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Cuando sea mayor

Yo pensaba que las únicas X por despejar de mi generación eran la del Gal y la de M. Rajoy, pero resulta que no: todos los nacidos entre 1965 y 1981 somos incógnitas.
Residencia

YA HE HABLADO aquí alguna vez de mi tormentosa relación con el algoritmo de Google que determina qué temas pueden ser de mi interés o qué tipo de correos llegan a mi buzón electrónico, quiera o no. Básicamente, los que les salen del 1-0-1. No había sentido semejante impotencia desde que me fui de casa y mi madre dejó de organizarme los calzoncillos y de comprobar cada vez que salía de marcha si me había cambiado de muda por si acababa en Urgencias: no le preocupaba el hecho en sí de que su hijo pudiera acabar en Urgencias, era algo que admitía como probable, pero la carcomía el qué podrían pensar los médicos y las enfermeras si llegaba con la muda sucia, en qué clase de hogar me había criado. 

Era una guerra perdida, como esta del algoritmo. Lo peor es que empiezo a sospechar que, como mi madre, ahora está a putearme, que la inteligencia artificial está evolucionando hacia el humor caústico. Hasta hace bien poco abría el correo y, entre la basura, encontraba promociones de paquetes de condones ultrasensibles de sabores caribeños y efecto frío, viajes de fin de año o Semana Santa por el Mediterráneo o webs de solteros interesantes aún en edad de merecer. Pero los últimos reeenvíos, de esta misma semana, llevan este asunto: "Los Baby Boomers y Generación X no solo se preocupan por las pensiones sino también por cómo y dónde vivirán cuando sean mayores". Y yo, dios me perdone, me cago en los muertos del algoritmo que ha decidido que, en un par de semanas, mi preocupación ha cambiado de mi erección a mi agonía.

La carcomía el qué podrían pensar los médicos y las enfermeras si llegaba con la muda sucia, en qué clase de hogar me había criado 

Yo pensaba que las únicas X por despejar de mi generación eran la del Gal y la de M. Rajoy, pero resulta que no: todos los nacidos entre 1965 y 1981 somos incógnitas. No incógnitas en plan misteriosamente atractivas, como Audrey Hepburn en Charada, sino en plan cómo narices vamos a sobrevivir a la jubilación y dónde nos van a almacenar mientras nos llega la muerte. El regreso a la incertidumbre de mi juventud de si acabaré en Urgencias con los calzoncillos sucios, la venganza de mi madre.

El estudio de correo electrónico que me envía el algoritmo viene a decir que "el actual modelo de residencias para mayores no cumple las expectativas de un 78% de los encuestados" y que los "Baby Boomers y Generación X quieren seguir viviendo en comunidad cuando sean mayores y sentirse autónomos, capaces y autosuficientes". ¡Nos ha jodido, anda que no me conformaría yo con ser autónomo, capaz y autosuficiente ahora, no digo ya cuando sea mayor!

Lo me asusta del caso es que las preferencias que refleja el estudio en cuestión coinciden en buena parte con el plan que desde hace tiempo tienen apalabrado mi mujer y su grupo cerrado de amigas, la Pandilla Zugarramurdi, que desarrollan con total impunidad y falta de empatía ante nosotros, siendo nosotros meras circunstancias. Tienen decidido que, como todas van a sobrevivir a sus respectivas parejas (ninguno de nosotros hemos tenido los arrestos de profundizar sobre este axioma, pero no nos cabe la menor duda), acabarán todas juntas en una especie de urbanización hippie-pija de casitas individuales y zonas comunes, como si todo lo que les ha sucedido desde que se conocieron hasta entonces no fuera sino un incómodo paréntesis. Hasta tienen acordado cuál de ellas será la encargada de ir pasando por la almohada a las otras a medida que vayan poniéndose inaguantables. Conozco a la elegida, no bromean, puede ser muy eficaz con la almohada, además de implacable.

Hasta tienen acordado cuál de ellas será la encargada de ir pasando por la almohada a las otras a medida que vayan poniéndose inaguantables

Sé que yo no estaré allí para verlo, ni siquiera con calzoncillos limpios. No tengo ni reproche, bastante suerte llevo con haber llegado hasta aquí. Pero una cosa es que putee una madre, que te ha parido, o una esposa, que allá cuidados, y otra bien distinta que te señale el final un algoritmo creado por una sociedad que todavía no tiene claro cuándo hay que cambiarse de muda. Y la X, Google, te la metes por donde se resuelve la incógnita.

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