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Tiempos convulsos

El Rey se sitúa el jueves ante los escándalos de su padre, la ofensiva republicana y el ruido de los militares

Señor director: "Está delgado, con el pelo gris y profundas arrugas en torno a los ojos azules que brillan sobre la mascarilla quirúrgica sin símbolos ni banderas". Así describía, días atrás, Jesús Rodríguez a Felipe VI. Fue un reportaje amplio de dos páginas en El País. En ese trazado de expresión física quedaba reflejado el estado psicológico del Rey. "Soy de carne y hueso", dicen que responde cuando le preguntan cómo se encuentra. Incluso cuando ejerce de Rey y vela por la institución no deja de ser hijo y hermano.

Tres atizadores

Los escándalos económicos y fiscales de Juan Carlos I, con tres investigaciones abiertas, que un día sí y otro también aparecen como noticia, complican seriamente el trabajo de Felipe VI. Los problemas que arrastra de la familia coinciden o alimentan —no todo será fruto del azar— un objetivo republicano que promueve un sector de Unidas Podemos, socios incluso en el Gobierno de Sánchez. La llamada al punto final al pacto constitucional, al "régimen del 78", se presenta como solución mágica frente a un contexto de inestabilidad socioeconómica y política. La apertura de esta caja de Pandora se activó ya en legislaturas anteriores y por otros dirigentes.

Añádale usted a este escenario la irrupción de los militares, en la reserva, sí, pero militares. Cartas al Rey para que intervenga como un jefe militar preconstitucional, por encima de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Y repare en el tono, algo más que subido, de algunas de las conversaciones en las redes de esos militares en la reserva. Es una reaparición de una dramática tradición española de intervención y condicionamiento de la vida política desde el Ejército. Se entendía superada tras la intentona del 23-F y la incorporación de España a la Otan. El daño a una imagen de las Fuerzas Armadas constitucionales y modernas es innegable. Surge inevitablemente una pregunta sobre la formación que se les da a los militares en la Academia. Porque los que hicieron la guerrao participaron en el alzamiento, que algunos proponen de nuevo, ya no están.

Estación de destino

El intento de volar el pacto constitucional, con el cambio en la forma de Estado, como hacen algunos dirigentes de Unidas Podemos, recibía en un editorial reciente de El País la calificación de "irresponsable". Ese pacto constitucional, "el régimen del 78", dio el mayor período de libertades en la historia de España. "Es el pilar de la España moderna y su progreso". Son interrogantes abiertos cuáles son las razones para desmontarlo y cuál es eFelipe VIl modelo alternativo que proponen. Los promotores no desvelan la estación de destino. Unos querían recuperar la memoria histórica, como si el pacto del 78 para el final de las dos Españas no fuese un auténtico hecho histórico; otros ven la oportunidad de superar —desmontar— la democracia liberal y la economía social de mercado, y otros regresan con las fórmulas de un acentuado nacionalismo españolista, que mira hacia atrás como salvación, como respuesta a un tiempo de cambios e incertezas.

Como estamos en fechas de celebración oficial de Azaña, este símbolo republicano explicó que las consecuencias de la gran depresión del 29 comprometieron el éxito de la II República, nacida en plena crisis. Añadía además las aportaciones para el fracaso de una izquierda revolucionaria y una derecha fascista.

Los "falsos profetas de otras democracias" que pretenden ahora el derribo de la forma de Estado aprovechan un escenario de inestabilidad: la actual pandemia, con su impacto destructor sobre la actividad económica, irrumpe y agrava las consecuencias negativas no resueltas que dejó la depresión de 2008 en el empleo, en la destrucción de las clases medias y de su poder adquisitivo, o agrava un horizonte digno de estabilidad laboral e ingresos para los jóvenes que se destruyó a partir de 2008. 

Una prueba

Solo cabe la lectura de normalidad en la presencia de Felipe VI en la inauguración de la exposición "Azaña, intelectual y estadista. A los ochenta años de su fallecimiento en el exilio". En otras circunstancias la presencia de Felipe VI en ese acto sería subrayada como el encuentro de las dos Españas, como una muestra más de reconciliación y cierre de heridas como cuando el secretario general del PCE colocó la bandera roja, amarilla y roja en su despacho y aceptó al Rey como jefe del Estado, o como cuando Fraga Iribarne, presidente de la Xunta pero también exministro de Franco, depositó, con el alcalde de Barcelona Pasqual Maragall, un ramo de flores en la tumba de Lluís Companys, fusilado por el franquismo.

El discurso navideño del Rey está obligado a ser extraordinario el próximo jueves y no por la pandemia que afecta al mundo. Felipe VI afronta el mayor reto hasta ahora en esta tradicional alocución. Tendrá que ocuparse de las circunstancias que rodean al anterior jefe del Estado, que también es su padre, desplazado desde agosto en Abu Dabi y a los hechos que condujeron a esta situación. La ausencia del Rey emérito, que no regresará a España por Navidad como parece que deseaba, mejora los condicionantes escénicas para la intervención de Felipe VI. Tendrá que hacer referencia también a esos movimientos militares aunque sea de personal en la reserva. El Rey, bisnieto de Alfonso XIII que se fue al exilio, inauguró esta semana la exposición de uno de los artífices de la llegada de la II República y uno de sus políticos más significativos, tendrá que proponer de nuevo y reivindicar la España reconciliada, como ya le he escrito líneas atrás, que rompió el pesimismo de Azaña sobre los españoles y sus negros presagios de que aquella guerra civil no fuese la última vez en la que corría la sangre en España.

Curiosamente, cuando nunca tan activo estuvo el sentimiento antimonárquico, no se cuestiona la trayectoria del Rey desde que asumió la jefatura del Estado, tras la abdicación de su padre en junio de 2014. Hay excepciones como las que aún mantienen algunos, más allá del independentismo, frente al discurso tras el 1-O en Cataluña. Si la trayectoria de Felipe VI en la jefatura del Estado es impecable no hay más explicación para justificar un cambio que el quítate tú para ocuparlo yo, que me erijo en el intérprete de la voz del pueblo. La historia muestra múltiples veces que eso es desandar el camino de la democracia. La democracia "consiste en dividir y limitar el poder para que podamos disfrutar de nuestros derechos", exige transparencia y capacidad real de crítica, no en la forma de Estado.

De usted, s.s.s.

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