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El Moflete se hunde en medio del Atlántico

Después de una parada técnica en Canarias el Moflete se hunde a 500 millas de Martinica, en medio del Atlántico. Los tripulantes fueron rescatados por un carguero estadounidense que se dirigía de Guantánamo a África

Tucho abandonando el carguero ya en aguas francesas. TUCHO DÍAZ LORENTE
photo_camera Tucho abandonando el carguero ya en aguas francesas. TUCHO DÍAZ LORENTE

El pasado 13 de febrero el Moflete se hundió en aguas del Atlántico con un cargamento de cervezas de Galicia. Se fue a pique la travesía de 'Pontevedra a Australia' y las ilusiones de los cuatro tripulantes... por ahora.

Una semana antes nuestros aventureros más internacionales Tucho y Paco Díaz Lorente, Xoán Campos y Fernando Otero (Miguel Molina, que por una lesión en Cabo Verde se encontraba temporalmente en secano), fueron rescatados en alta mar por el carguero estadounidense Norfolk.

El Moflete se preparaba para hacer la etapa Cabo Verde-Martinica y para ello se había incorporado en la isla africana el también pontevedrés Fernando Otero; el salto del Atlántico era de unas 2.060 millas y duraría unos 14 días.

Salieron de Cabo Verde con buen tiempo y la navegación iba como la seda con los alisios a velocidades de entre 20 y 30 nudos. "Los primeros días hacíamos una media de 180 millas diarias", comenta Tucho. Al sexto día de navegación en medio del Atlántico, a unas 800 millas del puerto de salida y a 1.200 del de destino, les llamó la atención un ruido en el barco "como si algo con tensión se hubiera roto", recuerda Tucho. Revisaron todo el barco y no encontraron nada a la vista. Al cabo de unas horas se oyó un ruido más fuerte y esta vez se encontraron con un tramo de la cubierta levantado porque el cadenote de los obenques se había soltado bajo la cubierta: navegaban sin obenques, que son unos cables que sostienen mediante tensión el mástil de un barco y se agarran a los cadenotes. Como solución bajaron las velas pasaron algunas drizas a babor y "la cosa parecía que iba medio bien". Pero en ese momento, por precaución, avisaron a Salvamento Marítimo español para comunicar que los obenques del barco estaban sueltos: "por el momento creemos que podemos seguir", les explicó Tucho. Salvamento Marítimo francés también les hizo un seguimiento por email sobre su situación y el Moflete pidió 250 litros de gasoil para cubrir imprevistos a motor hasta llegar a tierra.

Una vez en cubierta los cachearon y los llevaron a la cocina donde pudieron comer "muy bien", comenta Tucho, ¡y eso que no comieron lamprea!

Tres días más tarde la situación era poco alentadora porque los cadenotes se llegaron a levantar 12 centímetros sobre la cubierta. Decidieron atar unas cabos en el fondo del barco para poder continuar. Navegaban a 3 ó 4 nudos sólo con la corriente marina pero, pese a todos los esfuerzos, el mástil del barco se movía y, además, por las noches se levantaba un oleaje que complicaba la navegación. Cuando una cincha se soltó volvieron a la situación inicial al quedarse los obenques sin agarre y Xoán Campos tomó la iniciativa para volver a fijarlos desde el interior del casco del barco. Durante la maniobra se lesionó los dedos de la mano derecha, nada grave en ese momento pero sí aparatoso: "sangraba tanto que creímos que se había amputado los dedos", explica Tucho. Contactaron de nuevo con Salvamento Marítimo español y el médico les dio instrucciones para atender al herido con medicación y curas. En ese trance estuvieron en contacto en todo momento con los participantes en la regata Gran Prix del Atlántico que estaban llegando a Martinica.

Recibieron una llamada de Salvamento francés y les avisaron de que un barco se iba a acercar a su posición para dejarles el gasoil y evacuar al herido. Sobre las tres de la madrugada el Norfolk, un carguero norteamericano de 133 metros de eslora, se acercó y les comunicó por radio que les llevaban gasoil e iban a evacuar a Xoán acercando una lancha; pero decidieron hacer la maniobra al amanecer porque de noche era peligroso. Al alba Paco, con un bichero, consiguió coger a la primera el cabo en el que iban amarradas las garrafas de fuel que les lanzaron desde el carguero, pero el Norfolk se fue sin evacuar a Xoán ante la mirada atónita de los 'náufragos'.

Al Moflete no le quedó más remedio que seguir 'a pelo' a medida que todo iba a peor. La tripulación estaba en cubierta, con el peligro que suponía una situación así a 750 millas del punto más cercano a tierra: "Era como estar en Azores y tener que llegar a Combarro", explica Tucho. Ahí es cuando se dan cuenta de que el riesgo de hundimiento era inminente, porque además entraba agua, y con la certeza de que hubiera más heridos con la posible caída del mástil. Quedarse a la deriva en la lancha de salvamento del propio barco dos o tres días, hasta que desde el continente los rescatasen, no era una opción.

Alguien debió pedir explicaciones al carguero estadounidense sobre el herido porque, sin tener noticias de primera mano, el 5 de febrero divisaron que se acercaba de nuevo al Norfolk y les comunicaron que volvían sólo para recoger al herido. Es entonces cuando todos los tripulantes del Moflete decidieron que, por su propia supervivencia, debían abandonar el velero junto a Xoán. Pero el capitán del carguero les dijo que era muy peligroso y que no estaba por la labor de rescatarlos a todos; Salvamento Marítimo España en ese momento no daba crédito. Entonces Tucho decidió activar la radiobaliza y Xoán lanzó un Mayday por VHF, que se hace cuando uno o varios miembros de la tripulación se encuentra en peligro inmediato. Gracias a eso el capitán del carguero cambió de actitud y dejó que el Moflete se acercara al barco para que subieran todos por una peligrosa escala de 10 metros.

El primero en subir sin ninguna ayuda fue Fernando, Paco desde el Moflete tuvo que lanzarle un cabo para que así los demás pudieran hacerlo con algo de seguridad. Tucho se ató y desde arriban tiraban, Xoán lo hizo con agarre, y Paco sin nada. El capitán no les dejó subir tres bolsas con efectos personales y el cuaderno de bitácora: tuvieron que abandonar el Moflete sólo con la ropa que vestían, el móvil y el pasaporte.

Una vez en cubierta los cachearon y los llevaron a la cocina donde pudieron comer "muy bien", comenta Tucho, ¡y eso que no comieron lamprea! . El trato por parte de la tripulación fue muy bueno, a Xoán cada cinco horas le hacían una cura según el protocolo, pero el capitán sólo les dedicó un escueto hola y desapareció.

Cuando el Norfolk llegó al sur de Martinica se acercó una lancha de Salvamento francés y, como se puede ver en la fotografía, el capitán les hizo usar otra vez la peligrosa escala y no la escalerilla. El 8 de febrero llegaron por fin a la capital de Martinica, Fort-de-France, en pleno Carnaval y Xoán fue atendido en un hospital. El Moflete se hundió en el Atlántico el 13 de febrero a las 16:53.

Aunque la actitud del capitán del carguero resultó en todo momento incomprensible, Tucho y Paco Díaz Lorente, Xoán Campos y Fernando Otero quieren destacar la labor impecable tanto de Salvamento Marítimo de España como de Francia, del cónsul honorario de España en Martinica y dar las gracias también los participantes de la regata Gran Prix del Atlántico .

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