Blog | Ciudad de Dios

Yo no soy racista, pero

¿Cómo se le llama la atención a una persona que no respeta el orden establecido por el colonialismo, o
incluso por el nazismo? Pues cómo va a ser: insultándolo

Conozco a un tipo que está convencido de que Vinicius Jr. tiene lo que se merece, así como se lo cuento. Conozco a muchos más con la misma cojera, claro, pero a este lo conozco especialmente bien porque hicimos juntos la comunión, fuimos al mismo instituto, trabajamos en el mismo supermercado y fue novio de una prima mía que está convencida de que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos que habitaron este planeta: sobre esto no admite discusión. Hace poco nos vimos en un entierro y como yo tenía la pena flamenca se me ocurrió decirle que una universidad americana había situado la primera casa de la feliz pareja en Sigüeiro, a pocos kilómetros de Santiago de Compostela. Por lo que sea, le pareció lógico y fenomenal.

CdD2

El que fuera su novio, el reponedor racista, siempre dice que él no es racista, pero. Está todo en ese pero. Otra cosa es la posibilidad de explicárselo. O pretender que lo entienda, no en vano hablamos de una persona que ronda los cuarenta y cinco años, conduce con un brazo por fuera de la ventanilla y en cuanto tiene ocasión dice aquello de que él solo ve películas en versión original, a veces sin subtítulos. Si uno no lo conoce, podría pasar diez minutos por el tipo que llevaba el tabaco a las tertulias de Garci. Pero yo sí le conozco bien, insisto. Y recuerdo el día que una profesora desesperada con su ineptitud lo sacó a la pizarra y le pidió, casi volviendo a la página uno de la vida académica que, por favor, escribiese las cinco vocales. En inglés?, preguntó él muy asustado, un poco como si lo hubiesen soltado en un colegio de Manchester y no supiese ni por dónde empezar. Que no es racista, dice el pollo… Lo raro es que lo casase un cura de Ponteareas y no un supremacista texano del Ku Klux Klan.

La lógica racista de este conocido mío, como la de tantas otras personas que han querido dar su opinión estos días, parte de un absurdo por el cual es la víctima, en este caso Vinicius Jr., la encargada de agredir al agresor. No se comporta como un negro al uso, sostienen sin decirlo abiertamente. Se muestra desafiante, no se achanta, se bebe nuestro vino, se acuesta con nuestras mujeres, le tira un caño a nuestro lateral derecho, no declama a Espronceda… Todos actos intolerables por los que un chapista de Valencia, un ejecutivo mallorquín o una Guardia Urbana de Barcelona se sienten en la necesidad inexcusable de llamarle la atención. Y cómo se le llama la atención a una persona que no respeta el orden establecido por el colonialismo, o incluso por el nazismo? Pues cómo va a ser: insultándolo, diciéndole que es un mono o un negro de mierda, tirándole un plátano a la cabeza o sugiriéndole que se vuelva a la rama de la que se bajó. Y suerte que lo mandan de vuelta al árbol y no lo cuelgan de él mientras le pegan fuego a una cruz. No, eso jamás, porque yo no soy racista. Dicho esto…. Dicho esto, exacto.

Vinicius Jr., sabe usted, tiene todo el derecho del mundo a ser un macarra, un imbécil, un malcriado, un chulo, un malagradecido y todos esos calificativos que los racistas deslizan al principio de la conversación para justificar sus postulados racistas. Y el senegalés que vende paraguas en la esquina de su calle, también. O la peruana que le limpia los mocos a su hijo. Ella incluso podría apretarle la nariz más de la cuenta al zagal por que, miren, tiene un mal día y ese chico es el demonio. Pero ninguna de esas cosas justifica los insultos racistas que algunos parecen llevar envueltos de casa en plata y plomo, listos para disparar. Es que no ocurre con todos los negros, o con todos los magrebíes, o con todos los sudamericanos, o con todos los gitanos. Solo con los que provocan. Es una verdadera suerte que algunos de ellos nos ayuden a sacar, parece ser, al racista bonachón que hay en ti, al racista complaciente que hay en mí. Con los demás no tenemos tanta suerte, al parecer.

Yo creo que hay que termi nar con el racismo, en general, opina una señora en la televisión poniendo un gesto muy concienzudo, como si estuviese reinven tando el pensamiento crítico. No es mala frase para un 23 de mayo de 2023. También podría opinar que no está bien echar cristianos a los leones. O que Franco hizo muchas cosas buenas, como los pantanos, pero bueno: paso a paso, tampoco es cuestión de echarse ahora a correr. De momento, las autoridades deportivas competentes o supuestamente competentes, vamos parecen haberse puesto manos a la obra y anun cian la creación de una etiqueta o hashtag para intentar acabar con esta lacra: almohadilla No al racismo, algo por el estilo. Me pregunto qué será lo siguiente. No es fácil mantener la tensión competitiva cuando se empieza tan arriba.

España no es un país racista. Racista es Brasil, dice el exnovio de mi prima, mi compañero de colegio, trabajo y comunión. Es una manera de verlo. Otra sería mandarlo a Sao Paulo, o a Minas Gerais, y que lo explique allá, pero… Lo ven? Ven como siempre hay un pero? Ya verán lo que tarda alguno de estos en concluir que más problema que los negros -y ya es decir- dan las adversativas. 

Comentarios