Blog | Que parezca un accidente

Otra vez el azar, otra vez el destino

A VECES LAS cosas, para ponerse de cara, tienen que ponerse primero de culo. Hay algo inevitable en todo ese proceso.

De alguna forma, tiene mucho que ver con el destino, que no existe, pero lo hace. Ayer por la mañana, por ejemplo, estuve casi una hora intentando aparcar. El tiempo transcurre mucho más despacio cuando uno no encuentra aparcamiento. Tuve la sensación de envejecer allí dentro. Cada vez que pasaba frente a mi portal me parecía ver a mi hija creciendo por momentos, encontrando un trabajo, teniendo hijos, jubilándose y cuidando de sus nietos. En cuanto llegué a mi calle, una hora antes, vislumbré un sitio libre al fondo, pero pensé que era mejor no arriesgarse. Que habría alguno más en las calles adyacentes. Y giré a la derecha en lugar de fiarme de mi intuición. No había ninguno.

Cuando volví a pasar por mi calle por segunda vez -en total lo hice unas veinte- comprobé cómo alguien aparcaba en la plaza que me había parecido ver al principio. Si no hubiese girado, si hubiese aprovechado mi suerte, no habría estado una hora dando vueltas. Pero a partir de mi error todo se fue sucediendo de forma encadenada para que ninguno de los aparcamientos que iban quedando libres fuese mío. Siempre los ocupaba el coche que iba delante de mí. Como si yo me encontrase en todo momento unos metros, unos segundos por detrás de donde debía estar.

Aquella situación insoportable y defectuosa me recordó a esa escena de El curioso caso de Benjamin Button en la que un taxi atropella a Daisy en París. Daisy Fuller es un personaje clave en la historia, sin embargo ni siquiera aparece en el relato original de F. Scott Fitzgerald. Podría parecer inspirado en Hildegarde Moncrief, la mujer de Benjamin, pero está a varias novelas de distancia. Su incorporación a la narración, su posición central en la película -que permite enfocar la trama desde una perspectiva distinta y, en mi opinión, mucho más interesante- fue todo un acierto por parte de David Fincher y Eric Roth.
En esa escena se explica la concatenación de circunstancias que desembocan en el accidente de Daisy. «A veces nos disponemos a estrellarnos y no lo sabemos. Ya sea casual o deliberadamente, no hay nada que podamos hacer al respecto», reflexiona el narrador -es decir, el propio Benjamin-a partir de un planteamiento determinista que, por algún motivo, se abandona un poco más adelante. A continuación se detallan una serie de hechos aislados y sin relación entre sí que se van produciendo en los momentos previos al atropello y, por último, se plantea una hipótesis que funciona como fotografía de ese perfecto engranaje que denominamos azar:


"Mientras el taxi estaba parado esperando a que cambiara un semáforo, Daisy y su amiga salieron por la puerta de atrás del teatro. Y si tan solo una cosa hubiera ocurrido de otra forma, si ese cordón no se hubiera roto, o ese camión se hubiera apartado segundos antes, o ese paquete hubiera estado envuelto porque la dependienta no hubiera roto con su novio, o ese hombre hubiera puesto la alarma y se hubiera levantado cinco minutos antes, o ese taxista no se hubiera parado a tomar un café, o esa chica no se hubiera dejado el abrigo y hubiera cogido el taxi anterior, Daisy y su amiga habrían cruzado la calle y el taxi habría pasado de largo. Pero siendo la vida como es, una serie de vidas cruzadas e incidentes que escapan a nuestro control, ese taxi no pasó de largo. Y ese taxista se distrajo un segundo. Y ese taxi atropelló a Daisy y le destrozó la pierna".

El azar parece componerse de una serie de piezas caóticas e inexactas que forman un orden concreto


En ocasiones el azar parece componerse de una serie de piezas caóticas e inexactas que, sin embargo, observadas en conjunto sobre el tablero, forman un orden concreto. Puede no dar esa impresión a corta distancia, pero encajan. Responden a un patrón. Existe en todo ello una compleja pero precisa geometría. No obstante, tengo la sensación -la tuve mientras intentaba aparcar- de que, si las circunstancias variasen, serían otras las piezas que ocupasen su lugar y la maquinaria terminaría engranándose otra vez y de igual forma. Es indiferente que yo no tomase la decisión correcta al girar en mi calle. Otra eventualidad habría sucedido de inicio y, con el proceso en marcha de nuevo, yo habría tardado igualmente una hora en aparcar. Del mismo modo que Daisy se habría destrozado la pierna en todo caso. "Ya sea casual o deliberadamente, no hay nada que podamos hacer al respecto".

Hasta este jueves no había reparado en el destino. Creía que el azar era fruto de la casualidad. Hoy, sin embargo, me han enviado una sentencia que confirma la teoría. Se trata de la resolución de un recurso de apelación en un juicio de faltas ante la Audiencia Provincial de Girona. El condenado alega que en su momento se falló en su contra porque no pudo comparecer en el acto del juicio y no se pudo defender. Y no pudo comparecer por el siguiente motivo (cito textualmente el recurso, escrito a mano): "Señor juez, el motivo por el cual llegué tarde es que, justo cuando decidí salir de casa para presentarme a la citación, me entraron ganas de cagar y no podía aguantarme. Y por ese motivo presento recurso de apelación".

Algo me dice que, de no haber sido por esa urgencia, nuestro honrado y sincero condenado tampoco se habría presentado a la vista oral. Otra vez el universo. Otra vez las cosas poniéndose de culo. Otra vez el azar. Otra vez el destino.

Comentarios