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Cuando no sucede la risa

Título: Lady Dynamite.
Creador: Mitch Hurwitz.
Reparto: Maria Bamford, Fred Melamed, Mary Kay Place.
Cadena: Netflix, Ana Gasteyer, Mo Collins.
Calificación: ●●●○○

TOCABA ESCRIBIR un poco sobre Lady Dymamite, una sitcom de Maria Bamford, comediante americana que hace que su bipolaridad sea la esencia narrativa de la serie de la que es protagonista. Tocaba decir que, a pesar de haber recibido críticas positivas y haber alcanzado unos niveles de audiencia considerables y bla bla bla, a mí no me ha hecho reír. Y con reír me refiero a eso, a desternillarme; me refiero al estallido inevitable, saludable y venturoso. No a un simple jeje. He llegado, con esfuerzo, al primer je y el segundo se me ha atragantado. No quiere decir nada, claro está. Sólo que el humor de Bamford y el mío no coinciden en ningún punto conocido. Al estar en distintos planos, ella y yo, y, aunque tocaba hablar de su comedia, sobre la marcha he decidido cambiar de serie y alentarles a ustedes, lectores seriéfilos, a ver otra serie, sin menospreciar en absoluto el mérito de la que nos ocupa en este instante.

Lo que ocurre es que si hay que escribir sobre una comedia y la comedia no hace gracia, no sé si me entienden, el asunto se desinfla y pierde todo el glamour que hubiera podido tener de haber sido la historia de otra manera. Cuando toca algo, y el algo no da de sí, o se sigue, haciendo lo que se puede, malabarismos que, en todo caso, se agotan en sí mismos en el primer párrafo o, puede una saltarse las normas, así, alegremente. Procedo a lo segundo.

Tocaba Lady Dynamite, pero voy a insistir en que vean, si no lo han hecho ya, The Handmaid's Tale. Con esta serie hay algo que seguro no va a pasar. Y es la risa. Son diez capítulos de una primera temporada terrorífica e inmensa. La historia es tan impactante y tan amarga porque es tan posible que no se requiere apenas imaginación. Y eso da miedo. Y eso provoca la suficiente angustia como para que, al menos, una noche, —tras visionado— el sueño no sea, precisamente, reparador. Nos traslada a un mundo en el que las mujeres somos instrumentos de procreación o residuos sociales, en la mayoría de los casos, defectuosos, por lo que toda ilusión de libertad, de felicidad, de realización, se convierte en un imposible. No es nada que no exista ya. Eso es lo terrible.

Hay dos elementos que hacen que la serie sea de lo mejor que se ha visto en la televisión: la puesta en escena y la sofisticación de la historia que se está contando. Es el refinamiento del mal, lo exquisito de su forma, lo que espeluzna. Ayuda a ese novedoso tratamiento —además de la historia contada por Margaret Atwood en una novela de 1984—, una utilización inteligentísima de los recursos audiovisuales, que potencian el drama a través del contraste, con planos estéticamente brillantes, en los que la belleza no sólo ilumina sino que además alienta y elimina todo freno a la libertad. No puede ser más acertada una elección artística como esa. Eres capaz de admirar la perfección de un encuadre, el color, el matiz, la composición —esa distribución de elementos tan adecuada que, a partir de ella, ya no puedes pensar en algo así de otra manera— y, al mismo tiempo, no puedes sino estremecerte por lo que la escena te cuenta. Esa oposición en la misma imagen crea, claramente, un conflicto interior. Estudiado, sí, pero absolutamente efectivo.

Hay un antes y un después de la serie El cuento de la criada. Existe lo que ya sabíamos y ahora existe eso sumado a lo que hemos visto aquí. Que es ficción, pero no tanto. La realidad está tan imbricada en el relato que ocurre lo mismo que con la imagen. Por un lado respiras porque no es más que una serie y por otro tienes miedo. Mucho miedo. Aunque tocaba la risa.

Obsesiones habituales
Mucha atención: hay un programa nuevo en Dkiss. Les aviso para que vayan tomando asiento. Se titula Víctima de una obsesión y nos relata convincentemente la atormentada vida de alguien, ya saben, obcecado. Que si me persiguen, que si se termina el mundo, en fin, esas cositas que hacen de nuestra armoniosa existencia, un infierno. Es los domingos y yo, por supuesto, no me lo perdería por nada del mundo. No hay mejor preparación para el lunes que esta. ¿No están de acuerdo?

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