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Un señor de provincias

Rajoy, en Ourense. EFE
photo_camera Rajoy. EFE

CUANDO EL OTRO DÍA un periodista se acercó a Mariano Rajoy para preguntarle por las revelaciones del sumario de la operación Kitchen, él respondió: "No me haga esas preguntas porque no las voy a oír. Y así no podrá decir usted que no le he respondido". Hasta hace poco hubiera podido pasar por otra rajoyada más, otra de esas frases inescrutables y aparentemente carentes de sentido o, al menos, de lógica estructural. Pero ahora, con la perspectiva del tiempo, las investigaciones judiciales, las grabaciones, los indicios y los informes policiales, suena más al clásico de las pelis de espías y mafiosos: "Si te lo contara tendría que matarte".

En un PP con la mayoría de los ministros del exhibicionista Totó Aznar Riina en prisión o bajo sospecha judicial y a punto de convertir Soto del Real en una de sus asambleas más numerosas, Mariano Rajoy era la última referencia aparentemente incólume de un pasado glorioso. Solo que debajo de esa fachada de tancredismo, de sinsustancia inofensivo, se escondía un capo di tutti capi, el Bernardo Provenzano de la derecha española.

Bernardo y Mariano son, en cierto modo, almas gemelas, dos sencillos hombres de provincias que ejecutando de manera implacable su particular concepto del sentido común llegaron a hacerse con el poder capitalino, uno de la Cosa Nostra siciliana y otro de la Cosa Suya genovesa. Y ambos lo hicieron desde la más absoluta de las discreciones, estando desaparecidos, cada uno a su modo, durante cuatro décadas. Y mientras a su alrededor iba desapareciendo gente.

Al final siempre eran los otros los que se comían el marrón y Mariano el que permanecía

A Bernardo Provenzano lo apodaban U Tratturi (El Tractor) porque una vez decidía terminar con un enemigo no había nada que pudiera frenar su determinación. Empezó muy joven en eso de la mafia, supongo que nacer en Corleone algo debe predisponer y tendría un buen padrino; con 30 años, cumpliendo un encargo, se cepilló a un tal Streva y la Policía se puso tras su pista. Ese día de septiembre de 1963 pasó a estar en paradero desconocido, situación en la que El Tractor, con la determinación que ponía en todo, se mantuvo durante 43 años.

Dejó que Riina y los otros anduvieran pavoneánose por Palermo mientras él controlaba todo desde una modesta casa con un zulo en su Corleone natal. Daba las órdenes haciendo circular de mano en mano sus pizzini, pequeños papeles con mensajes encriptados en citas de la Biblia. Hasta que fue detenido en 2006, nadie pudo tomar una foto suya o grabar su voz. Nunca renunció a la idiosincrasia de hombre de provincias: en 2005 se operó de próstata en un hospital de Marsella; lo hizo bajo la identidad de un jubilado siciliano tras rellenar un formulario oficial para poder ser operado en el extranjero y le pasó la factura a la sanidad pública. Se sospecha que fue el protagonista de la negociación entre el Estado italiano y la mafia en los noventa. Murió en 2016, nunca llegó a contar todo lo que sabía.

Mariano Rajoy trota como un John Deere sulfatando, con esa manera de no correr ni andar, agitando los brazos arriba y abajo con los puños cerrados como si diera mazazos. Entró en su organización con 26 años, supongo que ser de Pontevedra algo debe predisponer y tendría un buen padrino. Con 28 recibió su primer encargo: presidir la Diputación de Pontevedra.

Desde entonces ha permanecido en la cúpula de poder genovés durante casi cuatro décadas, solo que él eligió otro modo de ocultarse: mientras los Riina de turno se pavoneaban por Madrid adelante, él se manejaba en los segundos planos: vicepresidente, ministro de Administraciones Públicas, vicesecretario del PP, ministro de Educación... Incluso cuando fue presidente del Gobierno su estrategia consistía en hacerse notar lo menos posible. Al final, siempre eran los otros los que se comían el marrón y Mariano el que permanecía.

En lugar de pizzinis, el utilizaba mensajes como "Luis, sé fuerte" o quizás otros encriptados en frases como "todo es falso menos algunas cosas" o "esa persona de la que usted me habla" y algunos más indescifrables tal vez sacados de frases del Marca pero que, a la luz de las nuevas informaciones que vamos conociendo, adquieren otra trascendencia.

Al más puro estilo Provenzano y como buen señor de provincias, mientras era presidente del Gobierno consiguió cargar al erario público los cuidados de su padre. Cuando esta misma semana los periodistas insistieron en preguntarle por lo del caso Kitchen, Mariano replicó: "Ya no soy un personaje público". Él solo es un señor de provincias, U Tratturi de Pontevedra.