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Otra vez... ¡No a la guerra!

El presidente ruso está empeñado en devolver a Europa al siglo XX, el más violento de la historia de la humanidad

EL 15 de febrero de 2003 ciudades de todo el mundo recogieron el clamor unánime de ‘No a la guerra’. Aquel domingo tres millones de personas (40.000 en Pontevedra) salieron a las calles de nuestro país con sus pancartas para reclamar la paz ante los planes previstos por Bush para Irak. Se cumplían cien días de la tragedia medioambiental del Prestige frente a las Illas Atlánticas. Aún con el corazón encogido y el mar enmudecido (el petrolero todavía vertía dos toneladas de fuel diarias a pocas millas del banco marisquero de Cíes), agitamos en las calles la bandera de la paz. La última página de la Revista de este periódico recogía semana a semana las imágenes de aquel conflicto. Mujeres con el cuerpo completamente cubierto por burkas de color negro sosteniendo a sus hijos sin futuro en brazos, la despedida de los soldados occidentales abrazados a sus familias, niños levantando armas casi tan pesadas como ellos, edificios destruidos, rostros desencajados, colas kilométricas de refugiados con las manos vacías...

Han pasado casi veinte años y esas imágenes vuelven a copar portadas. Hoy suenan tambores de guerra a cuatro horas de casa en avión. En suelo europeo. En una democracia donde la ciudadanía elige el rumbo de su nación. De nuevo, inexplicable.

El presidente ruso está empeñado en devolver a Europa al siglo XX, el más violento de la historia de la humanidad. Ha estallado la guerra en Ucrania y a Putin, a quien parece no importarle ni las advertencias de Occidente ni el riesgo de un conflicto mundial no solo para su población sino para la de todo el mundo, no le tiembla el pulso para seguir escalando el volumen bélico.

¿Quién puede detener esta guerra? La diplomacia no lo ha conseguido. Los ejércitos de uno y otro lado del campo de batalla tampoco puedan hacerlo sin dejar a su paso un rastro de destrucción o sus propias vidas. Los historiadores apuntan al papel de la UE y la OTAN y alertan del peligroso perfil de quien está provocando este ataque y advierten que ayer mismo, mientras Ucrania anunciaba su disposición a negociar en la frontera por el fin de la guerra, ponía en alerta a todas sus fuer zas disuasorias.

Guerra es sinónimo de devastación, de pobreza, muerte y desesperanza.

Nos está quedando un mundo precioso para nuestros hijos e hijas. A los daños irreversibles en el planeta, el cambio climático y un virus que lleva dos años minando nuestro día a día añadimos ahora el peligro social, económico y vital de una guerra. A quienes creemos en la palabra, el diálogo y la paz nos toca alzar la voz . Sobre todo ahora cuando nos quedamos sin respuestas ante las generaciones que vienen detrás. Y toca proteger la verdad de ser secuestrada y acribillada, reclamar la concordia entre los pueblos. Y volver a gritar No a la guerra.

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