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Intimidación

Es muy complicado ser juez, yo no se lo deseo ni al peor de mis enemigos, pero lo realmente jodido es ser víctima

SÍ, ME HE molestado en leer la sentencia. Completa, también el voto particular, aunque cuando he acabado me he arrepentido un poco de haberlo hecho. Quizás no necesitaba tanta información. Mal cuerpo.

Y eso que estoy acostumbrado. No digo que lo suficiente como para entender a fondo todas las precisiones técnicas, mi formación en Derecho se limita a un par de asignaturas o tres en la vieja carrera de Periodismo. Ahora a lo mejor ni siquiera se dan, no lo sé. Pero mi trabajo consiste en buena parte en leer sentencias, autos y escritos de jueces, fiscales y abogados. A algunos de ellos los cuento con orgullo entre mis amigos, no sé si ellos presumen de lo mismo, tampoco se lo reprocho. Vamos, que ando con lo justo como para hacerme una opinión, que como todas es solo mía y a lo mejor equivocada, pero es la que tengo, con la que he de caminar.

También me pagan por asistir a juicios. De la mayoría de ellos salgo dando gracias por ser un mero espectador que se ha de limitar a contar lo que oye, gracias por no tener que ser el juez. Es bien jodido ser juez, créanme. Yo no lo se lo deseo ni al peor de mis enemigos, y eso que soy un entusiasta del rencor, un mal bicho, un tipo de conciencia enfoscada.

Que he leído la sentencia, vamos, y que creo que puedo fundamentar una opinión. Y opino que hay motivos de sobra para fundamentar la indignación que ha provocado. Es más: veo a jueces, abogados y expertos en Derecho haciéndose cruces por una reacción que consideran exagerada e injustificada, sin duda fruto del desconocimiento, la ignorancia de la ley y el procedimiento y del populismo descerebrado. Mejor si es así, si esos miles y miles de personas que han salido a la calle no se han molestado en leer la sentencia. Si todas la hubieran leído, incluso entendido, igual la protesta no era tan pacífica, a lo mejor algunos se tenían que replantear radicalmente el concepto jurídico de intimidación.

Señoría, es usted un enfermo. A lo mejor también una eminencia, pero seguro que un enfermo

Ahí va mi opinión, que no obliga a nadie y probablemente interesa poco: tras leer el relato dado por probado que realiza el ponente, José Francisco Cobo Sáenz, y apoya la magistrada Raquel Fernandino Nosti, y específicamente lo que se recoge en los hechos probados, me resulta muy difícil de asumir una condena por abusos y no por agresión sexual, no encuentro el modo de ignorar la intimidación ni, si me apuran, la violencia. En este sentido, considero mucho más coherente jurídicamente la conclusión a la que llega el otro magistrado, Ricardo Javier González González, que desde el principio interpreta que se trata de una sesión de sexo en grupo consentida y disfrutada por todos y apuesta por la absolución. Es decir, o es una agresión sexual de libro, con la correspondiente condena, o es un encuentro sexual voluntario y disfrutado y procede la absolución; lo único que no se puede sostener es la condena por abuso sexual, por mucho que la quieran disfrazar con el prevalimiento.

Imagen para el Blog de Miguel Olarte (29/04/18)Pero eso, ya digo, es solo mi opinión. Ni siquiera me debería preocupar demasiado desde el punto de vista jurídico, porque afortunadamente para estas cosas tenemos segundas y hasta terceras instancias, tribunales que analizarán de nuevo las circunstancias y las incoherencias, si las hubiera, y pondrán los puntos sobre las íes, confirmarán o revocarán, pasa todos los días. Llámenme ingenuo, pero soy de esos que todavía creen que el sistema funciona; unas veces mejor y otras peor, pero funciona.

Lo que no tiene que ver con fundamentos jurídicos ni con revisiones ni con otras gaitas es la redacción y el tono que el ínclito Ricardo Javier González González utiliza en su voto particular. Puede estar errado o acertado, ya se verá, pero no es justificable en ningún modo esa manera de expresarse, esos argumentos, esa adjetivación, ese desprecio por la denunciante que supura en todas y cada de sus palabras hasta completar un relato casi pornográfico en el que todo es "jolgorio" y "regocijo".

No voy a extenderme ni a replicar cada una de las vomitivas expresiones que incluye, porque seguramente ya las habrán sufrido en estos días, pero sí quiero detenerme en una de ellas: "No es descartable que durante una relación sexual no consentida pueda llegar a sentirse y expresarse una excitación sexual meramente física en algún momento". Con todos mis respetos, señoría, es usted un enfermo.

A lo mejor también una eminencia jurídica, no lo sé, pero seguro que un enfermo. En su defensa, y en defensa de los otros dos miembros del tribunal, han salido varias de las asociaciones de jueces e incluso el presidente del Consejo General del Poder Jucidial, Carlos Lesmes, al que hasta ahora no se le conocía reproche al sistema que le puso en el puesto. Dice Lesmes que con las críticas por esta sentencia "se compromete gravemente la confianza que nuestro sistema de Justicia merece de los ciudadanos", convirtiendo así en víctimas a los jueces.

Resulta que sus señorías, los funcionarios que gozan de mayor independencia y protección en el ejercicio de sus funciones, a veces rozando la impunidad, se sienten intimidados. Y a eso íbamos.

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