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Bájale una

Pepa Pardo y Rafa Domínguez. BEA CÍSCAR
photo_camera Pepa Pardo y Rafa Domínguez. BEA CÍSCAR

Lunes


Casi todas las grandes propuestas de Vox nacen y mueren en las redes sociales, lo que nos da una idea más o menos aproximada de sus verdaderas intenciones. La última, tuiteada hoy mismo con coletilla de «urgente», abogaba por la implantación del 8 de marzo como Día Nacional de las Víctimas del Coronavirus: una ocurrencia destinada a señalar al feminismo como el culpable de la propagación del virus en España. A nadie se le escapa que, aquel mismo día, mientras las mujeres salían a las calles de todo el mundo para reclamar lo suyo, Vox llenaba el pabellón madrileño de Vistalegre para un mitin en el que Ortega Smith, titán acuático y prócer patrio, repartió abrazos y carga vírica a partes iguales. ¿Fue prudente por parte del Ejecutivo autorizar las marchas del 8M, el mitin de Vox o un Betis-Real Madrid en el Benito Villamarín? Hoy tenemos claro que no, pero la memoria selectiva y los discursos reaccionarios se han encargado de mantener viva la sospecha sobre el feminismo y borrar de la ecuación a todo lo demás, no vaya a ser que alguien termine culpando del coronavirus a Benzema que, por otro lado, ya es lo que le faltaba.

Martes


"Cosas de la ultraderecha", me dice un buen amigo. "No, compadre, no", le contesto yo. A los de Abascal se les podrán echar en cara un montón de cosas pero tontos no son. Lo que ayer solo parecía la enésima salida de tono de Vox, se ha convertido hoy en el centro neurálgico del debate político en España. Empecé a sospecharlo al escuchar la diatriba matinal de Ana Rosa Quintana, portavoz del Partido Popular en Telecinco, y me lo refrendó la diputada ourensana Ana Belén Vázquez a primera hora de la tarde. "Tú no puedes ver a tu familia o abrir tu negocio", escribió con peor ortografía de la que yo le estoy concediendo a pesar de las comillas. "¡Pero si te juntas con 500 personas para ir de manifa sí que puedes! ¡Gobierno de irresponsables!", remató.

Miércoles


Ni que decir tiene que la diputada Vázquez no se ha referido nunca a que Madrid acoja conciertos de 5.000 personas en recintos cerrados, por ejemplo. O a que los hosteleros de la capital disfruten de un régimen tan laxo de medidas mientras los gallegos permanecen con las persianas bajadas por lo que, entiendo, le parece bien. Tampoco me constan grandes protestas de su club de fans en Pontevedra, encabezado por una Pepa Pardo que suele regalarle corazoncitos virtuales con bastante asiduidad. Confieso que es una de mis actividades favoritas en los últimos tiempos: controlar los me gusta de nuestros políticos a otros políticos, casi siempre del mismo bando, aunque en esto nos han salido un poco raritos tanto Rafa Domínguez como Guille Juncal, que de vez en cuando se alinean con otras filosofías y contrincantes.

Jueves


Y ya que hablamos de Pepa Pardo, tengo una buena noticia y otra mala. La buena es su encendida defensa de los trabajadores de Ence (y me da igual que ustedes sospechen de sus verdaderas intenciones: lo que yo digo es demostrable, lo otro no). La mala es que Pepa se ha abonado, definitivamente, al lenguaje incendiario y descalificador de su admirada Ana Belén Vázquez. Sin entrar al fondo del asunto, las lindezas que le ha dedicado estos días a Carmen Fouces no son de recibo y apenas sirven para algo más que para descalificarse a uno mismo. A Pepa se le fue el surtidor de gasolina de las manos, un poco como a Alberto Oubiña, que el otro día se descolgó llamando "pijo malcriado" a un médico, ni más ni menos, y en medio de una pandemia que ha exigido lo mejor de todos los profesionales sanitarios, tanto en el sistema público como en el privado.

Viernes


"Bájale una", suele exigir mi querida Gabriela González a quien se atreva a perder las formas en su presencia. Me parece un consejo magnífico que deberían aplicarse con premura nuestros políticos, aunque solo sea por una mera cuestión de tacticismo electoral: si la descalificación y el insulto se convierten en una formula aceptada dentro del juego, la victoria de la ultraderecha más zafia del mundo estará a la vuelta de la esquina.

Yo ya no pido que volvamos a los tiempos de Pío Cabanillas o Xosé Manuel Beiras, que eran capaces de desollar a un ciervo con una pajarita de papel, pero al menos regresar a escenarios no tan remotos en los que al adversario político se le trataba con cierto respeto y, por supuesto, dejando a un lado cualquier resquicio de esa superioridad moral tan abrasiva que ya solo se la consiento a tres personas en el mundo: mi madre, Leo Messi y Petete.

Sábado


No se trata de que te merezcas o no un premio, querido Ramón Rozas: el carallo es saber si ese premio te merece a ti.

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