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Concepción Arenal y su política del espíritu

Concepción Arenal. DP
photo_camera Concepción Arenal. DP

Cada vez es más fácil: observarnos, sabernos, estar. Con sólo una mirada cómplice reconoces a tu igual, pero el miedo al desigual hace que en ocasiones, las diferencias se agranden, y que esas mismas diferencias justifiquen, también en ocasiones, un eterno odio al otro. Y esta máxima del reconocerse, del saberse y del estar, parece difuminarse en tiempos de cólera, lo que podría pasar, por ejemplo, durante las próximas elecciones municipales.

Es fácil comprender que es un odio que proviene de un temor absurdo y por eso habrá que darle una importancia relativa, o eso por lo menos es lo que intento hacer yo. Aunque siempre hay alguien más listo que consigue capitalizar el miedo del rebaño para satisfacer sus intereses mezquinos. Y de ahí la tirria que históricamente nos han impuesto a la religión o al partido político del otro, cuando en realidad seguimos hablando de personas. Con distinta identidad, ideología o religión, pero simples personas.

Simón de Montfort, quinto conde de Leicester y principal protagonista de la Cruzada contra los cátaros, en uno de los episodios más crueles de la primavera de 1210, mandó dejar ciegos y mancos a más de cien de sus habitantes a los que ordenó cortar también las orejas, labios y nariz, excepto a uno, al que le dejó un ojo para que pudiera guiar a los demás hasta la ciudad de Cabaret, la cual también pensaba asediar. Exterminó a parte de la población sin tener en cuenta su filiación religiosa mientras pronunciaba la frase "Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos" sin distinguir en la matanza a sus propios colegas cristianos de sus odiados herejes. Y todo por el temor al otro, al diferente, al que simplemente no piensa como tú.

En breve nos sumergiremos (queramos o no) en unas elecciones municipales en las que seguro habrá algún conde jodón que siga, como Simón de Montfort, haciendo pagar a justos por supuestos pecadores.

Aunque parezca que nuestra visitante ilustre nada tenga que ver con mi reflexión, es justo todo lo contrario, pues Concepción Arenal tuvo que luchar contra ese miedo que muchos presuponían que había que tenernos a las mujeres. Y es que el miedo es libre y las causas que lo justifican caprichosas.

Entendió la vida, la política y la escritura desde un prisma de empatía consiguiendo el acercamiento de posturas imposibles"

Nacida en Ferrol en enero de 1820, Concepción Arenal es considerada la madre del feminismo español. Su deseo de ser abogada (en tiempos de cólera) la hará tener que disfrazarse de hombre para poder ingresar como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid. Para ello, tuvo que cortarse el pelo, vestirse con una levita, una capa y un sombrero de copa, ya que resultó ser la única manera de poder acceder a aquellas ansiadas clases. Y aquí comienza su mérito, puesto que cualquier persona que es capaz de renunciar a su propio ser como único modo de acceder al mundo del saber y del conocimiento, merece una calle en cualquier parte del mundo. El rector de la universidad pronto descubrió su verdadera identidad, aunque la dejó asistir a las clases, tras hacerle un examen y obligarla, eso sí, a sentarse en un lugar diferente al de sus compañeros.

También vestida de hombre pudo participar en tertulias políticas y literarias, pues por aquella época tener ideas liberales y progresistas estaba mal visto, casi tanto como ahora en no pocos ámbitos.

Y es que es probable que alguno de nosotros también hayamos tenido que mentir o disfrazar nuestros sentimientos o convicciones, para que nos tengan en cuenta en este sistema todavía plagado de exclusiones. O para intentar que nos acepten en ese lugar en el que nos han enseñado desde pequeños que tampoco nos corresponde, por un sinfín de estúpidas razones.

Concepción Arenal entendió la vida, la política y la escritura desde un prisma de empatía, consiguiendo el acercamiento de posturas imposibles para aquella época: hombres-mujeres, educación- gratuidad, derechos mendigos o delincuentes-compasión. Y nadie como ella entendió las adversidades de los mas débiles, promulgando una "política del espíritu" a través de la compasión por los que más sufren y poniéndose en el lugar del otro para comprender sus necesidades y planteamientos, y así poder llegar a acuerdos. "Odia el delito y compadece al delincuente" es su frase más célebre y nos muestra la cara más compasiva de esta gran mujer. Su filosofía de vida partía de las personas y no de los posicionamientos. Y ese, precisamente, es su mayor logro. Y del que debemos todos aprender.

En el programa de actividades de la Diputación de Pontevedra de este año 2023 en "Aquí faltan páxinas" se homenajeará entre otras mujeres a Concepción Arenal en el mes de mayo, a través de un podcast que dirigirá la escritora, crítica literaria y profesora universitaria Anna Caballé, quien ha ganado el Premio Nacional de Historia por su obra Concepción Arenal. La caminante y su sombra. Anna, en una entrevista en El País realizada por Laura Fernández, afirma que "este premio es un reconocimiento a la propia figura de Concepción Arenal, y eso es algo que se le debía". Y que seguimos debiéndole. Y la reflexión de Caballé es igual de desgarradora que la que me sigo haciendo yo y probablemente cualquier mujer,
pues defiende que "Concepción Arenal se preocupaba por cosas de las que hoy siguen preocupándonos, como la desigualdad social, la desigualdad de género y la necesidad de fomentar una educación plena que haga comprender que los individuos son sujetos de derechos, pero también de obligaciones".

Y esta preocupación compartida por tantas mujeres y hombres, nos lleva a una conclusión sencilla, que es que debemos seguir dignificando a quienes han luchado por conseguir esta ansiada igualdad, que aún hoy en día, ni es real ni es efectiva.

Recordarla, mantener su memoria viva y elogiar su trabajo, es fácil. Aprender del pasado para seguir avanzando, será nuestro  agotador desafío.

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