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La falsa 'leyenda negra' de Isabel Barreto

La ambición de Pedro Fernández de Quirós* convirtió a Isabel Barreto en una mujer despreciable y frívola, a través de sus crónicas, de manera interesada

"LA PONTEVEDRESA Isabel Barreto fue la heredera de un reino que nunca encontró, después de recorrer más de ocho mil millas náuticas, dos veces el océano más grande de la tierra, y la primera y la única mujer que llegó a ostentar el título de almirante de la Armada, en tiempos de Felipe II". Así comenzaba el artículo que escribí hace dos años sobre Isabel Barreto, y desde entonces muchos han sido los trabajos que se han publicado sobre fuentes más precisas de la vida de esta insigne pontevedresa. Este artículo pretende dar una visión más cercana a la realidad de la que ha llegado hasta nosotros a través de la crónica sesgada del portugués Pedro Fernández de Quirós, que fue un personaje con más sombras que luces y con una ambición desmedida.

Isabel Barreto nace en Pontevedra hacia 1567 y fue bautizada en Santa María. Hija de Nuño Rodríguez Barreto, natural de islas de la Madera (Madeira), y Mariana de Castro. Según los datos del testamento de su padre, sus hermanos fueron Gerónimo, Diego, Luís, Gregorio y Antonio Barreto, Isabel Barreto, Mariana de Castro y Leonor de Castro. Queda pues despejada la incógnita de su segundo apellido, ya que algunas fuentes daban por cierto el Quiroz y otras el "de Castro". No existe ningún retrato de ella en España, aunque es posible que sí en América.

Isabel parte con su padre y hermanos hacia Perú en 1585. Aunque su familia se dedicó allí al comercio de brea, tinta añil y tráfico de esclavos, a ella lo que le apasionó fue el apogeo de los descubrimientos en la España de los Austrias. En Perú conoció al Adelantado Álvaro de Mendaña con el que se casó, pese a la diferencia de edad. Con la dote de ella inician en 1595 una expedición para tomar posesión de las islas Salomón, que prometía grandes tesoros y riquezas, que años antes había descubierto su marido. Es precisamente en este viaje cuando coincide Barreto con Quirós.

Pedro Fernández de Quirós (Quiroz o Queiroz) nació en Évora en 1565. Pasó su juventud en Lisboa y se embarcó desde muy joven como escribano en navíos mercantes. A lo largo de su vida se obsesionó con "poder reclamar la gloria y honor inmortales que resultarían de ser identificado como descubridor de la mítica Terra Australis nondum cognita". Bautizado por G. Arnold Wood como "el Quijote de los Mares del Sur", por sus distorsionados relatos, ya había viajado como piloto de nave con el pontevedrés Pedro Sarmiento de Gamboa, con Álvaro de Mendaña y Barreto y, por último, con Luis Váez de Torres; así que viajó tres veces con gallegos hacia Terra Australis: su gran obsesión. Diego de Prado y Tovar, cartógrafo de las expediciones, lo acusó de embustero y falsario. El propio Conde de Lemos tenía muy mala opinión del personaje: "No es hombre bien fundado aunque se le ha puesto en la cabeza que ha de ser otro Colón, y en efecto es ser doliente".

La afición de Quirós por reescribir la historia contribuyó a crear en su diario la falsa leyenda negra sobre Isabel Barreto porque, entre otras cosas, no soportaba que una mujer estuviera al mando de la travesía cuando fallece su marido y que se llevara los honores de los descubrimientos, al heredar los títulos de Mendaña, como así consta en su testamento. Es cierto que Isabel Barreto se mostró implacable con los marineros, pero hay que tener en cuenta que fueron escogidos de entre lo peor de la sociedad, porque Felipe II vio en estos viajes una oportunidad de deshacerse de los "vagos y maleantes". Isabel Barreto, cuando su marido fallece durante el viaje, se vio rodeada de una tripulación de hombres, de lo peor de cada casa, lo que le supuso una situación límite.

El choque de personalidades entre los dos personajes se hizo evidente durante el viaje y Quirós la describía en su diario como una mujer "de carácter varonil, autoritaria, indómita y que impondrá su voluntad despótica". La llegó a acusar, durante la travesía, de "robar la escasa agua de que disponían para gastarla en lavar con ella su ropa", y de pasearse por cubierta "con sus perlas blancas y sus encajes inmaculados".

Quirós se ordenó sacerdote en 1606, parece ser que de la orden de San Francisco, con la intención de tomar posesión de las tierras que por ley le pertenecía a Luis Váez de Torres, en la expedición que iniciaron juntos ese mismo año. Por ejemplo, tomó posesión de la isla de Australia del Espíritu Santo en nombre de Su Santidad, en vez de hacerlo primero en nombre del Rey, a lo que Diego de Prado le replicó que "debía tomar posesión en nombre del Rey nuestro señor y de sus predecesores y no de otros". Fernández de Quirós no tardó en responder que él "sabía lo que hacía". Parece, además, muy llamativa la vocación de misionero, que surgió de la nada, cuando hasta esta fecha (1606) nunca había manifestado el menor interés evangelizador en los viajes anteriores. Todo apunta a que estaba únicamente interesado en la financiación de la expedición por parte del papa Clemente VIII, como sí lo hizo. Luis Váez de Torres, también se lamentó de que Quirós los había abandonado a su suerte deliberadamente, durante su expedición, porque lo que pretendía era hacerse con el descubrimiento de las Terras Australis, dejando a un lado a Váez.

Volviendo a Isabel, algunas fuentes apuntan que regresó a España, en 1609, para hacer valer sus derechos ante el rey Felipe III, conocedora de que Pedro Fernández de Quirós falseó el relato en primera persona que ha llegado hasta nosotros e intentó usurpar los privilegios de los descubrimientos de Mendaña y Barreto. Por tanto, Isabel Barreto fue una mujer muy valiente que no se dejó pisar por un hombre astuto y ambicioso al que algunos compañeros de viaje tomaban por loco.

*El primer retrato corresponde a Pedro Fernández de Quirós; el segundo, a Álvaro de Mendaña, primer marido de Isabel Barreto

Fuentes


Vasallos y extranjeros. Portugueses en la Lima virreinal, 1570-1680 de Gleydi Sullón Barreto, Viaje al estrecho de Magallanes en los años de 1579 y 1580 por el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa, Et in arcadia ego. La Terra Australis y la visión utópica de Don Pedro Fernández de Quirós de Luque Talaván y Mondragon Pérez, Bienes de difuntos de Nuño Rodríguez Barreto y Alfonso Daniel Fernández.

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