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Entre el Negus y Rimbaud: un viaje al reino del Preste Juan

EN ABRIL de 1973 dejé la dirección de El Ideal Gallego, con el nombramiento de corresponsal volante de Ya para viajar por el ancho mundo. Poco después me hicieron consejero editorial. Mi primer destino fue Addis Abeba, capital de Etiopía. Allí se celebraba la cumbre de la Organización de la Unidad Africana (OUA) y en ella tenía turno de palabra el independentista canario Antonio Cubillo, líder fogoso que pretendía «liberar» a las islas Afortunadas de los opresores «godos». Había que impedírselo.

El Negus y los cafres

En el Afrika Hall de Addis Abeba, sede de la Organización, conocí al emperador Haile Selassie, el Negus, líder de la iglesia cristiana, descendiente, cuentan, de Preste Juan, emperador del siglo XII. También saludé a un buen puñado de líderes africanos: Neto, Bokassa, Mobutu, el tanzano Julius Nyerere, y, cómo no, al inefable Idi Amín Dada, que acababa de dar su golpe militar en Uganda. Listos unos, cafres otros. Y no eran de la Cafrería, región desolada de Sudáfrica. Me fui por Amín, orondo dentro de su ajustado uniforme militar.Tras un intercambio de saludos le pregunté si tenía algún mensaje para España. «¿España? ¿Eso está en Portugal?». «No, no -lo ilustré-, vecina de Portugal pero…». «Bueno -me interrumpió-, lo que tenga que decir para… lo diré oficialmente. ¿Cómo dice que se llama su país?» En 1974, Idi Amín fue elegido presidente de la OUA, con sede en Addis Abeba. Se aseguraba que era caníbal. Para el Negus, sólo elogios. Su árbol genealógico lo acreditaba: arranca de la mismísima reina de Saba, que visitó y enamoró -en el lecho- a Salomón, rey sabio de Israel, que, para pagar por su lujuria, levantó el Templo de Jerusalén. Ella se fue cubierta de oro y joyas. Eso cuenta la Biblia.

Antes de los veinte años, dijo Claudel, "se curó de la poesía"

Rimbaud, el contrabandista

Confieso que soñaba con encontrar las huellas del poeta francés Arthur Rimbaud, el más grande de cuantos ejercieron el oficio de la poesía en el siglo XIX. A los 19 años, después de escribir los poemas más letales y hermosos, escapó de París y reapareció, años después, en la ciudad abisinia de Harar, donde comerció y contrabandeó con marfil, oro y armas, sobre todo, y donde se puso ciego de alucinógenos. Pero, hasta su muerte, no volvió a escribir un solo verso, que sepamos. Antes de los veinte años, dijo Paul Claudel, otro gran poeta también francés, converso y cristiano, «se curó de la poesía». Vivió en Etiopía durante el reinado del gran emperador Menelik. Castigado en su cuerpo y en su ánimo por todos los abusos, gravemente enfermo, abandonó Etiopía por el puerto de Aden, y, desde allí, navegó rumbo a Marsella atravesando por el canal de Suez. Hospitalizado, se vistió con el hábito de la tercera orden franciscana, hizo confesión general y «se dejó morir sin más ni más», como decía Sancho de Alon- so Quijano el Bueno en trance semejante.

La tristeza de Francisco

La muerte y funeral del cristiano Rimbaud me trae a la memoria la foto del Papa Francisco que sirvió la agencia France Press hace unos días. ¿Qué le pasa al Pontífice? Está como perdido, como si estuviera esperando una señal del cielo para salir corriendo. No me extrañaría. Ya ha probado los Ramos y la Pasión; quieren acobardarlo para que no siga adelante con la reforma de la Iglesia. Aún no ha echado de su entorno a sus peores adversarios que, incluso, lo acusan de cismático. Comunista ya lo han llamado. Hasta monseñor Celli, portavoz del Vaticano, dice que en el seno de la Iglesia se vive un momento «delicado» y que hay «malestares» que el Papa conoce. ¿Se ha quedado sin fuelle? Tal vez esté confuso. Unas vacaciones en «su» franquicia de la ría de Arosa… Tampoco está teniendo suerte con los nombramientos de obispos en España. Echarse en brazos de Parioli -calle de un barrio residencial de Roma- para buscar obispos no es un acto reformista. Y después, los exégetas, que falsean sus palabras. ¡Claro que el Papa desea que los divorciados vueltos a casar puedan acceder a la Eucarista! Y que es «moralmente necesaria», en algunos casos de violencia, la separación del matrimonio.

Sigo en Addis Abeba, no he cancelado mi habitación del viejo Ghion. Tengo cena con Salvador García de Pruneda, embajador de España y buen novelista. Recuerdo '‘La soledad de Alcuneza’'.

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