Blog | Que parezca un accidente

¿Y si tú fueses Will Smith?

Will Smith
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COMIENZOS DE 1976, en la mañana posterior a una cena organizada por Carmen Balcells en Barcelona, Gabriel García Márquez se ofreció a llevar al aeropuerto a Patricia Llosa, esposa de Mario Vargas Llosa, que se hallaba en Perú. Desafortunadamente, García Márquez se equivocó de camino y su pasajera perdió el vuelo, lo que impidió que pudiese reunirse con su marido en Lima. Según cuenta Gerald Martin en Gabriel García Márquez: una vida, el escritor colombiano aprovechó aquella circunstancia para hacerle a Patricia una oferta poco apropiada. Plinio Apuleyo, amigo y biógrafo de García Márquez, se refirió a una posible "insinuación desafortunada".

Semanas después, el 12 de febrero de 1976, se estrenaba en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México la película La odisea en los Andes, cuyo guion había escrito Vargas Llosa. El autor peruano se encontraba en el vestíbulo del edificio cuando García Márquez cruzó la puerta de entrada y, dirigiéndose hacia su amigo con los brazos abiertos, exclamó: "¡Hermanito!". En ese momento Vargas Llosa le atizó tal puñetazo en la cara que lo mandó al suelo. "¡Esto es por lo que le dijiste a Patricia!", le gritó. Y nunca más volvieron a dirigirse la palabra.

Desconocemos la motivación interna que llevó a Vargas Llosa a reaccionar así tanto tiempo después. Puede que aquel derechazo fuese concebido como un acto arcaico de justicia, igual que el caballero medieval restauraba el honor de su dama a través de una justa. Tal vez se tratase de una meada territorial, como un perro que marca aquello que le pertenece. Quizá lo moviese el deseo de venganza de la propia Patricia, incapaz de reaccionar aquella mañana en Barcelona por temor a un enfrentamiento con el hombre que la llevaba en coche. Gerald Martin dejó entrever en 2015 que aquel puñetazo era la respuesta a mucho más que una "insinuación desafortunada" y que la tensión entre ambos escritores venía de más atrás. De lo ocurrido aquel 12 de febrero de 1976 ignoramos casi todos los elementos subjetivos. Lo único que sabemos es que Mario Vargas Llosa se giró hacia Gabriel García Márquez y le calzó una hostia. Nada más.

"La opinión pública se ha lanzado a conjeturar los elementos subjetivos que explican por qué el actor reaccionó de esa forma"

En el caso de Will Smith, la opinión pública se ha lanzado a conjeturar los elementos subjetivos que explican por qué el actor reaccionó de esa forma y se han elaborado distintos diagnósticos,que van desde el machismo hasta el sentido de la propiedad, pasando por el bonus pater familias. He leído de todo. Sin embargo, como ocurre con García Márquez y Vargas Llosa, lo único que sabemos objetivamente es que Chris Rock hizo un chiste sobre la alopecia de Jada Pinkett, Will Smith se acercó a él y le pegó un bofetón.

Desde el punto de vista objetivo, esa reacción resulta intolerable. Lo tenemos claro todos —que para algo somos sensatos, ponderados y jamás nos hemos dejado llevar por un impulso emocional—. A las palabras se responde con palabras. Nada justifica que una persona le pegue a otra por algo que esta haya dicho. Los elementos subjetivos son irrelevantes a la hora de censurar una respuesta violenta porque es inadmisible. Y sin embargo, esos elementos subjetivos sí son importantes para comprender por qué alguien reacciona como lo hace. Porque nos ayudan a ponernos en su lugar.

Nadie sabe si la tensión entre Will Smith y Chris Rock venía de más atrás. Hemos descubierto que el cómico ya se había burlado de Jada Pinkett en un escenario, pero ignoramos si también lo venía haciendo en su cara. Cuántas veces. Durante cuánto tiempo. Desconocemos si la enfermedad capilar de Jada Pinkett le está provocando un padecimiento mayor del que nos imaginamos. Desconocemos si eso está afectando a la convivencia de su familia o a la relación entre ella y su marido. Si se sienten frustrados, si ese problema les atormenta más de lo que podemos suponer. Desconocemos si Chris Rock estaba al tanto todo esto. Si Jada Pinkett ya le había pedido en alguna ocasión que dejase de humillarla. Si Will Smith le había advertido una docena de veces que no volviese a martirizar a su mujer. No sabemos si a Chris Rock esto le daba igual. No sabemos si Jada y Will le avisaron de que la próxima vez que la hiciese sufrir habría algo más que palabras. No sabemos nada.

Por supuesto que está mal responder con una hostia. Objetivamente mal. Nada lo justifica. Eso lo sé yo y lo sabe todo el mundo. Incluso lo sabe Will Smith. ¿Pero quiénes somos nosotros para asumir por qué reaccionó de esa forma, por qué reventó esa noche cuando vio que su mujer se sentía denigrada? No debió hacerlo, pero yo no me atrevo a juzgarlo. Y mucho menos, tan a la ligera como se está haciendo. ¿O acaso nos comprometemos todos a garantizar que siempre vamos a reaccionar de forma racional y moderada sean cuales sean las circunstancias? ¿Alguien puede asegurar que nunca va a perder los nervios pase lo que pase? Y una mierda.

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