Blog | Crónicas y perfiles

El bosque de secuoyas de John H. McElroy

Si el Pazo de A Saleta es el jardín de Brenda Colvin, el de Colón es obra de John H. McElroy, un norteamericano que cumplió un sueño hace más de 25 años cuando creó el bosque de secuoyas de Poio

Los Colombus Kids en O Castrove. ARCHIVO J.H. MCELROY
photo_camera Los Colombus Kids en O Castrove. ARCHIVO J.H. MCELROY

SE TRATA DE un bosque que es único en Europa y existe gracias a John Harmon McElroy, que se licenció en Literatura por la Universidad de Princeton y hoy en día es profesor emérito de la Universidad de Arizona, además de que estuvo dos años en la Marina estadounidense como parte de la flota del Atlántico Norte. Casado en 1957 con la cubana descendiente de gallegos Onyria Herrera Díaz, tuvo cuatro hijos. John es escritor y editor de libros de ficción e historia americana (no ficción), entre los que destacan: America's Culture, American Beliefs o Divided we Stand: The Rejection of American Culture since the 1960s.

En 1968 estuvo 14 meses en España y viajó hasta Galicia. "Sentía que este lugar era muy parecido a donde viven las secuoyas en Estados Unidos. Necesitas ver el árbol para llegar a creer que una planta puede ser de ese tamaño", comenta John. Es entonces cuando se le ocurre la idea de plantar 500 secuoyas en el V Centenario del descubrimiento de América, en 1992. En 1969 John Harmon se encontraba con su familia en Salamanca como profesor invitado en la Universidad como conferenciante Fulbright sobre estudios americanos, además de que investigaba sobre History of Columbus. Fue peregrino en el Camino de Santiago y fue aquí, en nuestra tierra, donde conoció más a fondo la teoría del origen gallego de Colón, ya que hasta entonces daba por hecho que era genovés. Pero los argumentos de la tesis gallega impresionan a John: la topografía, los nombres, etc. "Quizás voy a cambiar lo que pensaba. Colón es un hombre del mundo, por eso en muchos lugares quieren que sea de allí", explica John, a lo que añade que "Colón fue un hombre que unió la historia del mundo".

Juntando estas facetas, la de novelista, historiador e interesado por la teoría del origen de Colón en Porto Santo (Poio), en 1989 escribe al presidente George H. W. Bush, comunicándole su idea de regalar a España 500 secuoyas de California para conmemorar el V Centenario del Descubrimiento de América, y su escrito concluía con la idoneidad bioclimática para plantar aquí las secuoyas americanas: "Las costas de Galicia son húmedas, verdes y brumosas como las costas de California. Galicia es tan húmeda que los hombres van por los caminos con los paraguas colgados de las gabardinas". La iniciativa se aprobó en el Congreso de Estados Unidos el 23 de octubre de 1992.

Se seleccionó un grupo de 24 jóvenes voluntarios, de entre 15 y 18 años, de entre los mejores estudiantes de los estados rurales de Norteamérica, conocidos como 'Columbus Kids' (la expedición de Los Chicos de Colón). Los escolares provenían de cinco estados: Wisconsin, California, Georgia, Arizona y Maine. Estos jóvenes acompañarían al profesor a San Xoán de Poio, en Pontevedra, para proceder a plantar los árboles emparejados con otros tantos estudiantes de Poio. Entre esos jóvenes se encontraban Eva Viéitez Fernández , hija de Manuel Viéitez Quintillán y sobrina de nuestro querido Javier, ambos agentes ambientales de la Xunta de Galicia, y una joven que años después ingresó como monja de clausura en el Monasterio de A Armenteira.

Participaron en el proyecto el entonces conselleiro de Agricultura, Ganadería y Montes, Tomás Pérez Vidal, y la organización del Xacobeo. Cuando la comitiva llegó a Madrid fueron recibidos por el duque de Veragua (descendiente de Colón) y en una recepción en la Zarzuela por el rey Juan Carlos I. La comitiva la completaban Jonathan Rea, miembro del departamento de Agricultura de California, y representantes de Poio y de la Comunidad de Montes de San Xoán.

El 2 de diciembre de 1992 llegaban al concello de Poio los Columbus Kids con una agenda muy apretada, siendo alcalde Armando Couselo. Los árboles se plantaron el 3 y el 4 de diciembre de 1992, un día lluvioso en lo alto del Castrove. Un lugar con unas vistas privilegiadas sobre la ría y la isla de Tambo, con la ausencia de algunas autoridades ya que el día anterior el petrolero Mar Egeo embarrancó en la Torre de Hércules causando un desastre ecológico en la zona. Eva Viéitez recuerda: "No pudimos tener mucha relación con todos los jóvenes americanos porque estábamos en una explanada enorme, unos en un extremo y otros en otro", en un día de niebla y mucha humedad: "Ese día llovió muchísimo y estábamos todos 'pingando' y helados de frío", recuerda Eva.

Reproducimos las palabras del discurso del profesor McElroy el día de la inauguración, que reflejan el profundo sentimiento con respecto al bosque de secuoyas: "De hoy en cinco siglos, cuando se celebre el 1.000º aniversario del viaje de Colón a través del Atlántico, existirá en el Monte Castrove, profundamente arraigado en el suelo gallego y mirando a la Ría de Pontevedra, un bosque de árboles inmensos elevándose majestuosos hacia el cielo, como las torres de la gran catedral de Santiago".

Plantaron dos especies que pertenecen a la familia de los cipreses: la Sequoiadendron giganteum, con una gruesa corteza resistente al fuego, las plagas y los hongos, y la Sequoia sempervirens, conocida como secuoya roja. Además, se plantaron unos 50 ejemplares en el terreno de un colegio de Baiona, por el papel protagonista del lugar en la Arribada del 1 de marzo de 1493.

Estos árboles se remontan al periodo Jurásico, cuando los dinosaurios poblaban el planeta, y todavía se conservan ejemplares de unos 2.000 años de antigüedad. La bautizada como Hiperión es una secuoya que mide unos 116 metros de altura y, hace unos meses, la conocida como Pioneer Cabin, un ejemplar de Sequoia sempervirens a la que hace 136 años se le abrió un hueco en la base para que pudieran pasar los automóviles como atractivo turístico, se vino abajo por una tormenta.

John quiso regalar a Pontevedra un bosque con los árboles más altosy longevos del mundo. Los pequeños arbolitos quedaron plantados en lo alto del Castrove en lo que hoy es el bosque de secuoyas más grande de Europa, que se dice pronto. Miembros de la expedición han vuelto 25 años después, pero eso lo contaré en la siguiente crónica.

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