Blog | Que parezca un accidente

Por qué no me gusta Batman

AHÍ ESTABA la batseñal. Estampada sobre la fachada de varios edificios alrededor del mundo, como si un pajarraco enorme se hubiese estrellado contra un cristal. Pudo verse la semana pasada en ciudades como Sao Paulo, Nueva York, Tokio o Montreal a propósito del 'Día de Batman'. También en Barcelona arrojaron al murciélago sobre la cúpula del Palau Nacional, en Montjuïc, la noche del 21 de septiembre.

Ese día se conmemoraba el octogésimo aniversario del nacimiento del Caballero Oscuro, un personaje ideado en 1939 por Bob Kane y Bill Finger a partir del ejemplo de otros cruzados contra el crimen en los que se inspiraron sus creadores. Es el caso de El Zorro, La Sombra y Black Bat, entre otros. Ellos también ocultaban su rostro. Ellos también utilizaban otra identidad. The Black Bat era, de hecho, un hombre murciélago que llevaba una máscara y vestía de negro. Sospecho que lo de 'inspirarse', en este caso, quizá se quede un poco corto.

No obstante, hay un par de diferencias notables con El Zorro, La Sombra y Black Bat. El Zorro era una especie de versión renovada de Robin Hood: luchaba contra la opresión de los poderosos para liberar al pueblo; por eso era considerado un héroe. La Sombra y Black Bat disponían de habilidades psíquicas y físicas sobrenaturales, tal y como ocurre con los superhéroes. Pero Batman no tiene ni una cosa ni la otra. Batman es un tipo que lleva la cabeza cubierta, viste una malla, conduce un coche muy caro y se dedica a tomarse la justicia por su mano. Eso es todo. Como si a Fernando Alonso le diese por ponerse el nombre de un bicho para ir por ahí metiendo a los delincuentes en vereda. Ya me contarán.

En mi opinión, Batman es el peor superhéroe de la historia. Hasta tal punto que parece una broma. Se trata de un pobre millonario con un trastorno mental evidente —se disfraza de murciélago para combatir a los criminales, por el amor de Dios— que se construye una cueva debajo de su casa y sale por las noches a pegarle una paliza a los criminales que pille in fraganti en su ciudad. Al muy chalado se la sopla la ley. Cree que si alguien comete un delito, él está legitimado para partirle la cara allí mismo. Sin un juicio. Sin una sentencia. Sin hechos probados. Él interpreta lo que ve, decide el castigo y lo ejecuta a base de porrazos. Que alguien me explique por qué se le considera un paladín de la justicia y no un pirado violento y peligroso.

Alguno podría argumentar que otros superhéroes hacen lo mismo. Spiderman también alecciona a los malhechores de vez en cuando. Lo mismo que La Sombra y Black Bat. Pero al menos esos señores tan ridículamente ataviados poseen algún poder especial, maldita sea. Batman no vuela, no tiene superfuerza, no se hace invisible, no tiene rayos X, ni rayos láser, ni rayos UVA. Es un tipo normal y corriente con una capa a la espalda que emplea su tiempo vigilando a sus conciudadanos desde las sombras por si estima que debe dejarle a alguno de ellos la cara como un mapa. No se dedica a disfrutar de su herencia. En vez de eso, prefiere pasar las noches haciendo de justiciero para regresar por la mañana a su mansión, en la que vive solo con un mayordomo inglés que encima lo anima con ese delirio suyo.

Y esta es quizá una de las claves de la idiosincrasia de Batman: su fortuna. Habría que ver si saldría a combatir el crimen por las noches si fuese mileurista y a las ocho tuviese que estar en la oficina para fichar. Batman se dedica a eso porque puede. Porque no le importa qué hora sea. Porque le parece una idea magnífica gastarse un dineral en un montón de cachivaches con los que alcanzar una posición de preeminencia sobre los delincuentes y la policía. Y lo curioso es que no da la impresión de considerar su conducta como un comportamiento extravagante o, al menos, peculiar. Intuyo que si a la hija de Amancio Ortega le diese por disfrazase para salir por Coruña a perseguir el crimen armada con dispositivos carísimos, a él le parecería de lo más normal.

Batman es un lunático se mire por donde se mire. Es cierto que sufrió un trauma enorme cuando de niño presenció cómo sus padres eran asesinados por un delincuente que quería atracarlos, pero eso no justifica que te pongas un pijama y salgas a zurrarle a nadie, caramba. Estás mal de la cabeza, amigo.

Sólo hay una cosa que justifique que tanta gente saliese a celebrar tu cumpleaños la semana pasada, y es lo poco que le gustan a nadie los tipos a los que te enfrentas: el Joker, el Pingüino, Hiedra Venenosa, Enigma… El hecho de que a la gente no les caigan demasiado bien tus rivales es lo que te otorga a ti cierta ventaja. Lo cual, ahora que lo pienso, se parece bastante a lo que probablemente va a ocurrirle a Íñigo Errejón. Ya ven ustedes qué cosas. Que alguien vaya activando la batseñal.