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Horas y fronteras

Relojes. DP
photo_camera Relojes. DP

Lunes:
Ya tenemos aquí el horario de invierno, ese que convierte en noches las tardes a cambio de tener más luz en las primeras horas de la mañana. Puede parecer un pequeño cambio sin importancia pero lo cierto es que este movimiento de las manecillas del reloj tiene la virtud de poner patas arriba toda mi vida, comenzando por la relación de mi abuela con los medicamentos. “El médico me dijo que a las ocho y yo tomo las pastillas a las ocho”, se defiende cuando le digo que tome sus tratamientos a las siete y se acueste cuando el cuerpo le pida cama. “Tierra, lo que el cuerpo me pide es tierra”, revienta. Tiene 88 años y una salud de hierro pero de alguien tenía que sacar yo esta vena melodramática.

Martes:
Josep María Bartomeu, presidente del Fútbol Club Barcelona, ha dimitido hoy entre excusas y acusaciones varias, algunas dirigidas hacia la Generalitat y otras directamente enfocadas a unos medios de comunicación que lo han protegido como si les fuese la vida en ello. Para los que seguimos de cerca la información del club azulgrana, su adiós es una consecuencia lógica del carácter acobardado e irresponsable del propio Bartomeu, un dirigente que recibió la mejor herencia posible y deja un club en ruinas, apenas sostenido por un puñado de futbolistas y los empleados anónimos del club a quienes ahora trataba de recortar sus salarios tras incluirlos en un ERTE allá por el mes de mayo. Vaya desde aquí mi sentido pésame a todos los aficionados del Real Madrid que, a buen seguro, lo echarán de menos.

Miércoles:
Por fin conocemos la propuesta del Gobierno para decir adiós a los presupuestos diseñados por Montoro hace ya tres años: se han ganado el descanso eterno y algún aplauso más de los que recibieron en su día. De los nuevos podemos decir que tienen un corte eminentemente social, lo cual es de agradecer en los tiempos que corren, pero también que se me antojan demasiado optimistas, al menos desde el punto de vista de los ingresos. A los gallegos, en cifras redondas, nos toca menos dinero que en los anteriores pero sus defensores se escudan en la cuenta por habitante, que nos favorece de un modo perverso: la despoblación, según estos gurús económicos, parece entenderse como una bendición. La Xunta de Galicia ha puesto el grito en el cielo, como cabía esperar, mientras el PSdeG sigue con su tónica habitual de defender las siglas por encima de los intereses del pueblo gallego. Falta por conocer la postura definitiva del BNG, que con un solo diputado en Madrid ha sido quien de arañar algunas demandas históricas para esta tierra, como la rebaja de los peajes en la AP-9, pero que haría bien en vender aún más caro su voto a unos presupuestos que tratan con mucho más mimo a las otras naciones históricas del heterogéneo Estado.

Jueves:
Resulta insoportable el nivel de ruido que logra alcanzar la derecha mediática en este país, todavía incapaz de asumir el resultado emanado de las urnas. A Pedro Sánchez, que tiene todos los defectos del mundo como gobernante y alguno más, le llaman dictador un día sí y otro también, empeñados en erosionar su imagen y deslegitimar a un gobierno tan débil que tiene la obligación numérica de acordar sus políticas con diferentes grupos de la cámara. La torpeza es supina, además, porque si algo nos demuestra la historia es que la desnaturalización del adversario suele castigar a quien la practica, no a quien la sufre. No deja de tener su gracia, por cierto, que muchos de los que cuestionan cada una de las medidas del Gobierno en la lucha contra la covid, se reuniesen esta misma semana para celebrar una macrofiesta a la que no faltó nadie, ni siquiera el ministro de Sanidad: este un país que ya solo se entiende desde la parodia constante en que se han convertido la política y la mal llamada información.

Viernes:
En las puertas del cementerio de San Mauro, sobre esa piedra gris que tantas cosas cuenta sobre nosotros, algún anónimo ha colgado un poema de Sabino Torres para mitigar, dentro de lo posible, el dolor de quienes se acercan estos días a visitar a sus difuntos: “Miña nai, cando m’eu morra, se morrera en Pontevedra, nacerán rosas na cova”. Con muy poco dinero, estos versos de nuestro gran poeta podrían eternizarse en la puerta del camposanto pontevedrés: un homenaje merecido para él y el recordatorio de que la poesía sigue siendo la frontera más sutil entre la vida y la muerte.

Sábado:
Para vacilar a Lita me gustaba recordarle que, siendo yo un bebé, me escurrí de entre sus brazos para dar con los huesos contra el suelo. “El golpe que me dejó tonto de por vida”, le decía por seguir con la gracia, y a ella todavía se le subía el terror el ojos recordando aquel pequeño disgusto, aquel desliz inesperado. En sus años de emigrante en Suiza nunca dejó de traerme chocolate, que sus hijos y yo nos repartíamos a partes iguales, como si la sangre importase lo justo a la hora de comer dulces. Te echaré mucho de menos, Litiña: el golpe me dejó un poco parvo pero no tanto, así que descansa en paz.

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