiente, ya desde la noche de la historia, sobre las políticas agroganaderas para la España verde, como Galicia, y para la de secano. Primaron y priman los intereses de la España seca.

Disección política


Entiendo necesaria, si me lo permite, una disección en este aquelarre organizado con el pretexto de esas declaraciones del señor Garzón. Aquí, repito, no hubo debate de vacas ni carne. Hubo desvergonzada demagogia partidista, incluso negación de lo evidente. Y mentiras. La pretensión de separar el grano de la paja no lleva implícita, lo sabe usted, la reivindicación ni del político Garzón ni de la existencia de su ministerio: le escribo a usted con una botella de agua en la mesa y en el silencio de la noche.

El ministro le dio munición a la oposición. O más bien esta anunció un riesgo atómico sobre la ganadería española cuando en realidad no había ni petardos de feria en lo que dijo el ministro. Garzón ignora que además de despacho, coche oficial y prebendas varias, la condición de ministro implica responsabilidades y servidumbres de morderse la lengua, como cuando habló de la calidad de la carne de exportación. Ese fue su único pecado.

El ministro del PCE fue inoportuno para los intereses de la coalición gubernamental, concretamente de Pedro Sánchez y el PSOE, ante la campaña electoral castellana. Es lo que tiene inventarse ministerios y sortearlos en la tómbola de los apoyos para ocupar el poder.

No es ingenuo Pedro Sánchez cuando le regala a la oposición más munición que el inoportuno Garzón. En apariencia lo hizo mucho peor Sánchez que Garzón. El entrenador que anuncia que no le gusta un jugador queda desautorizado si este continúa en la plantilla. A Sánchez le tocaba, el primero, ponerse didáctico y hacer piña con el ministro. ¡Qué forma de exhibir que carece de autoridad sobre el conjunto del equipo! La oposición que montó el pitote de la nada infló un globo. Desde el Gobierno y el PSOE, en lugar de pincharlo le metieron más gas para que alcanzase las dimensiones de monopolizar los titulares informativos y de opinión, o prédica, durante días y días. Competía con el culebrón del tenista serbio Novak Djokovic en Australia.

Si partimos de que Sánchez no es un ingenuo político al desautorizar al ministro, hay una pregunta: ¿Se abrió ya el tiempo de descuento ante una convocatoria electoral que desata el baile individual para diferenciarse en la coalición? Hay otra cuestión más: cuando las baronías socialistas despellejan al ministro, ¿le dan patadas a Sánchez en el trasero de Garzón?

Prados y secano


Dudo, señor director, de que Garzón perjudicase mínimamente los intereses de la exportación de carne a Reino Unido. Ningún lector del The Guardian descubrió algo que no supiese sobre la carne de estabulación libre -pastoreo- y la de producción intensiva. Nadie cayó de la higuera con Garzón y las carnes aunque "la mejor cocina inglesa es la francesa", según cita de Orwell por Peyró, y el amplio consenso sobre la falta de "mayoría de edad" de la cocina inglesa. Dudo también de que un ciudadano de Reino Unido le preste atención a un desconocido e irrelevante ministro español. Bastante tienen con los saraos , los "booze parties" en serie, en los que participa Boris Johnson en Downing Street.

No hace falta ser sibarita ni gourmet experimentado para detectar por la vista y el paladar la carne de una res que pastó en el prado y la que, estabulada y sin moverse, alimentaron con cereales de importación. Cómo se puede negar lo evidente. Cuestión diferente, y sabemos que molesta y levanta ampollas en fundamentalistas de redes sociales, es la necesidad de explotaciones intensivas para que coma una humanidad que en los años que llevo de vida se ha multiplicado por más de dos. Si no hay granjas no habrá los fines de semana en el barrio periférico. Incluso el "jamón de cebo" será artículo de lujo como en la España del racionamiento. Pero esto no significa que se pueda y se deba poner orden en ese tipo de producción, sin necesidad de romanticismos de ecologistas urbanitas.

Vuelvo al inicio para rematar. No veo el perjuicio para la ganadería gallega, más bien todo lo contrario si se hubiese aprovechado la oportunidad de la polémica. Quienes desde la política y el sindicalismo (partidista) se sumaron en Galicia al auto de fe contra Garzón dieron primacía a la obediencia gregaria sobre los intereses de la ganadería gallega. Hicieron de palmeros, práctica frecuente, por si cae un coco.

Fue una oportunidad perdida para reivindicar la Galicia verde, que tiene miles de hectáreas para la producción extensiva de carne y leche. Fijar así población en un rural de viejos y abandono, crear industria derivada y redes de comercialización. Las explotaciones intensivas en Galicia son medianas y familiares, no macrogranjas con decenas de miles de cabezas que no crean riqueza en el rural, ni fijan población.

Con la bondad de la carne criada en los prados, que decía Camba.

S.s.s.

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