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María Jesús busca el amor

Se nos va la jueza del tarot, uno de los espíritus más descaradamente libres y más peligrosamente incontrolables que vimos

María Jesús García, en unas jornadas de penitenciarias de 2017. J. VÁZQUEZ
photo_camera María Jesús García, en unas jornadas de penitenciarias de 2017. J. VÁZQUEZ

MARÍA JESÚS BUSCA el amor, que es lo que buscamos todos hasta que nos damos de bruces con él y empezamos a buscar una explicación o, en el peor de los casos, una salida. A sus 56 años, "aunque represento muchos menos", ha preferido buscarlo en el programa de citas a ciegas First Dates, a cuyos productores pide en el vídeo de presentación un hombre "más joven o que se conserve" tan bien como ella. Seguro que se lo encuentran, lo que no consigan en televisión es que no existe.

María Jesús, además, se merece encontrar el amor. Últimamente ha sufrido mucho, los casi tres años que ha pasado dirigiendo el juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Lugo no le han hecho ningún bien. Ha encontrado mucho más cariño entre los presos que entre sus compañeros de judicatura, quizás porque los presos son más de ser juzgados que de juzgar, más agradecidos, con cualquier permisito de fin de semana o con un simple tercer grado se conforman, son un cielo. Los otros, los jueces, no, son más suyos con las cosas del cariño porque no hay informe forense que se las certifique. En eso siempre fueron más compresivos los jueces del CGPJ, con ese amor de madre incondicional y tantas veces incomprensible e irracional.

Para mí que a lo mejor nunca le apeteció mucho ser jueza, que ella iba buscando algo, el amor y lo que cuadre, y cayó en la judicatura por una mala decisión en un mal momento, como se cae en las drogas o en una secta. Por eso ha lucido la toga y las puñetas con desgana, como una mortaja, como un mal necesario para ir comiendo mientras se dedicaba a la búsqueda de sí misma, como stripper en Canarias o como echadora de cartas del tarot en Lugo. O como concursante en First Dates.

Igual ya ni le hace falta ir al programa, igual tiene suerte y encuentra el amor en A Coruña, entre los casos de violencia de género que va a tener que instruir en su nuevo destino. Cosas más raras se vieron, bien lo sabe ella, que ahora busca pareja en el más acá, seguramente porque en el más allá no quedan hombres que se conserven tan bien como ella, porque los espíritus suelen llevar muy mala vida.

Me da un poco de rabia que no haya encontrado el amor en Lugo, porque aquí se la aprecia sinceramente. Conozco un buen puñado de bares donde la echarán mucho de menos. A lo mejor en su juzgado no tanto, porque comunicarte con tus funcionarios a base de insultos escritos en papelitos amarillos no es la mejor de las maneras de hacerte querer, pero es que la burocracia nunca ha sido el mejor abono para el cariño.

Pero a otros, como a mí, nos ha ido ganando por el lado de la ternura. Es un personaje inmenso, un espíritu libre, con ese tipo de libertad refrescante de a quien ya parece sudársela todo. La última vez que hablé con ella cara a cara era media mañana y María Jesús salía por la puerta de la Audiencia Provincial. Ese mismo día se publicaba que estaba concediendo indultos a presos, algo que en este país solo puede hacer el Consejo de Ministros. Me acerqué, me presenté y le dije que me gustaría conocer su opinión sobre todo lo que estaba pasando en torno a ella.

—¿Y qué está pasando?, me respondió en lo que pareció una sorpresa sincera, con esa voz rota y vivida que parece salida de alguna psicofonía.

—Bueno, pues todo. Entre otras cosas, está usted firmando indultos.

—Ah, eso. Pero yo ahí no tengo nada que decir, eso no es cosa mía.

Me dejó sin reacción y con un palmo de narices, se fue caminando sobre sus enormes plataformas con una sonrisa satisfecha y estoy seguro de que me olvidó según me dio la espalda. Mis informaciones, mis preguntas y yo mismo le importábamos una mierda, como en su momento le importaron los expedientes que le abrió el CGPJ. ¿Cómo no se va a querer, aunque sea un poquito, a alguien así? A lo mejor no para que decida sobre tu vida ni sobre ninguna otra cosa que no le afecte a sí misma, pero bien a gusto me hubiera ido tras sus pasos como un penitente, como un Curro el Palmo palmeando farrucas, a tomar unos blancos y a conocer su historia, que imagino apasionante.

Por eso me da un poco de pena que María Jesús se nos vaya. Es verdad que me quedo más tranquilo sabiendo que ya no ejercerá en Lugo como jueza, aunque lo estaría aún más si supiera que no iba a ejercer en ningún juzgado, sabiendo que por fin se podría dedicar por entero a su loca carrera en pos del amor.

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