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La fuerza de la palabra

"¿Existe el efecto llamada en los casos de violencia machista?"
Manifestación con motivo de 'La noche violeta de la emergencia feminista'. EFE
photo_camera Manifestación con motivo de 'La noche violeta de la emergencia feminista'. EFE

TODAVÍA no eran las diez de la mañana cuando llegó el primer mensaje. "Tenemos controlado el crimen de Valga, ¿no? Tres muertas, todo apunta a violencia machista". Y el engranaje informativo se pone en marcha. Llega la primera noticia de Emergencias, empiezan a sonar los teléfonos y a volar los primeros tuits. Avances en agencias. En las radios. Piensas en confirmar el dato, que ojalá no sean tres, que no haya niños entre las víctimas, que ojalá no haya víctimas. Pero no. Poco más tarde ya están todos allí, al pie de un cordón policial, confirmando el titular. Otra vez en Valga. 73 feminicidios según los colectivos feministas. 41 mujeres asesinadas por la violencia de género, según el registro oficial.

Los periodistas toman nota. Retratan la escena. Preguntan a quienes están por allí. Si han visto u oído algo. Durante todo el día las televisiones y las radios, los medios digitales van goteando información, a veces amarilla, otras blanca, otras violeta. Se busca cualquier rastro que lleve a trazar un perfil de cada una de las personas implicadas para poner rostro y nombre a la tragedia, esquivando el dramatismo y el morbo. Pones mil ojos para desviar argumentos que busquen culpabilizar a la víctima. "Está claro, el móvil es económico", escuchas. "Pasional". No. Es terrorismo machista.

Con tanto dolor como ira, manejas la información como quien esculpe una pieza delicada. Al día siguiente el papel da fe de todo lo ocurrido y completa con declaraciones de psicólogos y abogados que tratan de arrojar un poco de luz sobre la crónica negra.

Y todo esto... para qué, piensas. A veces nos preguntamos si toda esa información sirve para algo más que para alimentar el morbo de los lectores. ¿Es vital el desarrollo informativo para denunciar las carencias del sistema y que se haga algo por atajarlas? ¿Para informar a quienes viven amenazadas de dónde pedir ayuda para salir de su infierno? ¿Para plantear debates públicos que busquen soluciones?

Una se pregunta dónde está aquí el poder de los medios de comunicación. La fuerza de la palabra. ¿En dar un día tras otro la misma terrible noticia solo que con protagonistas diferentes? ¿Ofrecer tantos detalles es positivo para combatir al terrorismo machista? ¿Tal vez sería más efectivo contar la noticia sin más? ¿Existe el efecto llamada?

Todos sabemos del acuerdo no escrito entre los medios alrededor de los suicidios. Quizás deberíamos sentar a la misma mesa a los Cuerpos y Fuerzas de seguridad del Estado, a autoridades jurídicas, agentes sociales, políticos... y a los medios de comunicación para analizar todo esto. Plantearnos, ya no la necesidad de informar con perspectiva de género, sino si es necesario hacerlo. Lo que sea con tal de mover algo más que las conciencias durante el siguiente minuto de silencio. Con tal de hacer algo para que no haya más Sandras, ni Albas, ni María Elenas.

Ya no podemos esperar más. No queremos esperar más. 200 medidas escritas en un papel, cientos de pancartas, buenas intenciones no son suficientes. Toca actuar. Perseguir a los acosadores. Ponerles un cerco. Proteger a las mujeres amenazadas. Poner el foco en los niños que viven la violencia en casa. Repartir imágenes entre el vecindario para que en cuanto el maltratador asome la nariz haya una llamada inmediata a las fuerzas de seguridad. Y educar en igualdad.

Toca actuar para que las palabras que se imprimen en cada página valgan para algo más que para relatar finales trágicos.