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Crecepelos

Imagen de la entrevista de Jordi Évole a Iván Redondo en La Sexta.
photo_camera Imagen de la entrevista de Jordi Évole a Iván Redondo en La Sexta. DP

Lunes


Iván Redondo se presentó a la entrevista con Jordi Évole vestido como un detective antidroga del celuloide en los gloriosos ochenta y dos piezas de ajedrez en el bolsillo: hasta ahí llegó su leyenda de cerebro privilegiado. Nadie puede tomarse demasiado en serio a un personaje así, empeñado en aparentar por encima de sus posibilidades y siempre dispuesto a tomarnos por idiotas. De él se decía que era, prácticamente, un alquimista de la estrategia política. Pero lo que yo vi con estos ojitos, a través de la pantalla de mi televisor, fue al típico vendedor de crecepelo que se presentaba en los pueblos del salvaje oeste con una carreta llena de cachivaches, un reloj de bolsillo y un remendado bombín. Sacarlo de la Moncloa, por mucho que él insista en la versión de que se marchó voluntariamente, ya es una de las grandes medidas de Pedro Sánchez para construir una España mejor: una España que se ocupa del problema de la vivienda, de la cultura o de la salud mental por encima de cómo luce cierta pose, o una determinada pieza de un ajedrez barato, ante las cámaras.

Martes


El otrora gurú de gabinete es más una consecuencia que un síntoma de la política actual, demasiado a merced de los golpes de efecto y sobreocupada por una generación de figurantes que no conocen vida más allá de las estructuras ramificadas de sus partidos. El síntoma primigenio de que todo se estaba yendo al carajo lo vivimos el día en que Leire Pajín, ministra de Sanidad en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, salió a una rueda de prensa luciendo una pulsera Power Balance, aquel timo homeopático que se puso tan de moda como los leggins de color camel con botas de montar. "La utilicé porque me gustaba y era un regalo, no tengo más que decir", contestó de muy mala gana la ministra a las preguntas de los periodistas: menos mal que no le regalaron una pistola, amonal o cocaína. De todas formas, si solo podemos quedarnos con una de sus citas para definir lo que fue su paso por las instituciones -y el adiós escenificado a la vieja política- yo me quedaría con la redondísima "solo faltaría que la ministra no pueda nombrar a quien le salga de los cojones". Entre aquello y el 'in my opinión' de Iván Redondo parece que hay un mundo pero, piénsenlo, no es más que un paso.

Miércoles


Sobre la ley que acaba de anunciar el Gobierno para tratar de regular un mercado tan salvaje y desatendido como el de la vivienda todavía no se pude decir gran cosa. Por ahora solo conocemos algunas pinceladas deslizadas por el propio Sánchez e Ione Belarra a la carrera, suficientes para que Pablo Casado y la artillería mediática del Partido Popular hayan salido en tromba con ese "no a todo" que ya se ha convertido en su sello personal: a veces me pregunto cómo se puede pasar uno todo el santo día con la bandera en la mano y España en la boca cuando, en realidad, el paisaje que nos pinta se parece más al de Afganistán. A este paso, Sánchez será presidente sin necesidad de hacer mucho más que aparentarlo, que no es poco viniendo de dónde venimos.

Jueves


Todos los futuros perdidos (Editorial Plaza&Janés), es un libro incómodo pero necesario en el que Eduardo Madina y Borja Semper conversan sobre un tiempo que no debió existir pero que convendría no olvidar. A su presentación en Madrid ha venido todo el mundo, desde Felipe González y la ministra Yolanda Díaz, hasta Soraya Sáez de Santamaría, Edmundo Bal, Javier Maroto, Emiliano García-Page y yo mismo, que he tenido la brillante idea de presentarme al acto vestido con una sudadera con capucha. "Estoy en la lista", les digo a dos señores con pinta de escoltas que me paran en la puerta. "González, Felipe González". Reímos los tres, me derivan a una azafata ataviada con la correspondiente carpeta, y pienso en lo mucho que hemos avanzado cuando uno puede soltar una bufonada como esa sin miedo a que le peguen dos tiros.

Viernes


Un estudio elaborado por la Universidad de Vigo -por encargo del Concello de Pontevedra- afirma que el sector cultural es el segundo que más empleo genera en la ciudad y sus alrededores, solo por detrás de la administración pública y por delante de la construcción, la industria o la hostelería. Hasta 2.175 trabajadores viven de actividades relacionadas con la creación y la producción cultural, con un volumen de facturación que supera los 150 millones de euros: unas cifras espectaculares que contrastan con la precariedad de la que tanto nos quejamos una gran parte de los aludidos: que las cifras no nos impidan ver el bosque y, por favor, no más crecepelos.

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