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Entre bares y tapas, adiós a los Maristas

Pocos locales originales quedan de épocas pasadas, locales que frecuentaban nuestros abuelos. Ahora contamos con uno menos al cerrar definitivamente los Maristas en la Plaza de la Verdura
Peña Pitillo delante del bar en 1969. BLOG DON FILIBERTO
photo_camera Peña Pitillo delante del bar en 1969. BLOG DON FILIBERTO

CADA VEZ son menos los establecimientos que frecuentaban nuestros padres y abuelos que siguen abiertos. El último en cerrar es el de los Maristas en la Verdura, el de la taza de país blanco y la tapa de caramujos. Para el recuerdo quedan cada vez más locales que marcaron una época de entretenimiento en la ciudad y que sólo podemos ver en fotografías.

El Café Méndez Núñez fue uno de los primeros en los que se documentaron actuaciones musicales en 1880. Sito en la calle del Comercio, pero a la altura de los soportales de la Herrería, una calle en la que a finales del s. XIX albergaba el Café Español, muy cerca en la Plaza de la Peregrina y después en A Oliva el Café de la Perla o El Café Moderno en la plaza de San José.

En los años veinte recordar el Bar Roma en la calle Riestra 16, con habitaciones al módico precio para pensionistas de 95 pesetas y en el bar hacían callos los domingos y días de feria. El Bar Madrid de Pedro Iglesias Alonso en Andrés Mellado, el Internacional (antes Bar Galicia) en la plaza de la Constitución, el Central de José Castro Fernández en la calle Riestra, el Bar Limpias, el Bar Cabo Verde en la calle Naranjo, en el que se anunciaba marisco y vinos del país, Bar España de Luis Jaén, Bar Redondo, Bar Chinito detrás del Concello, Bar Americano en la Plaza de San José, La Navarra de Justo y Bernardo Ureta en el número 15 de la calle Princesa que se llamaba entonces Vinos Navarros de Ureta Hnos.

El Fisfaro, en las inmediaciones de la Plaza de Abastos (nº 17 de Burgo/Santiago) anunciaba a bombo y platillo: "Pone además todos los sábados callos pantagruélicos. Se expenden a domicilio y es condición el llevar el vino que crea conveniente cada uno que lleve los exquisitos callos". 

En el Limpias, de los propietarios Valentín Teijeira y Joaquín Fernández, situado detrás de la cárcel de A Parda, celebró su cumpleaños en enero de 1925 Manuel Lorán Montes con los miembros de la Pandilla de los 23, el torero Juan Anlló, cuando nombraron alcalde de barrio de la calle Real a Aurelio Marzoa, la despedida de soltero del jovencísimo contratista José Malvar Corbal, o la cena ofrecida por el 15º de Artillería al aviador Joaquín Loriga. Allí el vino de Ribeiro se anunciaba a 80 céntimos el litro y se organizaban campeonatos de brisca. En 1929 Los Ramones de Vigo retaron a los jugadores de brisca del Limpias a un torneo: "Los pontevedreses aceptaron el reto, y al efecto, ayer tarde, un buen número de brisquistas se dirigió a Vigo en un camión para celebrar el anunciado match". El local cambió de ubicación con el tiempo, pero eso es otra historia.

El Petit-Bar, regentado por Eduardo Mato, abrió sus puertas en verano de 1928 en el número 31 de la calle de la Oliva con la Plaza de San José. Era un lugar que ofrecía actuaciones en la terraza, salvo que el tiempo lo impidiese y se realizaran en el interior del local, de pequeñas orquestas como Los Kananakos, la orquesta rusa de Balalaikas o el guitarrista Amador R. Campos, o el Trío Hispania en sesiones de mañana y noche. En los años treinta se anunciaba con el número de teléfono 85, se vendían entradas para el partido que enfrentaba al Deportivo (de A Coruña) contra el Eiriña y participaba en muchos eventos deportivos. En 1938 cambió de nombre y aparece como Bar Imperial con Isidoro Torres detrás de la barra.

En 1931 acordaron delimitar qué era cada establecimiento para diferenciar los hoteles de las fondas: "Se entenderá por Hoteles los que paguen matrícula como tales, y por Fondas, en la fecha las siguientes: Bar Limpias, Bar Roma, Casa Lores, La Pureza, La Flor de Rajó, Universal, Bar de la Viuda, La Perla y la Manchega", e insistía en que el único que se podía considerar restaurante era el de la Estación. Hay que tener en cuenta de que todos estos establecimientos tenían un bar público y la competencia entre ellos era grande. En los años treinta exis tía la Asociación de Camareros, Cocineros y Similares estaba en la calle Princesa.

De los años treinta destacar el Gran Bar Derby en la plaza de la Peregrina, La Manchega, Bar Cantábrico, Bar X, Comercio, Bar Antigua Estrella frente a la estación del ferrocarril o el famoso Bar Calixto de Calixto Díaz Pedras.

En octubre del año 1936 se publicaba la siguiente orden gubernativa de obligado cumplimiento: "A partir del día primero de Noviembre y hasta nueva orden, deberán cerrar las tabernas a las siete y media de la tarde, sin que pueda evadirse el cumplimiento de esta Orden con pretextos ni excusa alguna".

Bar Carrillo, en la esquina de Michelena con la cuesta de su mismo nombre, también ofrecía actuaciones musicales con un recargo del 20% sobre las consumaciones, decía un periódico de la época. Anunciaban helado a partir de la una, vendía entradas para las corridas de toros de Pontevedra y gran variedad de encuentros deportivos. El bar desapareció para construir en el solar a la primera sede del Casino Mercantil de la ciudad y la cuesta cambió popularmente de nombre por la cuesta de AFAR.

El Bar Pitillo, cuya especialidad era el bocadillo de tortilla, abrió en 1939 de la mano de Adonis Fernández y su primo Ramiro en la que se conoce hoy como Casa das Campás. Llegó a ser muy popular porque con el café regalaban como tapa un pitillo. Allí se fundó la Peña del mismo nombre por seguidores del Hay que Roelo en sus mejores tiempos. Este bar es uno de los pocos que quedan en activo en otro emplazamiento.

El Bar Puñal (Bar Obrero), contiguo al ultramarinos de La Abundancia, lugar en el que se enfrentaron por la chica de barra conocida como La Fina el albañil Antonio Fandiño Estévez, apodado El churrero, con Secundino Esperón. Al salir del bar, a altas horas de la madrugada, tres balas herían de muerte a Esperón que moriría minutos después perdurando en el recuerdo por llevar una calle su nombre durante décadas. Larga vida a los bares y cafeterías de aquellas que todavía resisten el paso del tiempo.

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