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Alicia G. Bará, la vida sobre un lienzo

Desarrolló su arte tardíamente pero no dejó indiferente a nadie. Una mujer de raza, elegante y sobria que afrontó la vida con una salud delicada pero con una vitalidad envidiable

Alicia en A Lanzada. ARCHIVO javier blancoESCRIBO estas líneas porque hay muy poca información disponible sobre una mujer que dedicó buena parte de su vida a la pintura desde Pontevedra. Vitalista, inquieta, curiosa, decidida... son algunas de las cualidades de Alicia, una mujer que dio color a varias décadas del arte en nuestra ciudad.

Alicia Amalia González Bará, nació en Portonovo el 24 de agosto de 1922. Hija de Modesta Bará Álvarez (28-09-1893) y de Juan González Deza, casados el 16 de agosto de 1921 en Portonovo. Su marido, Juan, un hombre inquieto y de buena posición, emigró a Argentina mientras su mujer, que no quería abandonar el país, se quedó en Pontevedra. Alicia era la mayor de tres hermanos; le seguía Juan Manuel, casado con Pepita Louro Lojo; y la pequeña Mercedes (09-09-1927), que era muy independiente y permaneció soltera por voluntad propia. Modesta, su madre, obtuvo el título de maestra superior en 1916 y fue Maestra Nacional de Instrucción Pública. Cuando su marido emigró, Modesta se quedó sola y con tres hijos que sacó adelante a base de esfuerzo y trabajo.

Aunque la casa familiar de Pontevedra siempre estuvo ubicada en el maravilloso entorno de la avenida de Santa María, Alicia pasó buena parte de la infancia en donde su madre impartía clases, que normalmente era en pequeñas aldeas o localidades como la de Roca, en Ponte Caldelas (1924); Portela, en A Estrada (1925); en Portonovo; Cela, en Bueu (1926) o Campo, en Vilanova de Arousa (1927). En 1931, Modesta se trasladó desde Ribadelouro (Tui) a Palmou (Lalín) lugar donde permaneció varios años y, después de otros destinos, su último lugar de trabajo fue en Curro (Barro) en donde se jubiló. Tal vez por eso a Alicia le gustaba el campo y el mar, motivos que años más tarde formarían parte de su producción artística.

Cursó varios años en el instituto de Pontevedra, pero no llegó a terminar el ciclo. Alicia, que ya era una joven atractiva y muy elegante, se casó en febrero de 1949 en la basílica de Santa María con Javier Blanco Sierra, hijo de Victoriano Blanco Ramos, un conocido almacenista de Caldas de Reis, y de Eudosia Sierra Martínez. El matrimonio se estableció en Caldas de Reis y meses más tarde tuvieron a su único hijo Francisco Javier.

En el campo con su hermana Mercedes. ARCHIVO JAVIER BLANCOInfluyó de manera decisiva en su vida un tratamiento de radiación con cobalto para tratar una dolencia que le cambió la vida porque le afectó de manera permanente al intestino. Alicia era una mujer muy sociable pero su astenia provocaba que, tras momentos muy vitales, al poco tiempo perdiera fuerza y se fatigase. Javier recuerda que lo que le comentó después de una xuntanza, pues como Alicia ya estaba fatigada, prosigue el relato Javier, al ver pasar un gato le confesó: "Yo miraba a aquel gato y pensaba qué maravilla sería ser aquel gato para marcharme de aquí". Participaba regularmente con los Endobélicos de Caldas de Reis, donde también asistía su gran amigo el periodista Carlos García Bayón.

Después de dos décadas de matrimonio, Alicia se separó de su marido. Al hacerlo demostró mucha valentía porque no era muy frecuente en esa época y siguió su camino muy unida a su único hijo y con su inseparable hermana Mercedes.

Alicia fue autodidacta, comenzó a pintar de manera tardía y se animó al ver a su hermana Mercedes dibujar a lápiz para entretenerse. Es en la década de los setenta cuando, animada por sus amigos, comenzó a exponer su obra. La primera la hizo en una tienda de manualidades y artesanía gallega debajo de su casa y después ya en salas de Pontevedra, Vilagarcía, Vigo, Santiago o A Coruña. Aunque no fue muy pródiga en exposiciones, porque su organización le suponía un enorme esfuerzo para su delicada salud, participó en siete bienales en Pontevedra y sus cuadros forman parte de colecciones de Portugal, Argentina, Dinamarca, Holanda o Alemania.

Trabajó el óleo a grandes trazos con el telón de fondo de su adorado impresionismo y de su referente Van Gogh. Como decía, su temática pictórica reflejaba los entornos en los que era feliz en Galicia: el campo y sus faenas, teniendo muy presente los almiares y el mar representado por la costa, las rocas, la playa, los pescadores y los barcos. Cuadros con personalidad y fuerza en los trazos, de colores muy vivos que, en su conjunto, le confieren a su obra una impronta muy personal. Su enorme vitalidad la empujaba a pintar, pero una vez terminada la obra mostraba ciertas inseguridades que le gustaba compartir con su público.

Mujeres trabajando. ARCHIVO JAVIER BLANCOPintaba en su casa acompañada por su querida hermana Mercedes, que también lo hacía pero con un estilo muy distinto. A las dos les gustaba salir de excursión al campo o a la playa con una cámara Werlisa que alquilaban en Foto Chao para hacer fotos; uno de esos lugares era A Revolta en A Lanzada donde pasaban los veranos. Javier recuerda la cámara de su madre desde que era muy pequeño y conserva su importante archivo fotográfico.

Alicia era una persona leal, sencilla, vitalista, enérgica, con mucha fuerza, entusiasmo y muy cálida, explica Javier, para la que pintar supuso una autoafirmación, una manera de buscar un lugar en el mundo que la rodeaba sin pretender figurar porque, recalca, Alicia no buscaba figurar sino estar: "Era un poco filósofa porque decía aquello de figurar... total, ¿para qué?". De vez en cuando escribía poesía o pensamientos, pero nunca los llegó a publicar.

Entre sus amigos destaca especialmente Carlos García Bayón, los pintores de Pontevedra de su tiempo, Jaime Falcón, Jacobo Varela Feijóo y su familia, José Curt, Hipólito de Sá Manuel Torres que las acompañaba con frecuencia en coche a las aldeas para verlas pintar y fotografiar paisajes. Es curioso porque Alicia solo viajó fuera de España a Portugal pero le hubiera gustado estar en el Festival de Wagner en Bayreuth (Alemania) porque entre sus aficiones no podía faltar la música.

Alicia se fue en el año 2013 de la misma manera que le gustó vivir, sin hacer ruido. Nunca olvidaré su figura delgada, su estilo sobrio y elegante y su aspecto extremadamente frágil para una mujer tan fuerte. Sobre su obra solo me resta decir que es una pena que no esté debidamente catalogada y difundida. Mi agradecimiento a Javier Blanco González por compartir estos recuerdos de su madre.

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