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Pero no te olvides

Cuantísimos habría incluido Forges en los últimos años

chicarayasLas imágenes que más me atraen y repelen a la vez de las redes sociales son los selfies sexies acompañados de un pie de foto de pretendida lucha social. Primer plano de canalillo, ‘Black lives matter’. Ese tipo de cosas.

Mira que debería estar entrenadísima porque, si además de haber hojeado el Hola, has leído el Hola (cosa que recomiendo encarecidamente, es en los textos donde está toda la esencia) cuentas con una hemeroteca mental tremenda y la disonancia cognitiva a la que te empujan esas fotos se atenúa con cada página que pasas. Son decenas, quizás cientos, las personas con oscuros títulos nobiliarios que nos han contado desde castillos centroeropeos, ‘refugios’ en Aspen o pisos con doscientas terrazas en ciudades con el metro cuadrado por las nubes lo mal que lo están pasando por su divorcio, enfermedad o la muerte de un ser querido.

El titular tiene una fórmula en estos casos que les voy a dar por si quieren aspirar a ser redactores de la revista o comunicar sus estados en las redes sociales hablando de sí mismos en tercera persona y con un aire profesional: Sujeto + ‘se confiesa’: + declaración insulsa, atribuible a casi cualquier cosa. Por ejemplo: ‘María Piñeiro se confiesa: “Ahora tengo que mirar hacia adelante y seguir”’. Puedo estar hablando de una separación o leyendo un lema de taza de desayuno, solo el subtítulo nos lo aclarará. Ese ya afina, por ejemplo: ‘La joven socialité afronta un duro momento tras romper con el heredero del trono de Lichtenstein’. Efectivamente, he puesto joven socialité porque, como comprenderán, es una oportunidad que no podía desdeñar. Lichtenstein, por qué no.

“Aún aspiraba a una clase imprecisa de relevancia”. Dice Zambra de su ‘Poeta chileno’ y yo sé perfectamente a qué clase de momento de la vida se refiere. Creo que poco después se abandona esa aspiración o se concreta y se pasa a saber exactamente qué clase de relevancia se desea. O te arrastra una ambición inesperada por la validación, eso también puede ser, y acabas poniendo morritos/mirada intensa en Instagram mientras te declaras preocupadísima por las mujeres afganas. La relación entre foto y texto se nos escapa a todos pero, como he dicho, tampoco estás descubriendo el fuego.

Hugh Hefner, cómo no, siempre defendió que en las páginas de Playboy había muy buen periodismo. Y lo había. Llamó a los mejores y, según muchos de ellos contaron después, les pagó fenomenal, lo que contribuyó a hacerse con una cantera de colaboradores la mar de apañada. Pero para colar a su audiencia esos reportajes brillantes tenía que ‘rebozarlos’ con las mujeres desnudas. Estas acababan siendo esa cuchara avioncito con la que los padres alimentan puré de verduras a niños pejigueros. Pienso también en ‘Las amistades peligrosas’ (ni libro ni película) , ese grupo delirante de rimas basiquísimas que quería liberar al pueblo saharaui mientras iba al grano y te metía mano, todo camisas de chorreras desabotonadas hasta el ombligo y ligueros por la igualdad.

Creo que algo está cambiando, que hay cada vez más gente convencida de la ridiculez de justificar lo sexy con discursos de activismo, de capitalizar la lucha social con chorradas y, al revés, de no admitir la superficialidad o la ligereza. Y también cada vez hay más gente que sabe que sí hay una forma de contar las cosas terribles capaz de llegar a mucha gente: el humor. Lo que todavía nos cuesta, por lo visto, es bajarnos del ciclo de noticias y recordar, asumir que una nueva tragedia no implica ignorar las anteriores, mantener vivo el fuego del cabreo, indignarnos verdaderamente por las cosas que lo merecen porque si lo hiciéramos no se nos borraría con cada marea. Pienso en Forges y su ‘pero no te olvides de Haití’. Cuantísimos ‘pero no te olvides’ habría colocado en sus viñetas en los últimos años.

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