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El ir y venir de las ballenas

Han vuelto a nuestras costas después de años de caza indiscriminada que las llevaron al borde de la extinción y ocho de las trece grandes especies de ballenas aún lo están
Cada cierto tiempo una ballena aparece varada en una playa. DP
photo_camera Cada cierto tiempo una ballena aparece varada en una playa. DP

Galicia es ruta de migración anual de estos colosos procedentes de la costa africana. Con la caza indiscriminada las ballenas desaparecieron de la costa de la ría de Pontevedra, pero estos últimos años han vuelto a recalar en nuestras aguas donde el kril es abundante. A esto ayudó la moratoria, vigente desde 1985/1986, que no han suscrito algunos países.

La pesca de la ballena se remonta a unos 3.000 años a.C. y existen muestras en petroglifos en Asia de esa época. Más cerca en el tiempo, la pesca de ballenas se hacía en buques balleneros de vela, de menos de 500 toneladas, provistos de entre cuatro y siete botes y en uno de ellos un hábil arponero le daba caza. Una ballena reportaba enormes beneficios: la piel para suela de zapatos, el preciado aceite en diferentes épocas con el que se hacía jabón, luz, margarina o para bujías; la carne, y las vísceras para la industria cosmética, especialmente el llamado "ámbar gris" para la industria del perfume.

En las costas de Galicia ya quedó clara la importancia que tuvo la industria ballenera documentada en testamentos y otros relativos a privilegios y diezmos del s. XIII. Un tema que destacaba en 1550 el canónigo malagueño Bartolomé Sagrario de Molina en su Descripción del Reino de Galicia. El propio P. Sarmiento recordaba que el nombre de Cedeira en latín era Cetárea que se llamaría así por, "la pesca de pescados mayores, y acaso también de ballenas, en atención á las favorables condiciones que en ella concurren para salir al pasaje de aquellas, en su transmigración, y pescarlas".

Las ballenas se mataban con un arpón manual hasta que se desarrolló el arpón eléctrico. El primero patentado en Estados Unidos fue el de Albert Sonnenburg y el armero Philipp Rechten que se basaba en una corriente alterna para producir un calambre muscular tetánico, que paralizaba a la ballena. En 1897 se anunciaba una nueva patente más mortífera obra del capitán Herschell, "En cuanto aparecen las ballenas, se envía una canoa cargada con el cable y el arpón eléctrico, bastando entonces que éste toque la ballena para que el cetáceo quede muerto en el acto".

El biólogo, médico y explorador británico John Lachlan Cope, que participó en las expediciones del irlandés Ernest Shackleton, anunciaba en 1919 una nueva expedición al Antártico que inició casi en solitario en 1920 y una de las motivaciones, como en expediciones anteriores, era la comercial, en favor de los intereses británicos. Uno de los objetivos de esta expedición era "obtener más detalles acerca de la distribución y la emigración de las ballenas de valor económico y fomentar las industrias británicas", explicaba Galicia Nueva.

Esqueleto de una ballena. DP
Esqueleto de una ballena. DP

En 1921 se reseñaba que los balleneros preferían cazar en la costa americana de Labrador, lugar donde abundaban estos colosos, y ya en la costa europea en Islandia, isla de Juan Mayen (Jan Mayen en Noruega) o Cabo Norte. Aunque hubo moratorias sobre la pesca de la ballena en años anteriores a los años cuarenta, el comercio internacional de aceite de ballena era de unas 500.000 mil toneladas anuales. Durante la Segunda Guerra Mundial se disputaban este importante mercado Inglaterra, Holanda o Canadá y el mercado noruego como gran proveedor.

En nuestra costa se instalaron diferentes factorías para el procesado y captura de la ballena desde principios del s. XX, con capital fundamentalmente noruego. Fueron muchas pero, a lo largo de las décadas. entre las más destacadas estaban Caneliñas en Cee (1924), Balea, que se fundó en 1955 por Massó y asociados, en Cangas, o Cabo Morás en Lugo. El flujo anual migratorio de los cetáceos facilitaba su caza muy cerca de nuestra costa. La carne se exportaba a Japón y el aceite de ballena a Cataluña. Los barcos balleneros se construían normalmente en astilleros británicos y noruegos, países que tenían importantes intereses en el sector. Durante la Primera Guerra Mundial hubo un paréntesis temporal de capturas debido a la peligrosidad de la propia guerra.

A principios del s. XX, en concreto en octubre de 1920, en la ría de Vilaxoán se avistó una ballena enorme a las dos de la madrugada por unos marineros, que intentaron darle caza, sin éxito, con un rizón. La ballena, alertada por el peligro, cambió de rumbo y la perdieron de vista. Pero a las nueve de la mañana se avistó muy cerca del puerto y lo que sucedió fue terrible: intentaron cazarla a tiros, le clavaron un arpón, un hacha y todo lo que encontraron a mano. La ballena logró escapar rumbo al faro da Rúa y, como explicaba el corresponsal de Galicia Nueva, "Creemos que este cetáceo no se alejará de nuestra ría, por la importancia de las heridas que tiene; pero que no serán los marineros de este puerto quienes disfrutaran de sus pingües utilidades".

Un estudio en 1942 sobre La industria de mamíferos marinos explicaba que sólo entre 1938 y 1939 la industria mundial extrajo 450.000 toneladas de aceite de ballena. En España, explicaba, la industria ballenera entre 1922 y 1926, la Compañía Ballenera Española, comercializó 172.000 barriles de aceite y 200.000 sacos de guano, utilizado como fertilizante. Y otra empresa, Corona Española (1924), 28.100 barriles de aceite y 37.150 sacos de grano. Cada ballena, de unas 100 toneladas cada una, constaba de un 21% de grasa, 46,3% de carne que se mantenía en salazón, 18,3% de hueso y un 23% de aceite.

Las factorías gallegas de Caneliñas y Morás fueron inicialmente de capital noruego, y durante décadas existieron movimientos empresariales y fusiones hasta que Massó se hizo con el control de las más importantes en los años cincuenta y así, a partir de ese momento, Galicia se convirtió en una potencia ballenera hasta la prohibición de las capturas en el año 1985.

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