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El Puente Real de la Isla de Cortegada

Un puente que sólo fue realidad sobre planos, pero mantuvo viva la ilusión de una comarca que vio en el proyecto un importante revulsivo para revitalizar su maltrecha economía
La decoración del puente la realizó Luis Bellido. COLEGIO DE INGENIEROS
photo_camera La decoración del puente la realizó Luis Bellido. COLEGIO DE INGENIEROS

Una pequeña isla de la que parece que visitó el geógrafo griego Eutimenes de Massalia siglo VI a. C., el geógrafo romano Plinio en el siglo I se refiere a ella como Corticata, Ex insulis nominandae Corticata et Aunios y como en otras muchas islas de las rías en la Edad Media se construyó un monasterio, posteriormente un hospital en el s. XVII, y un lazareto. La isla fue refugio de vikingos durante las invasiones; el propio Olaf estableció allí su campamento camino de Santiago, y allí también estuvo Almazor.

La idea de regalar la isla se inició con Alfonso XII, que al no responder a la ofrecimiento cayó en el olvido hasta que se retoma después de la boda de su hijo Alfonso XIII. Para Cortegada se realizaron dos proyectos diferentes del puente que uniría la isla con Carril sobre plano; el primero en 1907 posiblemente de Andrés Ripollés y el segundo obra de José Eugenio Ribera y el arquitecto Luis Bellido González bajo la supervisión del ingeniero inspector Andrés Ripollés. Ribera, profesor y director en la Escuela de Caminos de Madrid, fue uno de los pioneros en investigación sobre el hormigón armado en España. Así como el palacio correría a cargo del patrimonio de la Corona, el puente lo financiaría el propio rey con sus ahorros.

"Habiendo sido donada á S.M. el Rey la isla de Cortegada por una entusiasta resolución de la provincia de Pontevedra, y resuelto establecer en aquella hermosa posesión los palacios necesarios para la residencia Real, la primera obra que se precisa ejecutar es un puente que enlace la isla con la costa", así comenzaba el informe de Obras Públicas. El rey Alfonso XIII se hacía cargo de los gastos de construcción del palacio y el puente se había decantado por un estilo medieval alemán.

El paso más conveniente se determinó en la parte más estrecha, que con baja mar da acceso caminando a la isla. El puente se consideró por la afluencia prevista de regios visitantes a la isla una vez construido el palacio. Técnicamente se descartó el paso en barca, porque "la navegación entre la isla y la costa de Carril es también insignificante, porque este estrecho tiene poco calado, pues se descubre en bajas mareas vivas y es además de roca, por lo que ofrece algún peligro el paso en cuanto bajen las mareas".

Carta geométrica de Galicia, 1834. CARTOTECA DOMINGO FONTÁN

Carta geométrica de Galicia, 1834. CARTOTECA DOMINGO FONTÁN

El tramo completo desde la isla era de 109 metros y el correspondiente a Carril de 129 metros, con un ancho promedio de 6,5 metros. El puente constaba de cinco tramos con estructura de hormigón. El puente constaba de dos tramos levadizos que cumplían la misión de no entorpecer el tráfico marítimo durante la pleamar y, por otra parte, en un momento dado, aislar la isla del continente: "que tengan estos pendientes encontradas y no perjudican al aspecto general del puente ni a su viabilidad,... mejora las proporciones y facilita el desagüe de la calzada en días de lluvia, tan frecuentes en Galicia".

Los materiales que se emplearían serían: en granito liso se proyectaron las pilas, estribos, puertas, impostas y pilastras, cuyo coste era razonable; en hormigón armado, la especialidad de Ribera, los cuatro arcos laterales ya que permitían una ejecución rápida, de entre 20 y 22 metros; de hierro los dos tramos del puente levadizos, que cubrían una distancia de 16 metros, que se elevaban gracias a unos cables conectados a unos motores eléctricos. De la decoración artística se encargó el arquitecto Luis Bellido, que fundaría el Colegio de Arquitectos de Madrid y realizó numerosas obras en Galicia.

Se ajustó mucho el presupuesto ya que ascendía, en su ejecución material, a 388.932,60 pesetas, a lo que se sumaba el 15% de la contrata de 58.340,82 pts., dando un total de 447.273,42 pts.

En enero de 1908 con motivo de la visita de los reyes y la princesa Beatriz a Vilagarcía durante cinco días para recibir a la escuadra inglesa, anunciaba la prensa que pondrían la primera piedra para la construcción del puente. Tan sólo cuatro días más tarde se iniciaba en la prensa un tira y afloja sobre si las obras habían comenzado realmente o no, y para desmentirlo: "Actualmente-entre canteros, gabarreros, carpinteros, capataces y demás personal-están trabajando en las obras del puente más de cien personas. Han comenzado las excavaciones para la cimentación del estribo de entrada y de la pila inmediata, llegando aquellas a media profundidad...", achacando un parón en los trabajos al mal tiempo reinante y a las 'mareas muertas'. La idea era empezar el puente ese mes y dos meses después iniciar las obras del palacio, transportando los materiales a la isla en gabarras y galeones. Se pretendía terminar el puente ese mismo verano y el palacio el verano siguiente.

Pero en marzo de 1908 se suspenden las obras de inicio del puente por orden, vía telegrama, desde Madrid, sin posibilidad de retomar el interés del rey. Una nueva comisión de Cortegada se desplazó a Madrid para rogar al ministro de la Gobernación, Augusto González Besada, que ejerciera su influencia para que el rey aceptara reanudar la obras. Formaban parte de esa comisión Daniel Poyán y González que volvieron muy optimistas: "vienen altamente satisfechos de todas las personalidades a quienes se dirigieron en Madrid para el mayor éxito de sus aspiraciones". Pero el ofrecimiento de otro palacio en Santander, cuyo proyecto conocieron en San Sebastián ese mismo año los reyes, sepultó definitivamente el proyecto de Cortegada; aunque las presiones desde Pontevedra y las confusas noticias en prensa se siguieran sucediendo, ya que el 23 de abril de 1908 el rey, por mediación del alcalde de Santander Luis Martínez, aceptó el ofrecimiento que le hacía ese Ayuntamiento. Y así, una vez más, la comarca perdió un interesante proyecto en el contexto de su época.

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