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El sentido de la desproporción

La irracionalidad se transmite con la misma facilidad que Nacho Vidal contagia la gonorrea
Nacho Vidal. EUROPA PRESS
photo_camera Nacho Vidal. EUROPA PRESS

ALUCINO CON LO de Nacho Vidal. Con lo de siempre y con lo de ahora. Todo en la vida de este hombre parece destinado a la desproporción. Lo terrible es que la ópera bufa que hasta ahora había protagonizado se ha transformado en una tragedia a cuenta de otro bufo, un sapo venenoso, y las grotescas circunstancias de la muerte del fotógrafo José Luis Abad.

Las imágenes que la Policía Judicial ha presentado ante el juez muestran que Abad, tras inhalar el veneno del sapo, estuvo agonizando entre terribles espasmos y convulsiones durante muchos minutos mientras el actor porno, autoproclamado chamán con poderes curativos por el mismo motivo que antes se autoproclamó guía sexual de Occidente, por sus santas pelotas, le tocaba una pandereta y una campanilla en la cara mientras recitaba estupideces. No solo parece una muerte estúpida y dolorosa, sino también innecesariamente molesta.

Cualquiera que haya visto alguna película de Nacho Vidal sabrá el tipo de porno que hacía y tendrá claro que no estaba tan bien dotado para la empatía como para su profesión. Por eso, saber que estar siendo investigado por dejar morir a una persona sin prestarle auxilio no me sorprende especialmente. Con lo que alucino es con todo lo demás. Con el sapo, con el hombre-polla convertido en terapeuta, con un hombre joven confiado en que semejante bufonada era la solución a sus problemas hasta el punto de poner su vida en manos de este tipo. Impresiona la desproporción de la irracionalidad.

También la facilidad con la que se transmite, como la gonorrea que el propio Nacho Vidal reconoció haber tenido más de cincuenta veces en su vida. Hace unos días supimos de la desescalada de Josep Pàmies, otro curandero varias veces sancionado por difundir pseudoterapias peligrosas y que está siendo investigado por la Fiscalía. Pese a que sus patrañas han sido desmontadas reiteradamente, mantiene un lucrativo negocio que ahora está centrado en el MMS, un derivado de un blanqueante industrial con el que dice curar todo tipo de enfermedades, desde el cáncer hasta el autismo, pasando por el ébola. Y ahora, por supuesto, lo presenta como la gran solución ante el Covid-19.

Hace unos días, Pàmies organizó un encuentro con un centenar de personas para desafiar todas las normas sanitarias aconsejadas para luchar contra el coronavirus, con el fin de contagiarse voluntariamente y demostrar que con su preparado de lejía industrial se puede acabar con el coronavirus. De hecho, desde el grupo que lidera este iluminado incluso se ofrecen voluntarios para infectarse con el Covid-19, como antes lo hicieron con el ébola, para demostrar que su mejunje puede curarlo.

Claro, de momento no se ha visto a Pàmies abrazando a enfermos en la Uci de un hospital durante la pandemia ni se sabe que haya viajado a ningún país africano que haya declarado brotes de ébola. Sí se sabe, sin embargo, que durante su último problema de salud acudió rápido a un centro médico para ser tratado por un profesional de esos que solo utilizan el MMS para desinfectar suelos.

Porque esa es la triste realidad, al final las víctimas de este tipo de sujetos nunca suelen ser ellos, que se aprovechen de la ignorancia no significa que sean tontos. No lo seamos los demás. Para una bufonada, 25 centímetros pueden ser más que suficientes, pero para algunas cosas es mucho más seguro dos metros y un sentido común desproporcionado.

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