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Golazos

Lioinel Messi celebra uno de sus goles. ALEJANDRO GARCÍA (Efe)
photo_camera Lioinel Messi celebra uno de sus goles. ALEJANDRO GARCÍA (Efe)

Lunes:

Siempre ha existido una tabla de salvación universal para aquellos padres que nunca saben lo que hacer con sus hijos: enviarlos al colegio. Allí, además de educarlos, los vigilan y entretienen durante buena parte del día, todo un soporte vital para esos progenitores menos abnegados -o menos entusiastas- que, por culpa de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, se han visto obligados a pasar más tiempo con los niños del que, por vocación, estarían dispuestos a soportar. Vaya desde aquí mi afecto y mi comprensión, solo faltaría. Ser padre o madre es un marrón importante por más que la publicidad y casi todas las religiones nos lo pinten como el no va más de la realización personal. Lo explica muy bien Manuel Jabois en Manu: "tener un hijo equivale a tener siempre algo al fuego". Tampoco hay que ser Albert Einstein para concluir que, tenerlos en tiempos de pandemia -y en edad escolar, además-, debe ser algo parecido a dejarse las llaves por dentro de la puerta, el microondas encendido y soportar la incertidumbre de no saber si solo has metido una taza o también una cucharilla.

Martes:

Ana Pontón hizo ayer una afirmación de esas que me dejan con un run run en la cabeza durante días. Con la lideresa del BNG no suelo ser muy objetivo porque la considero una de las figuras políticas más interesantes que han surgido en Galicia en las últimas décadas pero, qué demonios, supongo que mi obligación es intentarlo. Dijo Pontón algo así como que, además de contra la covid-19, tocaba luchar contra un gobierno de la Xunta que "non entende o país", lo que me lleva a preguntarme si es que los votantes de Núñez Feijóo tampoco lo entienden o es que hay otro país, otra Galicia, oculta en alguna parte sin que yo me haya enterado. Sea como fuere, parece que la oposición ha encontrado por fin un referente del que carecía desde que Fraga montó aquel famoso delfinario (Cota dixit) con vistas a una futura sucesión y se le revolvió el gallinero.

Miércoles:

Leo por ahí que las asociaciones Amizade y Pedaladas están en pie de guerra contra la ordenanza de movilidad de la ciudad de Pontevedra, ocasión que ha aprovechado Rafa Domínguez para hacer lo que se espera de él: oposición. Algunas de las críticas que recibe el líder del PP local en este sentido no dejan de resultar chocantes, como si su labor fuese la de aplaudir todo lo que se decida desde el Concello y no la contraria: esa sí que sería una anomalía interesante y que, a buen seguro, lo llevaría a las portadas y columnas de opinión de la prensa nacional. Tendría su gracia que Domínguez se dejase llevar por quienes le instan a hacer "una oposición responsable" y que en unos años, ante una hipotética despedida de Rafa, Lores le dijese adiós con las mismas palabras que le dedicó a Paloma Castro hace unas semanas: "eu so quería agradecerche o teu traballo, tanto na oposición como no... Bueno, na oposición non, oposición daquela maneira". Golazo.

Jueves:

Reapareció Pablo Iglesias después de un mes largo de silencio y ausencias, como si de repente hubiese perdido el gusto por salir en televisión, y lo hizo con un look renovado: moño de Khal y pendiente de palma. Hasta ahí, todo queda dentro del terreno de los gustos, nada que objetar. Lo que sorprende -o no- es que Iglesias siga sin espantarse ese aura suya de líder mesiánico, siempre situado por encima del bien y del mal, que le empuja a decir cosas tan tremendas como que va a dar instrucciones a la ministra de trabajo para que ponga en marcha esto y a la de igualdad para que intente lo otro, como si ellas no fuesen capaces de diagnosticar los problemas por sí mismas. Se le notan tanto ciertas costuras al líder de Unidas Podemos que, cualquier día de estos, terminará siendo carne de meme carnal para la diputada y pichichi de Vox, Macarena Olona.

Viernes:

Messi se queda porque no lo dejan irse, así que no hay satisfacción alguna en su rectificación. Lo hace, si atendemos a sus palabras, ante la deslealtad de un presidente que prometió facilitar su salida y su negativa a terminar una carrera en el Barça recurriendo a los tribunales, lo que no deja de ofrecer una visión más o menos clara de lo que ha pasado: uno no quiere llevar al club a juicio y el otro le endosó dos delitos fiscales para librarse él: quizás haya sido el último golazo de Messi, quién sabe.

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