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Las fuerzas del mal

No hacen falta chips para ejercer el control, basta solo con unas casillas
'Chis' Mendoza. AEP
photo_camera 'Chis' Mendoza. AEP

EL VIERNES atardecía estupendamente sobre la Praza do Campo y al Lugo desconfinado daba gusto verlo. En las mesas de las terrazas no quedaba un hueco y un barril bajo los soportales era todo lo que habíamos podido conseguir. Una familia pasó junto a la fuente de San Vicente, relajada, con pintas de andar buscando mesa; la madre y la niña iban tarareando, divertidas: "Las fuerzas del mal, las fuerzas del mal, quieren controlarnos con un chis, chis, chis...".

La escena me tranquilizó. Era el pegadizo mix que el programa ‘El intermedio’ y luego las redes sociales habían popularizado convirtiendo en un meme la surrealista intervención del presidente de la Universidad Católica de Murcia, José Luis Mendoza, ante su claustro. Según la confusa teoría de Mendoza, el coronavirus es una creación del diablo, en unión con otras fuerzas de las tinieblas como Soros y Bill Gates; todos ellos habrían aprovechado la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 para avisarnos de que iban a lanzar esta pandemia, con el objetivo final de utilizar la vacuna para implantarnos chips a toda la población mundial para controlarla, quién sabe con qué fin.

Me tranquilizó un poco ver que la mayor parte de la gente asimila estas cosas de manera racional, sin darle más importancia que una oportunidad para echarse unas risas, porque a mí no me había hecho ninguna gracia cuando vi el vídeo de Mendoza por primera vez. Porque no deja de ser el rector de una universidad española, y porque lo de la religión y su influencia en la educación me pillaba en ese momento con la indignación fresca.

Mi chaval empieza el curso que viene Bachillerato y esta semana ha estado preparando la matrícula. Ha decidido hacer el de Ciencias Sociales y completar el currículum con los itinerarios de la Ley Wert es una odisea. Iba marcando las casillas de las diferentes opciones, pero al llegar a las de libre configuración no había manera de cuadrar las asignaturas que él quería, que son además las que más puntos aportan para los estudios en los que piensa.

Con la convicción de que era algo lo suficientemente importante como para arriesgarse a que te miren como si fueras tonto, fuimos a preguntar al instituto qué es lo que estábamos haciendo mal. Lo que estábamos haciendo mal, nos explicaron con amabilidad y también con un punto de indignación y resignación, era marcar la casilla de asignatura de libre configuración del centro en lugar de elegir la asignatura de religión. Los itinerarios están diseñados de tal manera que elegir religión abre más opciones para configurar el resto de materias. Después de hablarlo y darle unas vueltas, el chaval escogió la decilógica: religión, que asume como una hora perdida a la semana y le permite estudiar otras asignaturas que quiere.

Él no le dio más importancia y pasó a otra cosa, pero a mí se me quedó mal cuerpo. Luego me llegó el vídeo del rector de la Universidad Católica de Murcia. Recordé que me quedaban otras casillas por rellenar, las de la declaración de la Renta. Revisé el borrador de la Agencia Tributaria, me aseguré de que solo estuviera marcada la casilla de fines sociales y le di a aceptar.

Para cuando llegó ese atardecer estupendo en la Praza do Campo ya se me había ido desinflamando la indignación. Acabé la caña tarareando mentalmente la cancioncilla, es pegajosa: "Las fuerzas del mal, las fuerzas del mal, quieren controlarnos con un chis, chis, chis...". Será porque no tienen una casilla, pensé.

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