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El correcto uso del spray

Carme da Silva, ante la pintada. GONZALO GARCÍA
photo_camera Carme da Silva, Demetrio Gómez y Anabel Gulías comparecieron para denunciar las pintadas en Ponte Boleira. GONZALO GARCÍA

EN LOS alrededores de la vivienda de Carme da Silva, candidata del BNG al Congreso de los Diputados, han vuelto a aparecer pintadas amenazantes contra su persona. Más allá de otras consideraciones, el acto en sí viene a demostrar dos cosas: la cobardía manifiesta de los autores y un alto grado de estupidez. Y digo autores porque, sin ser yo Sherlock Holmes ni Pepe Carvalho, resulta evidente que las aparecidas esta misma semana son obra de dos autores diferentes. Al primer imbécil, orgulloso de su ópera prima -la realizó a finales del mes pasado en un pared cercana- pero sin la imaginación necesaria para improvisar una segunda, se le advierten ciertas intenciones estéticas: caligrafía decente, alguna vocal invertida, una diana detallista, una paleta de colores más amplia… A su aprendiz de brujo, en cambio, tan solo se le intuyen las prisas y un importante déficit de atención. En probable que nunca lo sepamos, pero yo me jugaría el cuello a que esa noche regresó a casa con la cara pintada de verde, incapaz de comprender el correcto uso de un bote de spray al primer intento.

A este tipo de acciones hay que darle la importancia justa, más allá de la que quiera concederle la propia amenazada. Da Silva está en su derecho de enfadarse, disgustarse y hasta de asustarse, aunque no me parece Carme el tipo de persona que se deja impresionar por cuatro trazos de aerosol sobre una pared encalada. La Pontevedra de hoy no es la Euskadi de los años de plomo y estas bravatas plagiadas de aquel horror, dianas de tinta incluidas, tienen más de folclórico que de verdadera amenaza, lo que no debería ser motivo suficiente para dejar de abrir las diligencias correspondientes y esclarecer su autoría. Desde un punto de vista político, las actuaciones posteriores de unos otros no dejan de resultarme un tanto descorazonadoras.

En primer lugar está la reacción en bloque del Bloque, valga la redundancia. Lógica y plausible su condena y preocupación ante unos hechos que no tienen cabida en un estado democrático. Reprobable, o cuando menos discutible, su decisión de señalar al Partido Popular y a Ence como responsables de lo que Ana Pontón definió como un escrache cobarde. “Esta imaxen non é democracia, é un eco dun pasado gris que non queremos”, escribía el dibujante Kiko da Silva en su cuenta de Twitter tras aparecer las primeras pintadas. Pues bien: acusar sin pruebas al adversario político tampoco parece el mejor favor que uno le puede hacer a la cacareada democracia. Ni siquiera la confusa condena de Rafa Domínguez puede justificar la reacción desaforada de los nacionalistas esta semana.

“La falta de diálogo del BNG de Lores y su soberbia después de 20 años en el poder no justifican esto. En democracia hay votos, no dianas. Eso es algo que, por desgracia, hemos tenido que recordar durante años en el PP”, dijo Rafa Domínguez en una demostración de lo que no debe hacerse cuando de condenar conductas antidemocráticas se trata: utilizar el mensaje de repulsa para colar un eslogan electoral y, lo que es peor, deslizar una posible justificación del atacante aunque sea para negarla. Su tuit recuerda en demasía al famoso “pero que se esperaban ustedes” de Inés Arrimadas, a propósito de las amenazas recibidas por Anna Gabriel meses atrás, aunque en el caso concreto de Domínguez lo achacaría más a un error de cálculo que al discurso de odio habitual en la representante de Ciudadanos.

Sea como fuere, unos y otros deberían “bajarle una”, expresión tan hermosa como inapropiada para una cabecera como ésta pero, a la vista de cómo está el patio, tampoco será cuestión de dispararle al pianista. Llegado el caso, eso sí, espero que sea el propio Kiko da Silva quién se ocupe de pintarrajearme el portal, no un imbécil anónimo que se cree Kiko da Silva

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