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La noticia mala y la noticia buena

Las bases de En Marea votaron para elegir a los 35 integrantes de la nueva dirección del partido instrumental, un órgano bautizado como el consello das mareas del que sale una coordinadora para regir el día a día del partido, limitada de arranque a 11 personas, y que se oficializará el próximo fin de semana. El morbo del proceso de construcción de la nueva estructura del partido que integran Podemos, Anova y Esquerda Unida, está servido, toda vez que la propia candidatura que lidera Villares lo veta como portavoz orgánico y apuesta por una representación coral de carácter rotatorio integrada por dos mujeres y un hombre. Enfrente, las otras dos listas sí avalan que el exmagistrado lucense capitalice el protagonismo de En Marea en la nueva etapa. Y con este contexto de fondo afronta el partido instrumental fechas clave, en medio de noticias buenas y otras no tan buenas.

La noticia mala: imagen de división

El alcalde de Santiago y coportavoz de Anova, Martiño Noriega, dijo por activa y por pasiva que era clave no repetir dentro de la marea los errores cometidos por Alternativa Galega de Esquerda (Age) en la anterior legislatura y que habían penalizado a la coalición electoral a lo largo de los cuatro años. Pero ni así. No ha pasado ni medio año desde las elecciones y En Marea ya está inmersa en batallas internas y tensiones entre sus impulsores, lo que hasta cierto punto puede resultar normal teniendo en cuenta que el proceso de construcción de un espacio rupturista de izquierdas como este es un desafío colosal para cualquiera.
El verdadero problema radica en que esos enfrentamientos públicos se aireen, un exhibicionismo que sí penaliza una sociedad necesitada de alternativas políticas sólidas y no de experimentos. De hecho, en buena medida Feijóo fraguó su mayoría absoluta del 25-S varios meses antes, en marzo, el día en que PSOE y Podemos no alcanzaron un acuerdo para investir a Pedro Sánchez. Si el votante no encuentra alternativa, se queda con lo que hay, así de simple.
Dentro de En Marea, a estas alturas ya pocos dudan de que el veto al liderazgo de Villares procede de la Marea Atlántica de Xulio Ferreiro e Iago Martínez —con el apoyo de EU y algunos sectores de Podemos—, igual que las filtraciones de la petición de chófer, secretario y dinero que en su día tanto erosionaron al exmagistrado. El pulso interno entre ambos sectores es real y tratar de edulcorarlo, la actitud adoptada hasta ahora por unos y otros, puede resultar incluso contraproducente.
Otra cosa es averiguar el por qué de ese veto hacia la figura de Villares, cuando la lógica política invita a pensar que se trata de una figura emergente que debe consolidarse y no tener contrapesos ni tricefalias.
Existen hoy tres teorías sobre el marcaje a Villares por parte de la Marea Atlántica: que sea una maniobra para preservar la autonomía de las mareas locales al existir la sospecha de que el candidato a la Xunta querría, de cara a 2019, unificarlas todas bajo la marca En Marea; que se quiera dar protagonismo en la nueva dirección del partido a gente de EU y Podemos para evitar que el pacto suscrito a nivel nacional entre ambas fuerzas se traslade a Galicia y que ambos dejen tiradas al resto de las patas de la coalición; o simplemente que Xulio Ferreiro no quiere perder su papel protagonista como cabeza más visible del movimiento rupturista en la comunidad y pueda mantener el estatus que le dan sus fotografías con Carmena, Colau y compañía, algo que conseguiría diluyendo la referencialidad de la dirección entre varios nombres.
Se dice que en política las tensiones orgánicas no suelen tener una única causa sino varias entrelazadas. Y también se dice que pensando mal, se acierta más.

