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El gran partido de casados contra solteros

Playa de Silgar hacia 1950. R TORRES (ARQUIVO DEPUTACIÓN)
photo_camera Playa de Silgar hacia 1950. R TORRES (ARQUIVO DEPUTACIÓN)

Que los hombres casados viven más, lo demuestran las estadísticas, ya que las mujeres somos muy observadoras y los mandamos al médico a la mínima; cosa que los hombres solteros hacen, pero menos. Además, en otros tiempos estar soltero podía tener significados o connotaciones que hoy por suerte casi no existen.

Por otra parte, en Pontevedra el deporte del fútbol siempre tuvo mucha afición desde mucho antes del Hai que roelo. De hecho, tenemos un campo de fútbol municipal que ha llegado desde 1918 hasta nuestros días con el nombre de Pasarón, que era el topónimo de la finca en la que estaba ubicado. Si un aeroplano a principios del s. XX, podía despegar y aterrizar en un terreno plano y delimitado sin más, un partido de fútbol se podía jugar en casi cualquier terreno que fuera también plano y amplio. Los inicios del fútbol profesional en Pontevedra los investigó Leoncio Feijóo en su libro Albores del fútbol pontevedrés 1905-1918 (2017).

De modo amateur solían competir equipos de diferentes bares y tabernas de la ciudad con grandes rivalidades. Pero en 1947 a alguien se le ocurrió la novedosa idea de preparar un partido de solteros contra casados en Pontevedra. Aunque ya existían antecedentes; por ejemplo, en Vigo en marzo de ese mismo año con la Peña del Bella Vista, en lo que se anunciaba como Partido Humorístico. En aquella ocasión ganaron los casados a los solteros con un tres a cero. La Peña Oliva en Vigo siguió sus pasos con Renato a la cabeza retando a los solteros de Pepe. "Pepe en cuanto leyó lo del reto, montó en cólera. Luego montó en un tranvía y se fue derechito en busca de Renato. Y le dijo que él aceptaba todos los retos que le endiñaran. Y que eso había que demostrarlo en el campo del honor o en el campo de La Florida". A partir de ese momento se realizaron diversos partidos en esta línea, ya que daban mucho juego humorístico tanto en el campo como fuera del mismo.

Pontevedra no se iba a quedar atrás y pasar un buen rato, y Sanxenxo era lugar de veraneo de muchos pontevedreses. Fue en agosto de ese año, 1947, en la playa de Silgar en Sanxenxo. "La singular realización de este acto deportivo, rompe con todos los cánones establecidos hasta el presente y es una audaz innovación, en cuestiones balompédicas, que será la admiración de propios y extraños".

Se enfrentaba la veteranía de los casados con el ímpetu de los jóvenes. El equipo de los casados estaba formado por: Manolo Morán, Ramírez, Jorge Orueta, Mac-Lellan, Manolo Rocafort, E. Falcón, Thievaut, M. Echegoyen, Cid, Ger y Luis Rocafort. Y por parte de los solteros la alineación era P. Martín, J.L. Peláez, José Luis Ferreiro, Curro, Santalices, Usera, M. Guridi, A. Corbal, Rafael, E. Peláez y J.L. Núñez. Actuaron como jueces de línea Cesáreo NovoaLuis Sobrino y Casiano Peláez. "Faltaba uno, pero en la banda de estribor no se quiso poner nadie para no mojarse los pies".

Estaba previsto que el partido empezara a las once de la mañana y una multitud se apiñaba para presenciar el evento. El campo del partido era la propia playa en la que habían demarcado un perímetro de sesenta metros de ancho por cuarenta de largo. El árbitro era Manolo Corbal y el asesor técnico el marqués de los Llanos. Corbal lucía una banda, el marqués llevaba chistera, y el equipo de los casados lucía bañador y corbata.

Cada equipo tenía su respectiva madrina, el de los casados la marquesa de los Llanos que les entregó un ramo de pendones de maíz, y el de los solteros Pilar Sobrino que entregó a su equipo un ramo de berzas. El partido dio comienzo una hora más tarde de lo previsto al sonido de una flauta arbitral. "Esta aplicación de la música al fútbol, practicada por primera vez en el mundo, causó gran impresión. Los penaltis fueron tocados en mi bemol, los fueras de juego en do sostenido, los córner en la menor, etc.".

El partido se desarrolló como cualquier otro con pataditas, empujones y zancadillas sin llegar a más. A mitad del mismo hubo que alargar el campo, ya que la marea se había llevado parte del campo. Una vez rectificadas las dimensiones del área de juego se reanudó la competición. "Todos jugaron con coraje digno de mejor causa", explicaba el comentarista. Sobre los jugadores, proseguía, "esta alineación no puede considerarse como muy exacta, pues durante la celebración del partido y, haciendo gala de un gran criterio propio, los jugadores cambiaron de puesto todas las veces que lo creyeron conveniente". Las peculiaridades no daban tregua ya que "la duración de los tiempos osciló entre 10 y 15 minutos, según apreciación del jurado técnico" y para cualquier falta a toque del flauta se tenía en cuenta la opinión del público.

En esta ocasión ganaron los solteros con un tres a uno, con dos goles de Núñez y uno de Peláez, y el único de los casados fue obra de Cid. El redactor de Ciudad no daba puntada sin hilo. "Si la Federación Internacional de Fútbol desea mayor amplitud de información se la daremos gustosos, pues suponemos que un encuentro como este –en el que se han pisoteado las normas clásicas del fútbol para dar paso a un espectáculo, que bien poco se parece al fútbol, le supera en todos sus aspectos–, tendrá amplia resonancia en las esferas del fútbol internacional". Existen fotografías del evento a cargo del fotógrafo aficionado Pedro Martín Gutiérrez, que tiene un extenso archivo con documentos gráficos muy interesantes, pero no las he podido localizar a tiempo para este artículo.

Esta historia fue una manera muy divertida de pasar una mañana, en un caluroso día de agosto, en la costa de una de las rías más bonitas de Galicia. El buen sentido del humor, que es el mejor de los sentidos, esperemos que nos siga acompañando.

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