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Aviso sobrecogedor

Macron, un liberal confeso, denuncia los excesos de la globalización como una perversión del capitalismo

Macron, en una rueda de prensa frente a Notre Dame.PHILIPPE WOJAZER (Efe)
photo_camera Macron, en una rueda de prensa frente a Notre Dame.PHILIPPE WOJAZER (Efe)

SEÑOR DIRECTOR:
Emmanuel Macron, presidente de Francia, trabajó y fue asociado en la banca Rothschild, ministro de Economía, es un reconocido líder del liberalismo político, un rostro del éxito personal financiero y todo un símbolo del capitalismo. Se le acusó incluso de ser el caballo de Troya de los intereses de la economía financiera. Nada sospechoso, por tanto, de veleidades izquierdistas, salvo para los caza brujas que hay no solo en el control social y político de los pueblos pequeños, cuando denuncia los excesos del sistema y avisa de los riesgos que amenazan. Este político cuenta con un currículo académico impactante, que a lo mejor, junto a su economía personal más que resuelta cuando llegó a la política, explica la libertad de su discurso. Escolarización con los jesuitas, formación superior en la ENA, fábrica de las élites francesas, de donde sale como inspector de finanzas y dos licenciaturas, en Filosofía (Nanterre) y en Ciencias Sociales, en el prestigioso instituto Sciences PO. Una personalidad singular: banquero en Rothschild y asistente de Paul Ricoeur; experto de éxito en finanzas y académicamente centrado en Hegel, icono de la juventud que accede al poder económico y político y miembro del comité de redacción de Sprit, la revista que fundó en 1932 Emmanuel Mounier, el filósofo del personalismo, que leyó Jordi Pujol. Una trayectoria que no se parece en nada a las que conocemos de licenciatura exprés, máster en institutos universitarios de tres al cuarto y tesis doctorales que hace un amigo y, además, plagia.

Retrocesos

Estas referencias biográficas del mandatario galo se las recuerdo, señor director, por los diagnósticos del presente y los avisos tenebrosos sobre el futuro próximo que esta semana envió Macron desde Ginebra: "La responsabilidad de nuestra generación no es esperar una nueva guerra, sino mirar el momento tal como es". La mirada que hace del presente, del funcionamiento del sistema, con "retrocesos salariales jamás conocidos en tiempos de paz", es de absoluta insatisfacción y desacuerdo. Los augurios, con al menos tres referencias al riesgo de guerra, son alarmantes.

Si usted me lo permite, este discurso pudiera remitir o recordar a aquel ‘Algo va mal’ (2010), del desaparecido Tony Judt, que se preguntaba "si tan seguros estábamos de que no se avecinan inundaciones" y que, desde la izquierda, ciertamente en su caso, frente a la descomposición de la socialdemocracia, criticaba "el derribo de los diques laboriosamente levantados" por las políticas que construyeron el estado de bienestar europeo.

La denuncia de Macron, esta misma semana, es la de la amenaza que está sobre el futuro de las plantas y los trabajadores de Alcoa, la desindustrialización de la comarca de Ferrol, que se justificó con aquel eufemismo de crisis del sector naval, cuando en realidad estábamos, y estamos, ante las consecuencias del ‘dumping’ que alimenta el capitalismo acumulativo y que, al tiempo, jibariza, como recordaba el profesor Antón Costas también esta misma semana, las clases medias que dieron la estabilidad social y democrática que conoció Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Fue y es una destrucción de la industria para la que nunca hubo respuesta alternativa, salvo parches que se anunciaron como reindustrialización. El escenario que describe Macron es el de los excesos incontrolados de una globalización que se lleva por delante hasta, incluso, el sector primario gallego y amenaza en un horizonte próximo con deslocalizar la industria automovilística española. Con este abono crecen incontrolados los populismos, los extremismos y los nacionalismos excluyentes, como ocurre con las setas tras la lluvia.

