Blog | Comanchería

La economía, estúpido

Benito Corbal, este domingo, completamente desierta. JAVIER CERVERA-MERCADILLO
photo_camera Benito Corbal. JAVIER CERVERA-MERCADILLO

Lunes

Comienza el primer intento de volver a una normalidad que se advierte improbable hasta que no contemos con una vacuna redentora, con un nuevo y auténtico aliado. Son muchos los españoles que hoy regresan a sus trabajos con el ceño fruncido y el miedo metido en el cuerpo pues, como era de esperar, no todas las empresas cuentan con un suministro garantizado de las medidas de protección individual necesarias para reducir los riesgos al mínimo. ¿Y por qué toma, entonces, una medida tan arriesgada nuestro Gobierno saltándose, entre otros, el filtro de su propio comité de expertos? Después de varias semanas imaginando un mundo nuevo, más humano, menos raro, a las primeras de cambio tenemos de vuelta a la vieja máquina de triturar y escupir. "Es la economía, estúpido", rezaba aquella leyenda que popularizó Bill Clinton durante las elecciones americanas de 1992: chimpún.

Martes

En la campaña de las últimas municipales me fui con Rafa Domínguez a la librería Paz y allí me contó de dónde le venía esa fascinación suya por los cómics. Tanta distopía y tanto murciélago no auguraban nada bueno y hoy nos hemos enterado de que el líder del PP en la ciudad ha dado positivo por coronavirus, consecuencia directa de encontrarse en la primera línea de fuego por cuestiones profesionales. Desde aquí le deseamos una pronta recuperación porque, entre otras muchas razones, no está el mundo sobrado de buena gente ni las librerías de clientes tan fieles como nuestro Rafman.

Miércoles

Una de las consecuencias más palpables de la pandemia es la desconfianza, cada vez más extendida, sobre el papel que juegan en nuestra vida los medios de comunicación. Los partidos políticos juegan a confundir y cualquier idiota con una conexión a internet y un perfil en redes sociales puede jugar a ser periodista, de ahí que nos cueste tanto distinguir los bulos más zafios de una línea editorial más o menos legítima. Algo estamos haciendo mal los que nos dedicamos a esto, eso es seguro, pero tampoco perdamos de vista el papel que juega usted en toda esta vorágine, querido lector: el mundo, más que nunca, necesita de su sentido crítico y la firme voluntad de mantenerse informado. Si lo que quiere, por contra, es que alguien certifique sus opiniones y darse palmaditas en la espalda, entonces sí: haga caso a esos muchachos tan simpáticos que nos cantan las verdades en Facebook.

Jueves

Leo publicado en diferentes medios que la calidad del aire en Pontevedra roza ya ese punto de excelencia medioambiental que aconseja su envasado y etiquetado como paso previo a la exportación masiva. La noticia viene acompañada, además, de imágenes bellísimas aunque un tanto aterradoras, como las de esa familia de arroaces remontando el río Lérez en ausencia de humanos y sus artefactos más contaminantes: los coches. "Es la naturaleza abriéndose paso", dicen los más optimistas.

Todos estos indicadores de buena salud medioambiental, por cierto, llegan con la factoría de Ence trabajando a pleno rendimiento, lo que posiblemente debería obligarnos a replantear ciertos discursos sobre su actual impacto en nuestro entorno. Con esto tampoco quiero decir de la papelera lo mismo que Sabino Torres decía de la misa —"mal no te va a hacer"— pero sí que convendría revisar el esfuerzo realizado por cada uno (industrias, administraciones, ciudadanos) en renovar viejas costumbres y tomarse mucho más en serio el cuidado de nuestra maltratada ría.

Viernes

Saltaron las alarmas a primera hora de la mañana, que en esta casa y en pleno confinamiento nunca es antes de las tres de la tarde: nuestro Rodrigo Cota había pasado la noche en el hospital. Entonces comienza una ronda de llamadas entre los amigos para ir alarmándonos los unos a los otros en confianza, sin intoxicaciones interesadas. "¿Pero pilló el COVID?", pregunta uno. "Yo ya le veía mala cara en navidades", responde otro dando por hecho que sí, que pilló el bicho en Nochebuena y lleva más de 20 semanas gestándolo, casi medio embarazo. Al final alguien cae en la cuenta de que lo explica todo en su diario de confinamiento —nuestro Diario— y eso me tranquiliza pero solo hasta cierto punto. Que Rodrigo tenga gracia narrando sus ingresos hospitalarios no le quita gravedad al asunto, más bien al contrario: a ver con qué cara nos plantamos ante su familia, dentro de cincuenta años, para darles el pésame riéndonos a carcajadas.

Comentarios