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El espíritu y los tópicos

Título: DOCTOR EN ALASKA.
Creador: Joshua Brand.
Reparto: Rob Morrow, Janine Turner, Barry Corbin.
Cadena: CBS.
Calificación: ●●●●

SERIES. FICCIÓN TELEVISIVA. Se van unas y llegan otras. Algunas permanecen. Como los buenos libros o las buenas personas. A pesar de nuestro ser contingente en un universo en el que el orden parece el caos y el caos a saber lo que será, hay cosas que se nos hacen necesarias para un vivir mejor —al menos el instante—. Cosas tontas, si quieren, pero bonitas. La belleza tiene un algo de persuasivo y de adictivo, no entiendo por qué no se hacen más campañas publicitando el asunto. Podría resultar.

Hoy ‘Doctor en Alaska’. Pues porque es Navidad. Esta serie posee, al tiempo, un espíritu muy Frank Capra y muy Woody Allen. Es una combinación exquisita del absurdo de la existencia con la fascinación de la idem. Ese cóctel da como resultado una comedia que destila delicadeza y sonrisas sutiles. No es sencillo componer un guion así, tampoco es lo más común. Todo aquel que se adentra en este camino se arriesga a no ser del todo comprendido o a crear algo imperecedero. O a ambas cosas y a convertirse en éxito inesperado y producto consumido masivamente. Además. No se sabe muy bien o no se sabe en absoluto qué es lo que ocurre con el triunfo del arte. ‘Doctor en Alaska’ es una de esas series que en España se emitió en ‘prime time’, primero; muy poco después pasó a horas más tardías porque no conseguía la audiencia deseada; casi inmediatamente después fue relegada a la madrugada y, seguidamente, comenzaron a emitir dos o tres capítulos consecutivos a las cuatro de la mañana con audiencia menos cero. Eran tiempos en los que había vídeo, aquel aparato, y bueno, se tenía el recurso de echar a andar la cinta y ponerse a dormir. Lo habitual era que el último capítulo estuviese cortado y que nos quedáramos con las ganas. Pero la lealtad es eso.

Cicely, ese pueblo en el medio de la nada en el cual aparece un extranjero, con todo el extrañamiento de un Camus televisivo, que no puede hallarse más alejado de la concepción existencial que tienen los habitantes del lugar. Y de ahí el contraste, y de ahí el conflicto, y de ahí el desarrollo de todo un planteamiento que, a la vez es una comedia y una especie de lección de vida. Es poética y es dulce, a propósito, recalcando los matices de cada historia, de cada personaje, señalando que hay espacios de encuentro y maneras de encontrarse, a pesar de la diversidad, de los caracteres, de las distancias, de las sorpresas de lo desconocido. A lo mejor necesitamos series así, o películas, o libros, o música o arte o baile o paisajes o conversaciones. Puede que requiramos fascinarnos más o poetizarnos más o mezclarnos más unos con otros para producir más verdades y menos prejuicios y aprender, a golpe de intercambio y de mirada, que carpe diem y que beatus ille y que vanitas vanitatis y que recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte… ‘

Doctor en Alaska’ como ejemplo de serie televisiva que marcó una época no demasiado diferente de la actual. Ya es otro siglo, sin embargo, no son distintas las sombras ni los vacíos, ni los escurridizos senderos por los que discurren los mismos pasos humanos, torpes, injustos, insistentes. Es una serie señal, advertencia, llamada. Que sirva para algo o para nada depende de cada uno. Depende de ese espíritu. Podría sugerirse a los responsables de programación que cambiaran un poco el chip y dejaran de emitir en estas fechas la película ‘Qué bello es vivir’. El impacto viene de lo inesperado. ‘Doctor en Alaska’, todas sus temporadas, en marzo, por poner un mes. Y esperar a ver qué pasa. Un modo como otro cualquiera de poner en práctica el Ubi sunt. Feliz Navidad.

Es Navidad en televisión

En Telecinco, ‘Salvame deluxe’ con motivos navideños. Está muy bien porque es lo mismo pero con otro espíritu. Es lo que tiene la Navidad. Los que antes se ponían verdes y se gritaban todo el rato, ahora se quieren mucho y se gritan todo el rato, pero en plan de amor. Si no notamos la diferencia es por falta de costumbre o por torpeza. Estas fechas, quieras que no, cambian al corazón más duro. Esa tendencia a la extravagancia verbal no es igual con un gorro de Papá Noel.

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