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Grandes epidemias en la historia de Pontevedra (I)

El temor a las epidemias no es nuevo. En Pontevedra, desde el siglo XIV, diferentes infecciones llegadas por mar devastaron la ciudad, en especial la cólera de 1953
photo_camera Representación de la danza de la muerte por las epidemias. CCO 1.0.

Hablamos con Leoncio Feijoo Llamas, investigador, autor de varios libros entre los que destacamos El Voto a San Sebastián, publicado en 2015, por su relación con los acontecimientos que estamos viviendo estos días.

Las epidemias a lo largo de la historia se achacaban a fenómenos astronómicos, astrológicos o incluso a maldiciones. Tras ellas, los que sobrevivían adquirían derechos y mejoras en el trabajo y en las más importantes se producía un cambio de ciclo a todos los niveles: económico, sanitario y social, como está pasando ahora. En Pontevedra las epidemias "son los tres jinetes apocalipsis que nos afectaron en diferentes siglos: la peste en el siglo XVI, el cólera en el siglo XIX y la gripe española en el siglo XX", explica Leoncio.

La peste apareció en Asia en 1338 y, a través de la Ruta de la Seda, llegó a Europa. Golpeó a Pontevedra en 1515, pero poco se sabe sobre la epidemia porque hay poca documentación, comenta Feijoo. Para librase de las epidemias en Pontevedra "primero se estableció el Voto a San Sebastián y después se popularizó el de San Roque", explica; de ahí, el lema de San Roque sobre peste, que dice así: "Los que heridos de la pestilencia imploren a favor de San Roque alcanzarán la salud. Pontevedra 1818 -que fue el año de la también temible gripe española-". Pero la gran epidemia de peste en la ciudad se produjo en 1598, llegó por mar, murieron miles de personas y se ordenó matar a perros, cerdos y todo tipo de animales. Pasado este trance, durante el s. XVII y s. XVIII, en este aspecto, no hubo grandes sobresaltos en Galicia, hasta que las epidemias de cólera aparecieron en Europa en el siglo XIX, explica Feijoo.

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Aunque hubo una epidemia anterior en 1833, el conocido como cólera morbo asiático llegó a Redondela (Vigo) en noviembre de 1853 en un barco, como casi todas las epidemias, pero afectó de manera especial a la ciudad de Pontevedra desde el mes de diciembre. Se decía que el cólera era un mal cosmopolita que se acomoda a todos los climas. El primer médico que dio la voz de alarma fue el catedrático Miguel López, que determinó el 11 de diciembre que la epidemia era de cólera, lo que le ocasionó infinidad de críticas. La clase médica estaba dividida y algún profesor aseguraba que "esa enfermedad a nadie mata, como no maten los médicos, ellos son, ellos son los que matan y no la enfermedad", y otros decían que el mal eran tan benigno que se curaba casi con nada. Durante los primeros meses, mientras la epidemia se expandía, reinó la confusión y se relacionaron los síntomas con cólicos nerviosos-biliosos, debido a la miseria, el frío y al consumo de marisco. Concluyeron que el origen de la llegada de la epidemia a Pontevedra era por los marineros de O Grove, que comerciaban con congrio y maíz, y se fue extendiendo a Marín, Mourente, Poio, Xeve y Alba.

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Durante el mes de abril de 1854, la epidemia azotó con especial virulencia la ciudad de Pontevedra y causó centenares de muertos. Se ordenó quemar las ropas de los infectados y el blanqueo forzoso de las casas, con el consiguiente gasto de los ciudadanos. Además, se prohibieron las ferias y causó la ruina de las industrias, artesanos y profesionales. Pese a ello, un mes después, un decreto acordaba el anticipo voluntario, y después forzoso de un semestre de las contribuciones territoriales y de subsidio industrial y de comercio. Por este motivo, y a modo de protesta, en julio de ese año "el vecindario de esta capital" enviaba una carta a la reina Isabel II en la que solicitaban su ayuda: "No, Señora, la población de Pontevedra no lo espera de V. M. ni de los consejeros de la Corona: las calamidades han sido terribles, y la peste aún amenaza con volver á oprimirla con su mano de hierro".

La población estaba aterrorizada porque en un solo mes fallecieron en la ciudad 53 personas; la mayoría en las inmediaciones de la Plaza de la Herrería. El paciente cero se identificó como Miguel Useleti, contador de Hacienda de la provincia, ya que la mayoría de los contagiados tenían relación directa con él. La lista de fallecidos era larga, comenzando por el propio Useleti; el director del Instituto, Santiago Rivas , que vivía en la Herrería; Luisa Ulloa, hija del teniente de alcalde; José García Limeses y su esposa Dolores Sancho; el librero Juan Verea y Varela, Margarita Génova, mujer del impresor Núñez Pazos, Ignacio Echave o María Isla Cobián. Los enfermos de distinta gravedad ascendían a 131 y en los alrededores de la ciudad a 208 en sólo cuatro días.

Ese verano, tres médicos de Vigo, que no admitían que la epidemia era de cólera, se desplazaron a Pontevedra para saber a qué se debía la enorme mortandad en nuestra ciudad. Tomaron medidas, como sellar herméticamente sus alimentos, los barriles de agua, la leche embotellada y se hacían acompañar por las mismas personas para evitar contagiarse. Para lucha contra la propagación se encalaban las casas, se fumigaban las paredes, se ventilaban las habitaciones con frecuencia, se prohibía el hacinamiento de personas y se desinfectaban cárceles, hospitales, hospicios y cuarteles. Se consideraban medidas de higiene individual el no trasnochar, la sobriedad, el aseo personal, hacer ejercicio, pasear y se instaba a su cumplimiento.

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El Vicario de las religiosas de Santa Clara en Pontevedra, Andrés María Solla, solicitó a los párrocos de la ciudad "implorar la Clemencia divina, poniendo en novena en la  Iglesia de Sta. María la mayor, á los gloriosos S. Roque y S. Sebastián, cuya devoción es proverbial en esta ciudad, y cuya protección jamás ha implorado en vano". El templo se llenó de fieles, un lugar en el que se podía propagar la epidemia con suma facilidad, y el sacerdote animó a cambiar los usos y costumbres con la epidemia. En la procesión en la que salieron los santos estuvieron presentes las autoridades de la ciudad con sus respectivas esposas.

A finales de 1854 en 24 corolarios de las doctrinas del Boletín del Cólera se concluía por fin que la epidemia de Galicia era de cólera. En el punto 4 del mismo decía: "Esta dolencia no va a dónde no la llevan efectos ó personas: solo la atmósfera puede transmitirla en un pueblo cuando existen grandes focos, y entonces puede, aunque difícilmente, el mismo aire conducirla á pueblos muy cercanos", lo que da una idea del poco conocimiento científico que existía en aquella época. Entre otras cosas recomendaban el aislamiento de los contagiados, abrigarse con franela, tener el estómago limpio y ante los primeros síntomas acudir siempre al médico.

La pandemia que estamos padeciendo no es algo nuevo, es un mal trago por el pasaron también nuestros antepasados. Ánimo a todos, que ya falta menos: #YomeQuedoenCasa.

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