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La promesa del cielo despejado

TIENE EL cielo gallego una nube propia que, aseguran las malas lenguas, los agoreros y los meteorólogos también, es perenne. Una suerte de bajas presiones que dibujan cielos como mares de nubes, grises y melancólicos, que van calando en la mirada de cada uno, entre tópicos y lluvia menuda, con más intensidad en estos tiempos oscuros y húmedos.

Por eso, cuando se anuncian altas presiones en los informativos aquí sentimos la promesa de un cielo despejado. Lo cuenta Ángel Santos, con la cabeza en las nubes, y los pies bien anclados al suelo. No se acostumbra a escuchar esas frases preciosas que lanzan los críticos que han visto pasar ante sus ojos el viaje de Miguel. No quiere acostumbrarse, quizás porque teme que se deshaga el hechizo.

«‘Las altas presiones’ (con sus mareas bajas, sus bateas en lontananza y su amenaza de lluvia) desprende, curiosamente, una ternura infinita», escribió Jorge de Pedro en Culturaca después de ver la película. «Hay cine español más allá de los límites estrechos del ‘Cine español’», escribió en El Mundo Luis Martínez.

Esta misma semana se han escuchado otras frases no menos agradables sobre la película de la productora pontevedresa Matriuska: «Es una joya elegante»; «un cuento (gallego) de verano» «uno de los planos finales más apetecibles», «un relato artesanal contado con mucho cuidado»... Y más.

Dentro de unos días, el director de cine de Marín y el productor Dani Froiz llegarán a Santiago, y luego a Pontevedra, a casa, donde este viernes se estrena la película. «Es algo especial porque está filmada en Pontevedra, sale mucha gente de aquí y la propia ciudad», confesaba Ángel Santos ayer mismo entre nervioso y entusiasmado, que no quiso desvelar detalles de la presentación aunque sin duda será «especial» y «personalizada».

Está envuelta ‘Las altas presiones’ de las piedras del centro histórico de Pontevedra, escenario vital de los artífices de esta road movie. Se reconocen entre escena y escena la plaza de A Verdura, la silueta de la isla de Tambo, la singularidad de la Facultade de Belas Artes, el Liceo Mutante o el camino del río hacia el Atlántico.

Y se va cruzando la mirada del protagonista, Andrés Gertrúdix, con un paisaje que acaba formando parte del elenco, como si de un personaje más se tratase, salpicado de muelles desmantelados, de playas eternas y horizonte lejanos, de metáforas preciosas sobre la crisis, el amor o el miedo.

Luego, están los otros protagonistas, personajes imprescindibles en el paisaje que los acoge, y los extras, amigos y vecinos que se reconocerán con una frase o un gesto en el film de Ángel Santos.

«Había una vocación clara de querer rodar en tu ciudad o en un entorno conocido. Uno se acostumbra a que el cine es eso que pasa en otra parte, que las películas que se hacen fuera, en Madrid, París... son más fascinantes. Pero se puede filmar la plaza de A Verdura o un paisaje perfectamente reconocible del entorno de Pontevedra y que eso coja valor cinematográfico», dice el director premio Las Nuevas Olas en el Festival de Sevilla. «...Y luego me interesa mucho esa idea de construir una historia desde la familiaridad».

Pontevedra es el lienzo, Ángel Santos una suerte de pintor romántico, como del siglo XIX y ‘Las altas presiones’ una promesa del cielo despejado.

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