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La eólica tiene la llave

Si el camino hacia la energía del futuro exige multiplicar los parques, la salida al conflicto social requerirá de compensaciones justas
Molinos situados en el parque eólico de Monte Faro, en Rodeiro. LAVANDEIRA JR. (EFE)
photo_camera Molinos situados en el parque eólico de Monte Faro, en Rodeiro. LAVANDEIRA JR. (EFE)

Un nuevo boom eólico planea sobre Galicia. No solo por las decenas de proyectos de promotores que están a la espera de obtener luz verde de las administraciones para levantar nuevos parques, sino también por la eclosión de iniciativas empresariales a la que estamos asistiendo para producir en la comunidad los que están llamados a ser los combustibles del futuro, como el hidrógeno o el metanol verdes. Y es que para obtenerlos se necesitan ingentes cantidades de energía renovable, como la procedente del viento o del sol.

¿Quiere decir esto que en una potencia para la generación de electricidad a partir de aerogeneradores como Galicia debemos asumir que será necesario o inevitable llenar los montes y el mar de molinos de viento para obtener los combustibles limpios de los que tanto se habla y reducir la dependencia de los fósiles, como el petróleo, el carbón y el gas natural?

Es la reflexión a la que me han llevado estos días los anuncios de proyectos industriales que necesitarán del soporte de la eólica para convertirse en una realidad, el consenso entre la Xunta y el Gobierno para agilizar la tramitación de parques y la decisión de la Comisión Europea de impulsar un reglamento de emergencia que allane el camino a la instalación de renovables al menos durante un año, simplificando las evaluaciones de impacto ambiental para acelerar los permisos y favoreciendo las repotenciaciones.

Actualmente hay cerca de 350 proyectos en trámite para construir parques eólicos en Galicia, donde la Xunta decretó una moratoria a la recepción de nuevos planes hasta julio de 2023. Si todos lograsen autorización, la capacidad instalada se multiplicaría prácticamente por tres. Pero parte de ellos -más de un centenar- están amenazados por la caducidad, el próximo 24 de enero, de las autorizaciones de conexión a la red eléctrica si no completan la tramitación administrativa. La ministra Teresa Ribera ya prorrogó a finales de 2021 la vigencia de esos permisos y no piensa volver a hacerlo, por lo que la vía para salvar esos proyectos -entre ellos están los que permitirían abaratar la factura energética de Alcoa en San Cibrao- es darle un empujón.

Los últimos datos de la patronal española del sector (AEE) situaban en 182 los parques en explotación en los montes gallegos a cierre de 2021. La comunidad es la cuarta con más potencia instalada tras Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha, con casi 3.900 megavatios. Una cifra que la Xunta aspira a duplicar de aquí a 2030.

Más allá de generar electricidad para hogares y empresas, esta fuente limpia está llamada a suministrar energía a las industrias que lleguen para producir combustibles alternativos. Obtener hidrógeno, metanol o amoniaco con la etiqueta de verdes requiere de electricidad procedente de renovables. Ya hay varios proyectos anunciados para la comunidad, como el de la naviera danesa Maersk con una planta de biocombustible posiblemente en el puerto exterior de A Coruña, o los de Iberdrola y Foresa en Begonte y Forestal del Atlántico en Mugardos para producir metanol verde.

Si el camino hacia la energía del futuro pasa por multiplicar la presencia de aerogeneradores en los montes e iniciar su despliegue en el mar, la contestación social en contra de los parques irá a más. Plataformas y colectivos luchan por paralizar proyectos por la vía judicial, en algunos casos con éxito, pero será imposible frenar el desarrollo eólico que se vislumbra. Se debería entonces buscar una salida al conflicto: que haya al menos una compensación justa por la instalación de parques eólicos que repercuta de verdad en las zonas afectadas. Y no solo en los dueños de los terrenos sobre los que se asientan, sino en todos los vecinos que sufren el impacto de tenerlos cerca de sus casas.

Teresa Ramos: ADN gallego en las latas de Coca-Cola

Actega Artística es una empresa de O Porriño controlada por el grupo alemán Altana que produce un compuesto químico que garantiza el sellado de las partes metálicas de las latas de bebidas y conservas y mantiene el recipiente hermético. Provee a los fabricantes de latas de gigantes como Coca-cola o Pepsi. Su directora general, Teresa Ramos, acaba de sumarse a la cúpula de la zona noroeste de la APD.

Oro mundial para el ‘parmesano’ de Arzúa

Galmesán, un queso de pasta dura cocida elaborado en Arzúa al que muchos llaman el parmesano gallego aunque no lo sea por el parecido con su primo italiano, se ha colgado la medalla de oro en los World Cheese Awards, los galardones más prestigiosos del sector, en los que había logrado dos platas en ediciones anteriores. La encargada de recoger el premio en Gales fue la gerente de la empresa, Carmen Cano.

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