Blog | Que parezca un accidente

Reservoir Dogs, signifique lo que carajo signifique

Reservoir Dogs. MARUXA

EL ROCK Y el pop se fueron al carajo en el año 2000. Más o menos como todo lo demás. Aquel fue el histórico momento en el que los ordenadores, contra todo pronóstico, no se volvieron locos. La época en la que al futuro le dio por presentarse tras una cascada de cifras verdes cayendo por una pantalla. Los años durante los que la modernidad eligió el desafortunado camino de las mechas, los chándales y las gabardinas de cuero. Cualquier tiempo pasado nos parece mejor, en efecto, salvo si se trata de los inicios del siglo XXI.

Mientras Ethan Hunt y Lara Croft se batían el cobre en las pantallas de cine por ver cuál de los dos resultaba más inverosímil, el rock descendía a los infiernos con el new metal. Papa Roach, Linkin Park y Limp Bizkit se encargaron de rematarlo. En cuanto al pop, las cosas no marchaban mucho mejor. Estados Unidos se sumergía en esa extraña melaza llamada punk pop, las bandas británicas que valían la pena se habían quedado boqueando en la orilla del nuevo milenio y para el auge del indie —sea lo que sea eso— todavía faltaban unos años. Sólo Bono y sus chicos se atrevieron a hacer un último esfuerzo por salvar a la criatura: en el año 2000 U2 publicaba All That You Can’t Leave Behind, quizá el último álbum interesante de la banda hasta la fecha.

En el disco hay varias canciones redondas, bien construidas, pero si algo me llamó la atención desde el principio fue el riff de la canción Elevation. Como el propio The Edge explicaría años más tarde en el documental It Might Get Loud, gracias a los pedales conseguía armar un potente recurso que, en realidad, despojado de efectos, consistía sencillamente en la alternancia de dos notas. Siempre me gustó esa canción por ese riff. Me sorprendía a mí mismo cantándola en la ducha o en el coche. Tocándola con la guitarra. Por eso me desconcertó descubrir que, según una encuesta de BBC Radio, los oyentes la despreciaban porque consideraban que, junto a Champagne Supernova de Oasis, tenía la peor letra de la historia.

Aquello me recordó a una entrevista en la que le preguntaron a Quentin Tarantino qué significaba el título Reservoir Dogs» En realidad, Tarantino había elegido el nombre de su primera película mucho antes de sentarse siquiera a escribirla. Era el resultado de combinar el título de Straw Dogs, la controvertida película de Sam Peckinpah, y el de Au Revoir Les Enfants, que Tarantino no era capaz de pronunciar correctamente y que en su vocabulario habitual había pasado a llamarse "the reservoir movie". Pero cuando le preguntaron qué significaba "Reservoir Dogs", contestó: "Es sólo el título perfecto para esos tíos. Ellos son reservoir dogs, signifique lo que carajo signifique".

Con las canciones ocurre lo mismo. Qué importa el significado de la letra si lo que te encanta es tararearla en la ducha o cantar su estribillo a pleno pulmón cuando vas en el coche. Lo bueno de la música es la capacidad que tiene de emocionarte. De conectar contigo sin necesidad de decir nada más que "yeah, yeah, yeah". Por eso Champagne Supernova es un temazo. Tal vez, de lo mejor de Oasis. Y lo es signifique su letra lo que carajo signifique.

En el caso de Elevation, sin embargo, ya no estoy tan seguro. Pero qué diablos, por lo menos tiene un buen riff. Menos es nada.

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