Blog | Crónicas y perfiles

Philip Newell de Virgin a Pontevedra

CAMINA DESPACIO, sin prisa, y su mirada es tranquila y sosegada. Estamos en Moaña, lugar al que Philip se trasladó hace veinticuatro años. Co-fundador de los legendarios estudios Virgin Records en los años 60 con Richard Branson, es doctor en Ingeniería Acústica y está considerado uno de los investigadores y diseñadores más reputados a nivel mundial en esta materia sobre la que ha escrito varios libros publicados por Focal Press. Trabaja desde hace cuarenta años como ingeniero de sonido y consultor acústico, que engloba el diseño acústico de estudios de grabación, salas de cine y auditorios y pertenece a un comité que busca un nuevo estándar de sonido para el cine a nivel mundial.

Philip Richard Newell nace en Blackburn en el condado de Lancashire, Inglaterra, en 1949. Hijo único de Harry, católico, y Kathleen, anglicana, se bautiza en una iglesia metodista porque su abuelo también lo era: "Tres religiones y cuatro partidos políticos diferentes en la misma casa daba lugar a debates muy interesantes". Su nombre es en recuerdo del médico que les salvó la vida durante el parto a él y a su madre. El propio Philip lo resume en que proviene "de una familia entre lo deportivo y lo artístico en la que a todos les gustaba mucho la música".

Recuerda que lo que primero le impactó fue la música de Buddy Holly, que intentó grabar de la radio con un cassete porque no era posible comprar un disco suyo en Inglaterra. "Y de repente llegaron los Rolling Stones con una canción de Holly", le siguieron Chuck Berry, la música soul y Tina Turner. A partir de ahí ya no pudo pensar en otra cosa. Era buen estudiante pero abandonó antes de empezar la Universidad y a los veinte años empezó a trabajaba en Pye Records.

Cuatro años después ya era el director técnico de la división de grabación de Virgin Records y durante once años se ocupa de grabar a Led Zeppelin, Patti Smith, Queen, Tangerine Dream, Dizzy Gillespie, Stevie Winwood, The Band y Sex Pistols, por nombrar algunos. Recuerda que en 1973 trabajó con Mike Oldfield en la grabación de Tubular Bells. Una apuesta muy arriesgada porque no había casi voces, pero contra todo pronóstico el éxito fue enorme y algo único. Tom Newman, productor de la grabación, tenía mucha confianza en las posibilidades de Oldfield pero Philip no tanta: "Yo pensaba que su disco iba a vender o 5.000 copias o 5 millones", pero poco a poco cambió su percepción al ver cómo avanzaba la grabación y al final fue un gran éxito; a ello contribuyó mucho el ambiente del estudio.

Seguimos en el puerto de Moaña, entre barcos de pesca y con el mar de fondo, un mar escenario de una de sus grandes aficiones como piloto de hidroaviones, pero volar aquí le supone mucho papeleo burocrático. Comenta que sigue manteniendo contacto con Richard Branson sobre el que piensa que "fue una inspiración enorme para encontrar las mejores condiciones para crecer. Sabía poco de música pero disfrutó mucho de la emoción del entorno de todos los artistas". Buscaban y encontraban gente creativa y con personalidades especiales para formar un equipo con una gran motivación. Philip como productor tiene muy claro que se "debe crear el entorno más apto para desarrollar la creatividad" y se lamenta de que hoy en día, en muchos casos, no hay dinero para contratar a productores. Reconoce que pocas veces se queda satisfecho con el resultado de su trabajo, por ser un perfeccionista, y que aquella generación ha pagado un alto precio en sus vidas personales "porque el trabajo era nuestro hobbie".

No comprende por qué aquí la mayoría de los auditorios no tienen "concha acústica" y se sorprende de que las decisiones técnicas estén en manos de los políticos: "El sonido es una parte de la física, que sigue las leyes físicas, y con la física es imposible negociar". Recuerda que en Santiago, después de una actuación de Jethro Tull, un periodista le preguntó a Ian Anderson "¿qué tal el sonido?" y éste le dijo: "Si vuelves al auditorio aún suena la última canción", por la exagerada reverberación del recinto.

Insiste en que, lo que realmente importa "es la calidad del músico más que los medios técnicos" y el propio concepto de la música: "hoy los músicos están más pendientes de tocar bien que de dejarse llevar por las emociones". Cree que se ha perdido la especialización y el resultado es lo que tenemos en el mercado musical actual.

Como anécdota también recuerda, hace veinte años, su participación en un proyecto para un programa de la TVG en las Cies y en el que tenía que construir un "estudio de sonido ecológico" y durante el montaje "se quemaron miles de litros de gasóleo con toda una flota de barcos enormes", en referencia a los barcos que llevaban y traían el material. Se ríe con ganas al recordar la extraña paradoja: "Lo verde desde una visión global no es tan verde".

En Galicia, entre otras cosas, ha grabado el disco del grupo The Shoubinhas Experience pero reconoce que se hacen pocas cosas en España por la crisis, que dura ya siete años, y ve pocas señales de recuperación: "Se graba poco y también se construyen menos salas". En Moaña escribe la cuarta edición de su último libro Recording Studio Design, conoce nuestra música y cree que hay buen entendimiento musical entre Irlanda y Galicia.

Fuentes: Charla con Philip Newell y hemeroteca

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