Blog | El portalón

Lo eterno

Bien se merece dedicar una vida a su búsqueda
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Esta semana he sabido que cuando hace mil años el Círculo Filosófico Soriano invitó al pedagogo Gregorio Luri a dar una charla le dejó las cosas claritas. "Sepa usted que aquí en Soria solo nos interesa lo eterno". Qué declaración de principios, qué manera de centrarnos.

Ese club ya no existe, y no me extraña, porque están los tiempos mucho más volcados en lo efímero. Lo llena todo, tanto, que a veces parece tener continuidad y haber, de hecho, algo eterno en esa concatenación de chorradas, de rapideces, de evanescencias. Tú entras en las redes, las que sean, observas que se está hablando de un temilla del que nada sabes y, si te interesa lo más mínimo, puedes informarte en un plisplás. Pero si renuncias porque estás perezosa o gravitas hacia lo eterno, como los sorianos, harás bien en ignorarlo. Es cuestión de horas, a veces minutos, que llegue otro y otro y otro más. El fluir de la tontería es constante y está más vivo que el río de Heráclito.

Las opiniones, las percepciones, las pasiones. Todas son fugaces, una luz que tiembla antes de asentarse, parpadeo de la era preLED. Cuando escribo estas comparaciones pienso si una persona joven sabrá de qué le estoy hablando, ahora que todas las lámparas se prenden rotundas y definitivas; concluyo que no pero tiro pa'lante porque, exacto, tampoco las comparaciones son eternas.

Nada lo es, diga Soria lo que diga, aunque la eternidad bien se merezca dedicar una vida a su búsqueda. Pongamos el amor, tema que me viene a la cabeza porque acaso hay otro y porque febrero es el mes del amor gracias a San Valentín. No me puedo carcajear yo más con esa decisión comercial desquiciada de poner el día de los enamorados en el mes más insulso del año, a ver si se vende basura con forma de corazón y bombones malos. ¿Soy una genia del marketing al pensar que un mes caluroso y hormonal, no el de la canícula pura, sino previo y efervescente, primaveral, sería más eficaz para colocar toda esa morralla y las escapaditas románticas?

El amor es líquido, las relaciones lo son. Por lo visto la gente se empareja y por el rabillo del ojo sigue mirando quien pasa no se le fuera a escapar alguien. Bueno, no mirando, contemplando, sopesando y, al final, imaginando la vida con otras personas. O ni se empareja porque la optimización de todo es una posibilidad constante. Nadie es suficiente, siempre puede haber algo mejor, que ya hay que ser optimista para mantener esa actitud si se ha vivido un poco.

Lydia Davis da, en su ensayo sobre 30 recomendaciones para tener unos buenos hábitos de escritura, un consejo en el que siempre he creído, mucho antes de leérselo. Anima a, después de una sesión de escritura, dejar un espacio de tiempo, 15 o 20 minutos, sin ninguna obligación. Nada de coger el teléfono o leer el correo, ni interactuar con otros, como mucho fregar los platos o dar un paseo, una actividad que deje la cabeza libre y que permita aprovechar los pensamientos que siguen llegando de forma orgánica. "No los pierdas por silenciarlos con otras actividades", dice.

La gente que quieres funciona así también. Su presencia dura más que el mero contacto, sigue contigo cuando se ha ido y continúa aportando y conmoviéndote, tocándote más allá del roce.

Imagino que, en este siglo XXI en el que la tecnología nos paraliza con su avalancha de opciones, la insatisfacción se considera una fuerza movilizadora de primer orden y el Círculo Filosófico Soriano ya se ha disuelto, querer es la única forma de eternidad posible.

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