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Días de recogimiento

Una oportunidad para ser feliz, con la lectura de Marías por ejemplo, sin el despelote de la Semana Santa consumista

SEÑOR DIRECTOR:
Para esta semana que iniciamos tengo sobre la mesa casi setecientas páginas de Tomas Nevinson, la que califican algunos críticos como la mejor novela de Javier Marías. Me encantó Berta Isla, la anterior obra que para un lector demostraba que la novela existe en medio de la autoficción como recurso, que equivaldría a la primacía del onanismo frente a compartir y buscar el placer en compañía. La editorial incluye en el ejemplar de Tomas Nevinson una franja de promoción que recoge de The Guardian: "¿Hay en Europa mejor escritor vivo que Javier Marías?" Comprenderá usted que carezco de base para contestar pero entiendo que es todo un elogio la pregunta.

Recuerda usted que ante la Semana Santa la señora Merkel ofreció una vez más un buen consejo. Me sirve de pretexto para la cita de la novela de Marías y para unos apuntes de lecturas que le comentaré.

Hablaba la canciller para los alemanes pero vale para todos los europeos. Ya sé que dio marcha atrás en parte de un paquete de medidas que suponían la paralización total de Alemania. Pidió perdón y asumió la responsabilidad personalmente. Confiemos en que esta cesión por las presiones frente al rigor ante los riesgos de los movimientos en Semana Santa no sea una nueva versión de "salvar la Navidad", aquel inmenso error político que tantas vidas se llevó por delante.

Abarrote de ensaimadas
Propuso Angela Merkel, y a ello voy, un tiempo de recogimiento para estos días que hasta la pandemia fueron de desenfreno viajero. No sé yo si aquello merecía ni el nombre de turismo. Recuerdo un domingo de Pascua de hace muchos años en Barajas. Me prometí, como el toro de las pipas, que dejaría este mundo sin viajar en Semana Santa. Las terminales de llegada eran auténticos abarrotes de ensaimadas en manos de viajeros que te las metían en la cara, te golpeaban la cabeza o protestaban airados porque en la aglomeración veían peligrar aquel tesoro industrial. ¡Hay que ser lerdo para venir desde Mallorca con algo que venden en cualquier esquina de Madrid! Compartirían luego aquella reseca ensaimada industrial con la familia o los amigos como un trofeo exquisito mientras mostraban el vídeo de las imágenes bobas que traían de las vacaciones en Mallorca.

Interpreto la sugerencia de la señora Merkel como un regreso, confesional o no, al viejo estilo de lo que era la Semana Santa antes de que el consumismo la desvirtuase incluso en la sociedad secular. Se puede ver la propuesta como una oportunidad para avanzar por la Biografía del silencio, de Pablo d’ Ors. La descubrí como una contribución positiva para recordar que se puede vivir de otra forma, y ser feliz, sin el alboroto y el despelote que marcaba la Semana Santa de la economía del turismo. Un camino, el que sugiere Pablo d’ Ors, que hasta donde yo lo entendí no presupone condición de creyente. En una ignaciana Semana Santa de mi juventud, en jesuitico retiro por La Moraleja, me despaché a plena satisfacción y con provecho el Don Juan y aseguraría que La Saga/Fuga de J.B. de don Gonzalo Torrente Ballester. Ya había encontrado al ferrolano por el Retiro y ya me había invitado a compartir mesa. Lo examinamos, según escribió luego en ‘Los Cuadernos de la Romana’, González Millán, compañero del alma que se fue muy temprano, y un servidor.

Morderse la lengua
Me encantó de Milena Busquets También esto pasará, disfruté con sus artículos de Hombres elegantes, antológicos muchos de ellos, pero Gema es, en alguien que escribe de maravilla, un abuso sin sustancia ni condimento, un recurso cómodo de una fórmula que fue éxito una vez. Y no me atrevo a empezar con Yoga, de Monsieur Carrère, por la advertencia que me transmitió una buena amiga. Estoy harto de esa fórmula que contrasta con lo que un aficionado como un servidor entiende por novela. Si de diarios o dietarios se trata, me quedo con Pla. Menos mal que el francés anuncia que deja la autoficción: a quién le importa si en lugar de escribir perdió la tarde viendo pornografía en internet. A qué freudiana motivación obedece exhibir esa intimidad.

MXNo sé yo si debería confesar mi saturación de autoficción cuando ando en peregrinación por las librerías detrás de Morderse la lengua de Darío Villanueva, experto y catedrático de literatura comparada. Aunque lo mío sea académicamente un desbarre, se me perdonará por no morderme la lengua como lector y periodista de oficio. Por no morderse la lengua disfruto los artículos de Marías. Son aire fresco que activa e irrita el unicornio, o la cabra con los cuernos fusionados, que se apodera de las redes sociales.

Por las dificultades para encontrar el libro del profesor Villanueva, deduzco que debe venderse bien. Espero encontrar en él argumentos para dejar de templar gaitas ante una castrante presión puritana y de pensamiento de dirección única. Por las declaraciones que he leído del exrector de la USC, el libro se presenta como necesario, urgente, y valiente frente a una Einbahnstrasse de obligado tránsito para todos, que prohíbe incluso las flores en las ventanas.

Esta temporada me resisto a comprar por internet. La adquisición desde el ordenador y a la espera de que llamen a la puerta de casa no me da el placer de las horas que cuando se podía viajar vivía en la librería Pasajes, próxima a la genovesa sede del PP. La compra en pantalla no permite, a la busca de otra primera edición de Cunqueiro, la charla amistosa con Couceiro en su compostelana librería. En la experiencia del confinamiento adquirió valor lo que era normalidad.

Fracaso y propaganda
No sabemos cuándo nos alcanzará el tercer grado y podremos viajar. El estrepitoso fracaso de la burocracia europea y la casta política que se amamanta en Bruselas para la adquisición y gestión de la vacuna nos mantiene en la celda de la prisión. El diagnóstico de Paul Krugman (El País, 20.03.21) debería ocupar a los líderes europeos. Un fracaso que no logra tapar la mayor operación de propaganda que se haya conocido y que practican con dinero de todos desde Bruselas, Madrid a las comunidades autónomas. Pretenden que creamos que se hace algo cuando después de un trimestre largo del anuncio de la llegada de las vacunas la mitad de los españoles mayores de ochenta años están todavía sin vacunar. ¿Qué final de túnel veían si el tren ni se mueve?

Mientras, avivo en esta celda la emoción de encontrar en un espacio de la primera planta de la Shakespeare and Company el mensaje que allí me había dejado mi hija un par de años antes. Busco el sabor del croissant y el café compartido en la primera hora de la mañana por el Barrio Latino, después de llevarla hasta la silenciosa y a aquella primera hora casi solitaria Gallimard para encontrarnos con el sancta sanctorum de la Pleiade. Y para decirle que allí, creo que hasta recuerdo la esquina, fue la primera y única vez que robé un libro. De Camus, por supuesto. Me absolverá usted: no tenía ni para una baguette. Pero el espíritu hay que alimentarlo.

De usted, s.s.s.

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