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Esto es agua

EN LA ceremonia de graduación de la promoción de Ciencias Sociales y Humanidades del año 2005 en el Kenyon College de Ohio (Estados Unidos) invitaron al escritor David Foster Wallace a presentar el acto. A pesar de su timidez para hablar en público, obsequió al auditorio con un inspirador discurso en el que compartía sus más profundas inquietudes acerca de la necesidad del ser humano para "aprender a pensar" y sobre la propia vida. Para Foster "las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuestan de ver..." narrando una historia, a modo de parábola, en la que dos peces jóvenes se cruzan con un pez mayor que nada en dirección contraria. Cuenta Wallace, que tras saludarse, el mayor pregunta a los jóvenes: "Buenos días muchachos ¿cómo está el agua? Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno se gira hacia el otro y pregunta ¿Qué demonios es el agua?".

Durante su alegato titulado Esto es agua logró captar la atención de todo el auditorio y convirtió a su autor en un fenómeno viral, pues muchos fueron los alumnos que compartieron su discurso íntegro, cautivados por la elocuencia del escritor.

Para él, en la vida real no hay nada evidente, pues todo depende de las creencias y de la forma en la que cada uno de nosotros da sentido a lo que le rodea "la misma experiencia exacta puede querer decir dos cosas distintas para dos personas distintas". Eso sí, el respeto por el pensamiento del otro, para este autor, no necesariamente invita al entendimiento mutuo. Por tanto, es válido tener unas creencias o asimilar las experiencias de una u otra forma, pero invita a cada uno a formar decisiones conscientes, siendo capaces de mirar más allá de lo que damos por sentado en nuestro interior.

Para Foster Wallace "lo único que es cierto, con C mayúscula, es que cada uno tiene la oportunidad de decidir cómo va a intentar ver las cosas". Y esta es la auténtica libertad. "Lo que verdaderamente importa no es la capacidad para pensar, sino en decidir sobre qué decidimos pensar" animándonos a "no estar muertos en vida".

Para Wallace "nuestro comportamiento, ambiciones, formas de ver o darle sentido a la vida tienen que ver con el valor real de una verdadera educación, y no tiene nada que ver con el conocimiento, la nota ni los títulos, y sí, en gran medida por la simple conciencia de algo que es tan real y tan esencial, tan oculto y a la vista de todos nosotros, que tenemos que recordárnoslo una y otra vez: "Esto es agua... Esto es agua".

La vida misma nos da dos versiones distintas de un mismo hecho. Y un mar de dudas empaña la poca credibilidad de instituciones, organismos y cargos públicos de los que aunque nunca dudamos de su existencia (pues muchos existen gracias a nuestros impuestos) muchas veces desconfiamos de su buen hacer. Y es que hay peces y peces.

Que una presidenta de una comunidad mienta no es nada novedoso. Que el director de un máster mienta, tampoco. Que el propio máster no sirva hoy en día para casi nada, también somos conscientes. E incluso a estas alturas, que mientan la mayoría de nuestros políticos, resulta una obviedad. Pero que sean tantos los que miren hacia otro lado cuando se comenten delitos o ilegalidades, muestra una sociedad enferma y oprimida.

Como decía Wallace, la realidad más obvia es a menudo la que más nos cuesta ver. Y por consiguiente, cambiar las cosas tendrá que ser más fácil de lo que pensamos.

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