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24

Nada es lo que parece en 24 y desde el primer momento intuimos que Bauer no puede -o no debe- fi arse de sus compañeros en la UAT

La revista Cinemanía acaba de publicar una lista con las cien mejores series de televisión de la historia y 24 está entre ellas. Partamos de la base que casi todo es opinable en esta vida y que los autores se merecen el máximo crédito posible, solo faltaría. A partir de ahí, con educación y la dosis justa de respeto, nada nos impide sacar el cuchillo y trinchar como se merece esta odisea antiterrorista protagonizada por Kiefer Sutherland hace dos décadas, cuando ya se comenzaba a intuir que el muchacho no había heredado el fenomenal pelo de su padre, el también actor Donald Sutherland. "¿Y por qué 24 y no otra cualquiera?", se preguntará usted. Pues por tres razones, básicamente: porque me da la gana, porque llevo tres semanas dedicándole más tiempo del necesario y porque la odio profundamente, motivo por el cual soy incapaz de dejarla.

Sí, este artículo está lleno de spoilers: el que avisa no es traidor. Tampoco hablamos de la serie de moda, vaya. Lo fue en su día, al menos en mi círculo de confianza, pero ahora solo es un título más dentro del catálogo infinito que Netfl ix pone a nuestra disposición para convertirnos en seres asociales pero entretenidos. Nada o nadie tiene un capítulo dedicado de Los Simpson sin haber trascendido a la moda de unas pocas semanas y 24 mereció ese honor en la temporada 18 de la franquicia amarilla, episodio 399, aunque originalmente se promocionó como el redondo 400. Con este barniz innecesario de contexto - y sin más dilación- pasemos a la mesa de autopsias.

La acción transcurre en tiempo real y cada temporada se divide en 24 entregas, cada una de ellas circunscrita a una hora exacta de reloj. La historia comienza con una amenaza planeando sobre las elecciones primarias del Partido Demócrata: un grupo terrorista intentará asesinar a David Palmer (Dennis Haysbert), el primer afroamericano con posibilidades reales de llegar a la Casa Blanca. Es un guantazo de manual sobre nuestra naturaleza morbosa, un planteamiento goloso y atractivo para cualquiera con ojos, corazón y algo de cerebro flotante bajo el cráneo. Jack Bauer (Kiefer Sutherland) es el director de la Unidad Antiterrorista de Los Ángeles (UAT) y sobre él recae la responsabilidad de identificar, combatir y anular dicha amenaza. Bauer, claro está, es una estrella del espionaje con más muescas en la culata que James Bond, Ethan Hunt, Nikita y Jason Bourne juntos: un tipo "muy profesional", que diría nuestro idolatrado Pazos.

Nada es lo que parece en 24 y desde el primer momento intuimos que Bauer no puede -o no debe- fiarse de sus compañeros en la UAT. Para añadir más mordiente a la situación, los terroristas han secuestrado a la hija de Jack, Kim Bauer (Elisa Cuthbert), y es aquí donde me quiero detener porque pocas veces habrá parido la televisión un personaje tan demencial como esta joven rubia, atractiva y desafortunada. Puede pasar, como le sucede a ella, que uno termine enamorándose de su guapo secuestrador, versión muy edulcorada y optimista del síndrome de Estocolmo. Pero de ahí a escaparse, caerse con un coche por un terraplén -no había puesto el freno de mano después de una fuga a la carrera-, buscar la casa de su captor y verse involucrada en un feo negocio de drogas, media un abismo. Mientras su padre intenta salvar a Palmer, desenredar la madeja y detener a un peligroso clúster terrorista, la niña no hace más que complicarle la vida con cada elección que toma. Y, claro, la cosa no mejora en la segunda temporada de la serie.

Kim, que acaba de perder a su madre trágicamente, asesinada por la ex amante de su padre y principal colaboradora en la UAT, se ha empleado como interna en la casa de un matrimonio joven. Él resulta ser un maltratador de manual así que Kim huye con la hija única del mismo tratando de ponerla a salvo. ¿Lo consigue? Bueno… Tiremos de cierta condescendencia y digamos que más o menos. Las dos acaban en un hospital, pues la niña arrastra lesiones graves por las palizas del padre, y allí se presenta este culpando a Kim de todos los males. ¿Solución? Llamar al novio -de Kim, no del padre- y secuestrar por segunda vez a la niña. Para escapar utilizan el coche del peligroso progenitor y abandonan Los Ángeles que, en esta segunda entrega de la serie, permanece en alerta por una amenaza de ataque nuclear. Palmer ya es presidente, Bauer trabaja un poco por libre y la niña sigue sin darle un respiro mientras las vidas de millones de personas dependen de su alta capacidad de concentración. Lo que viene a partir de aquí, es una serie de catástrofes y casualidades que invitan a pensar en la necesidad de llevar a Kim a la romería de O Corpiño como parte de la política mundial antiterrorista.

La policía encuentra el cadáver de la madre de la niña en el maletero del coche, detienen a Kim, esta huye monte a través y cae en una trampa para pumas. Entonces aparece un psicópata que la lleva a su cabaña e intenta convencerla de que la bomba ha explotado, ella desconfía y escapa, para al primer coche que aparece por la carretera y resulta ser un violador. Huye otra vez, llega a una gasolinera y es víctima de un intento de robo que termina en secuestro con rehenes… Todo esto, recuerden, en 24 horas de reloj. Y créanme si les digo que he omitido desgracias por no resultar exagerado. ¿Es 24 una de las 100 mejores series de la historia? Yo no le sé pero viéndola me he acordado de dos cosas que decía siempre mi abuelo: aquello de la bofetada a tiempo y que uno nunca puede ser tan rápido como la mala suerte, especialmente si se pasa la vida corriendo con tacones. 

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