Descomposición

Desde la sede de la OIT, que celebra su centenario, "el mejor presidente de la derecha", según se leía en Le Point, mandó a sus colegas en los gobiernos, al conjunto de Europa y al mundo, una sonora alarma por la perversión del sistema que supone el funcionamiento actual del capitalismo de acumulación. "Nuestros fracasos son los que alimentan los extremismos", dijo quien vio crecer de forma preocupante el voto de la extrema derecha en su país y quien se enfrenta al movimiento de los chalecos amarillos, expresión del fracaso —daño— social de las cirugías aplicadas a la crisis económica. Estaban allí otros mandatarios, como la señora Merkel, que intervino antes, y reivindicó para la hora presente la economía social que, tras la Guerra, puso en marcha la democracia cristiana alemana, con Adenauer y Ludwig Erhard, que luego sería canciller, al frente de la política económica.

Fue un discurso de auténtica política a la que no estamos acostumbrados por el cortoplacismo con que se mueven los gobernantes, el bajo nivel y la pérdida de la imprescindible autonomía de la política frente a los poderes financieros. ¿Es un exceso denunciar que el colonialismos fue a extraer las materias primas a los países pobres como ahora, bajo el paraguas de la globalización, se va a utilizar la mano de obra barata o algo más que barata de esos mismos países? Macron reivindica un salario mínimo único dentro de Europa para impedir un ‘dumping’, al menos entre los miembros de la UE, que no se tapa con argumentos de productividad.

Se volverá, señor director, sobre este discurso cuando la historia narre y analice este tiempo de profunda depresión económica y las respuestas que se le dieron a la misma. Ojalá, por el interés de todos, no sea para decir que no se escucharon las advertencias de este político francés. "Creo que la crisis que vivimos puede conducir a la guerra y a la descomposición de las democracias. Estoy íntimamente convencido". Más alarma no se puede lanzar. Tampoco se escuchaba a Churchill frente a la amenaza de Hitler.

Los riesgos de una crisis sin precedentes, con al menos tres referencias a la guerra, las críticas al actual modelo neoliberal —"una perversión del sistema anterior"— , al capitalismo acumulativo y "sus excesos", al progreso macroeconómico sobre los desequilibrios microeconómicos y a la primacía descontrolada del corporativismo ocuparon los 45 minutos de ese discurso que Macron pronunció con ocasión de la celebración del centenario de la OIT. Frente a esto, qué explicación hay para que ciertas derechas españolas defiendan el caño libre fiscal para las contadas grandes corporaciones de la nueva economía.

Una intervención "dramática" que fue objeto, no solo en Francia, de editoriales, análisis y valoraciones. "Sobrecogedor" es uno de los calificativos que mereció en el comentario de un medio informativo español. Le Figaro advirtió días antes de la "bomba" que lanzaría Macron en Ginebra. Lo confirmaron los titulares que recibió después: "Discurso histórico". "Macron se va a la izquierda". Hubo quien vio un giro keynesiano, sin novedades en las propuestas. Quien no vio nada pero le prestó atención. Quien, desde una derecha autosatisfecha que se niega "a ver el presente tal como es", lo descalificó. O quien leyó, probablemente con acierto, la crítica a la política económica que vino aplicando el propio Macron hasta que hizo la aproximación al fenómeno social de las protestas de los chalecos amarillos. El discurso de su primer ministro, días después en la Asamblea, muestra el cambio: un intento de respuesta a los excesos que son alimento para los populismos y la desafección con el sistema.

La intervención de Macron es para leer y para ver. Está en internet. Se entienda más o menos el francés, es para escuchar por la fuerza, la expresividad y la credibilidad que transmite en su palabras. En cualquier caso, la importancia radica en lo que dice y en la credibilidad no sospechosa de quien lo dice. No es precisamente un izquierdista, populista o nacionalista.

Atentamente.

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