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Feijóo, el gallego ilustrado

Polígrafo, fi lósofo y profesor y protegido del rey Fernando VI revolucionó los cimientos del pensamiento en España y Europa lo que le ocasionó airadas críticas.

Erudito, estudioso, apasionado, escritor compulsivo y entretenido orador, pasó varios años de su vida en Pontevedra. Destacó por su sencilla prosa y mensajes claros y directos: "Este monje esforzado que, a la manera de Cervantes pero llevándole de ventaja la conciencia del propósito, desbarató para siempre los nuevos ejércitos de gigantes, brujas, monstruos, íncubos y súcubos criados al calor de las inquisitoriales hogueras... ". Contribuyó de manera decisiva al pensamiento Ilustrado de su época que predicaba el uso de la razón en todos los campos, la igualdad, la libertad, una sociedad con las mismas oportunidades y el mismo trato ante la ley sin privilegios.

Benito Gerónimo Feijóo y Montenegro nació en el pazo de Casademiro, una casa solariega con un escudo compuesto por una espuela y dos candados, de una acomodada familia Santa María de Melias (Ourense), el 8 de octubre de 1676. Hijo de Antonio Feijóo Montenegro y Sanjurjo y de María de Puga Sardoal. A los catorce años ingresó en la orden de San Benito en el convento de San Julián de Samos en Lugo. Feijóo llegó a Pontevedra en 1692 para cursar durante tres años estudios de Artes en el monasterio de San Salvador de Lérez. El famoso monasterio se había convertido en Colegio en 1657 y creó un aula de Artes en 1661 por la que pasaron ilustres alumnos. Volvió años más tarde, entre 1701 y 1709, en calidad de Pasante y de Lector. Un vínculo que le unió a Pontevedra de manera intensa durante esos años. En 1709, a los treinta y dos años, se trasladó a Oviedo. Se licenció y doctoró en Teología en 1709 y unos meses más tarde obtuvo la cátedra Santo Tomás por oposición en el colegio de Artes y Teología de San Vicente de Oviedo, lugar en el que fue profesor de esta misma materia.

"El trato de Feijóo era ameno y alegre; su mayor deleite, la lectura; su afición, los estudios; se le veía en el refectorio con un libro abierto delante de su escudilla", así describía Fernández Merino el carácter de P. Feijóo. Un hombre caritativo que durante la escasez de cosechas en 1741 compró grano en grandes cantidades para repartirlo entre los pobres y los campesinos: "Jamás le pidieron limosna que no diese, y solía decir llorando que un pobre virtuoso á quien socorría diariamente de su propia mesa, le había de llevar al cielo de la mano".

Una vez liberado de la enseñanza publicó obras entre los años 1724 al 1760. En el tomo primero de Teatro crítico universal (1726) reflexiona sobre temas diversos basados en creencias sin base y otros asuntos más mundanos. Una obra publicada en cinco volúmenes entre 1742 y 1760 que recibió airados ataques y convulsionó a la sociedad. En esta obra escribe sobre la política: "Tiene la Política baja diferentes grados, unos peores que otros. El primero es el de la disimulación, y cautela. El segundo, el de la simulación, y mentira. El tercero, el de la maldad, e insolencia"; sobre la ciencia: "En aquellos tiempos rudos, cuando se ignoraba la causa natural de los Eclipses, no es de extrañar, que sobre ellos concibiesen los hombres extravagantes ideas. Así (según refiere Plinio) Stersícoro, y Píndaro, ilustrísimos Poetas, consintieron en el error vulgar de su siglo, atribuyendo a hechicería, o encanto la obscuridad de los dos Luminares"; o sobre las mujeres y la igualdad: "A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de las mujeres, que apenas admite en ellas cosa buena. En lo moral las llena de defectos, y en lo físico de imperfecciones. Pero donde más fuerza hace, es en la limitación de sus entendimientos. Por esta razón, después de defenderlas con alguna brevedad sobre otros capítulos, discurriré más largamente sobre su aptitud para todo género de ciencias, y conocimientos sublimes".

Escribió en castellano siguiendo los consejos de Fr. Luis de León para que el vulgo lo entendiera. La intención de fondo de Feijóo con sus escritos era de calado, ya que intentaba combatir errores, sobre centenares de materias como duendes, magia, zahoríes, milagros o astrología, que afirmaban personas sin formación ni criterio. El polígrafo escribía de manera sencilla y comprensible, una manera natural de romper con las modas que tendían a barroquizar y oscurecer los escritos y se sumaba a la corriente del método científico. Las críticas a sus obras fueron tan despiadadas que el rey Fernando VI prohibió con una Real Orden la publicación de escritos que atacasen los trabajos de Feijóo.

El pontevedrés fray Martín Sarmiento fue uno de sus fieles defensores y apasionado seguidor. En su vida sólo publicó un libro, "Demostración Crítico-Apologética del Teatro Crítico Universal", y lo hizo para defender la obra del P. Feijóo. La curiosa negativa de Sarmiento a publicar sus escritos se la explicó a Jose Antonio Armona en una carta: "España no está para imprimir, ni aún para saber, sino cada uno para sí mismo", en una época en la que los Ilustrados estaban rompiendo moldes.

Feijóo, un hombre sabio y humilde, rechazó se abad en varias ocasiones y el ofrecimiento de Felipe V consistente en un obispado en América y el nombramiento de General de su orden en 1737, pero sí aceptó el nombramiento como consejero real en 1748 con Fernando VI.

Después de una vida dedicada al estudio y la docencia el 25 de marzo de 1764 perdió el oído, el habla, la movilidad y sufrió unas fiebres. Pasados los meses se fue debilitando hasta que falleció en Oviedo el 26 de septiembre de 1764. Según los preceptos de la orden todas sus pertenencias se enviaron al primer monasterio de Samos en donde le dieron buena cuenta de parte de ellas al venderlas para hacer una gran reforma en el monasterio: "No inferior al de algunas catedrales". Parte de su biblioteca y varios instrumentos de física y geografía fueron objeto de vandalismo cuando se suprimieron las comunidades religiosas de 1836.

Feijóo dejó escrito el lema de su lápida que resume perfectamente quién era: "Aquí yace un estudiante/de mediana pluma y labio/que trabajó por ser sabio/y murió al fin ignorante".

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