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Estos valencianos...

TENGO FAMILIA EN Alicante y quiero a los valencianos. Hablo sólo de dos que hasta físicamente se parecen como un huevo a otro huevo, es decir, que parecen el mismo huevo. Véanlo:

-Diseño de página, please, ponga las dos caras sin nombre debajo. ¿Quién es Ximo y quién es Jordi? Los dos socialistas, ¿recuerda?, los dos muy importantes. Don Ximo es presidente de la Comunidad Valenciana. Tras una serie de derrotas como candidado el PSOE, por fin lo ha conseguido, prometiendo la luna a los chicos de Compromís. Entre las componendas - eso significa compromís- estaba reabrir el Canal 9, la televisión autonómica que cerró el PP. Pues no habrá Canal 9 el 9 de octubre próximo. Es una ruina, piensa, y, en vez de buscar soluciones, prefiere recular, que es lo suyo. Mala suerte… cumplir lo prometido no siempre es rentable sino todo lo contrario.

El otro, don Jordi, también es veterano en la búsqueda de la felicidad; y feliz fue tres años como ministro de Administraciones Públicas de Zapatero, que creyó que el eterno asesor de lo que fuera bien se merecía un ascenso. En tres años demostró lo que no valía, incluso como profesor de economía del presidente leonés, al que prometió ponerlo al día con un curso abreviado de dos tardes. Otra promesa no cumplida. Su momento sublime, sin embargo, fue en octubre de 2012, cuando, según testigos, calentaba el teléfono hablando con Bruselas y gritando: "¿A qué esperan esos negados de la Comisión para rescatarnos?". A él sí que lo rescató Elena Salgado: la doña le sacudió el sillón y el pobre salió tarifando. Así que volvió a sus tareas de asesor avizor por si otro Zapatero, llamado tal vez Pedro Sánchez, le daba nueva opción en su equipo de… asesores aspirantes a asesores del nuevo posible hipotético y futuro presidente. Y ahí está el asesor de futuribles para los presupuestos, esa «birria», señala don Jordi, para confeccionar la cual Montoro no ha tenido que romperse la cabeza. Tiene razón, mire, porque, si don Jordi es licenciado en Ciencias Económicas, don Cristóbal no es doctor y tiene cátedra en el CEU, con una experiencia en presupuestos de dos legislaturas, que suelen ser de cuatro años, salvo para Artur Mas, el Tsipras español -perdón- convocando plebiscitos.

A ninguno de estos dos preclaros valencianos he tenido el gusto de tratar; menos aún puedo presumir de ser amigo. Los señalo porque ambos han dado muestras de su valía: no pasa nada, son prescindibles. Son idénticos -un huevo, dos huevos, igual a un huevo- y ya han probado las mieles del poder. Pero, sobre todo, me resulta repulsivo que se hayan pasado la vida arañando briznas de poder -de beneficio, siguiendo la consigna de Cela de que quien resiste gana. Don Ximo ni siquiera es capaz de convencer a los alcaldes de que gobernar no es quemar la historia con las placas de las calles y asegurar que no ha existido. Ya me gustaría a mí repasar el árbol genealógico de estos dos valencianos y de alguno más.

¡Ah, y del bracete, don Emiliano García Page, el orondo presidente de Castilla-La Mancha, que está que no le atan los botones del chaqué. No es valenciano sino de Toledo, pero para el caso, sirve lo de que no hay dos sin tres. Logró el sillón autonómico trapicheando con Podemos y brindó por haber echado a María Dolores de asiento. Toledo bien vale una misa y, como Sede Primada, allí las misas valen por lo menos el doble. Mi amigo Genín -Eugenio Casimiro López- era fiscal primado de Toledo, no crean. Imaginen don Emiliano, con banda y bastón, y no bajo palio, como se hacía en la procesión del Corpus cuando era alcalde de la ciudad. Estaría feo.

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