La noticia buena: margen de arreglo

De todas formas, no todo son malas noticias para En Marea, ya que el hecho de ser la primera fuerza gallega en abordar su futuro —junto a Compromiso por Galicia— le deja mucho margen de maniobra hasta que de verdad haya que ponerse las pilas. O lo que es lo mismo, que cuando llegue la primera cita electoral relevante, que serán las municipales de 2019, nadie se acordará posiblemente del veto a Villares, de las tensiones con la Marea Atlántica o de otras cuestiones vinculadas a la construcción del proyecto, que es la fase en la que se encuentra. Lo de ahora es un daño de imagen puntual, cierto, pero otra cosa son las consecuencias derivadas de las decisiones que se adopten en estos momentos, como la posible ausencia de un referente claro. La 'coralidad' queda muy bien sobre el papel, pero falta saber la acogida de este modelo en un electorado de corte tradicional como es el gallego.

La noticia preocupante: los inscritos

Pero lo que en realidad tendría que preocupar a En Marea no es lo que vaya a pasar de aquí a dos años, sino algo mucho más inmediato y terrenal: que a los inscritos para participar en las primarias para escoger dirección eran pocos más de 2.000. Ni uno más, ni uno menos. Como ocurrió en el plenario de preparación de la asamblea, que congregó a apenas 500 personas, no parece que sean las cifras esperadas para una fuerza emergente que viene de ser la segunda más votada de las elecciones autonómicas. Más de 10.000 habían participado precisamente en la votación que aupó a Villares a ser candidato a la Xunta, si bien había sido incluido el censo de Podemos.

La noticia oculta: las candidaturas

Si En Marea apostaba por una candidatura única de consenso para la dirección, ¿por qué aparecen otras dos? Hay voces que creen que no resultaría descabellado pensar que Villares estuviese detrás de una... ¡o de las dos! ¿Razones? Para desactivar una posible alternativa de última hora a su lista o bien para garantizarse un cupo de Anova o Cerna, con los que tiene buena sintonía, en la futura dirección. En el caso de la primera lista, la teoría resulta creíble, pero en Cerna, Mario López Rico, Luis Eyré 'Palleiro' y compañía son más de actuar por libre. Y no suelen dar puntada sin hilo.

► Café para todos y más cargado para uno

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, se encargó el jueves tras el Consello da Xunta de rebajar la euforia generada en algunos sectores a raíz de la conferencia de presidentes. Vino a decir, básicamente, que será difícil de plasmar en la práctica acuerdos que sobre el papel quedan bien, aunque es cierto que el punto de partida es bueno. Lo peor es que incluso se pudo quedar corto en sus predicciones sobre la complejidad de cerrar una financiación autonómica a gusto de las 15 comunidades participantes —País Vasco y Navarra cuentan con un cupo propio—. ¿La razón? Pues que en realidad acudir a una negociación de este tipo con la idea de que se puede resolver sin vencedores ni vencidos es una actitud errónea. Aunque la filosofía sea la de ir limando la diferencia entre territorios ricos y pobres, es inevitable beneficiar más a unos y eso suele hacerse a costa de otros. Así que a estas alturas resulta difícil creer que el Gobierno no negociará de forma bilateral el dinero con Cataluña, por mucho que patalee ahora Rajoy.

► Al PSdeG no le sienta mal la interinidad

Los tiempos marcados por Ferraz para tratar de deshacer el follón interno en el que anda metido condenan al PSdeG a prolongar su situación de interinidad varios meses, al menos hasta julio, ya que el congreso estatal para designar nuevo líder quedó fijado para junio. El socialismo gallego tiene las manos atadas, en todo caso, durante varios meses, en los que todo apunta a que la gestora de Pilar Cancela seguirá llevando las riendas —si es que en la práctica las lleva— del partido. Ferraz anda demasiado liado con lo suyo para dedicarse ahora a cambiar la dirección provisional gallega o para reforzarla con nuevos nombres. Si no lo hizo meses atrás, cuando se lo pedían por activa y pasiva los críticos por voz de Abel Caballero, no parece lógico que nadie vaya a mover ficha ahora. Pero lo que en realidad parecen otros seis meses perdidos a lo mejor no lo son tanto, teniendo en cuenta que el PSdeG goza desde hace unas semanas de un periodo de relativa calma que le viene muy bien para ir trabajando en el futuro. 

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